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Los tipos que quieren pasar la paella a través de la puerta ya son leyenda

Para empezar, eso que sujetan no es ni una paella de verdad.
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En esta sección condecoraremos a todos aquellos personajes del imaginario nacional cuyas incomprensibles decisiones les han llevado a lugares extraños, turbios y poco transitados.

Solo deseando y creyendo muy fuertemente en algo no lograréis que vuestros objetivos se cumplan. Esto es algo que le pasó a Hitler y que también le pasó a Ramoncín con su versión de Nirvana y que también les pasó a esos dos hombres que intentaron hacer pasar una paella a través de una puerta más pequeña que el diámetro de la propia paellera.

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Observad el vídeo, los procesos mentales que aquí hay en juego son pura fantasía.

Podríamos decir que en este vídeo entran seis elementos en juego. De hecho, esta situación es un ejemplo perfecto de cómo funciona la mente humana. Imaginemos que estos seis elementos son como esos putos bichos que aparecen en la película Del revés (Inside Out) de Pixar, seis pequeñas partes de un gran engranaje que solo funcionará si todas esas piezas funcionan al unísono y logran alcanzar cierta diplomacia.

EL PROBLEMA

La situación responde a un problema que en Valencia es más habitual de lo que parece: sacar de la cocina una paella recién cocinada cuyo tamaño es superior al de la puerta. Es evidente que un objeto de tamaño X no puede pasar por un agujero de tamaño inferior a X, el problema es evidente.

En este caso en particular, el problema no solo es el tamaño de la paella o de la puerta —incompatibles entre ellos— sino el propio contenido de la ”paella”. Lo pongo entre comillas porque esto no es una puta paella. Yo no soy valenciano, pero no me hace falta serlo para ver que estos tipos no se han marcado una paella de verdad, esta mierda es como un arroz caldoso Y ESTE ES EL PRIMER PROBLEMA que nos encontramos.

Una paella de verdad no tiene tanto caldo y, por lo tanto, habría aguantado perfectamente una ligera inclinación, pues la fricción del arroz seco contra la paella habría evitado ese derrumbe desmesurado. Vale, habría caído algo de arroz pero no se habría derramado media paella. Así que podemos afirmar que la naturaleza caldosa de ese arroz es el error primigenio, es lo que realmente hace que todo se convierta en un fracaso. Inclinar esa sopa es, evidentemente, una mala idea, los líquidos funcionan así y no podemos hacer nada.

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MIRA:

LOS PERSONAJES

Los seis personajes actúan, como he dicho, como un único cerebro desquiciado que intenta solucionar una situación problemática.

Por un lado tenemos al protagonista, al tipo de la camiseta de los Ramones. Este personaje funciona como líder de la manada a la par que es quien concentra el máximo nivel de urgencia. Su poca paciencia es lo que hará que todo acabe mal. Sus intervenciones cortas y concisas como “Callaaaaaaad”, “Escúchame a mí” y “Un, dos, tres…” resumen claramente su condición de caudillo. Cuando fracasa, intenta colocar bien los pocos restos que quedan en la paella, como ignorando su propio error, haciendo como si no hubiera pasado nada, porque un líder no puede mostrar flaqueza y debe intentar hacer creer que este momento fatal no ha existido nunca.

El hombre que ayuda al Ramonero es un mero secuaz, es su fiel escudero, esa figura que nunca lo pondrá en duda y que obedecerá cuanto se le ordene. Es el jodido Robin de Batman o como el piloto del Enola Gay.

Luego tenemos dos individuos muy interesantes que funcionan como contrapuntos. Se encuentran en los umbrales opuestos de la puerta, por lo que la puesta en escena ya es evidente. Uno fuera (en ese futuro mental en el que la paella ya habrá traspasado la puerta) y otro dentro (en el presente, en el puro momento del conflicto). Su indumentaria también los diferencia, uno vestido de rojo, muy visible y llamativo, y el otro de negro, camuflándose en la penumbra de ese futuro incierto que se predice tremendamente negro.

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El primero apoya al Ramonero e intenta mejorar la propuesta de la inclinación con esa técnica extraña del tupper mientras el otro, en la lejanía, propone servir la paella e ir sacando los platos poco a poco. Cada uno a un lado del umbral, uno simbolizando la razón y la coherencia y el otro la locura y la inconsciencia. Evidentemente, el primero es ninguneado y al final se alza con la verdad en ese fracaso auspiciado por aquellos que ignoraron sus consejos. Es como esa voz que te dice que este fin de semana no salgas de fiesta y no bebas que ignoras hasta el domingo, cuando en medio de tu resaca le juras que la próxima vez le harás caso.

Finalmente hay dos personajes fuera de campo que actúan mediante una voz en off. Por un lado están esas mujeres que lamentan por avanzado la pérdida de ese plato cocinado con amor durante toda la mañana —“No, no, no, es una lástima”— y por otro esos hombres que meten cizaña y gritan su “a por ellos” particular con ese “¡cobarde!”, detonante definitivo de la acción del Ramonero, lo que hace disparar la escopeta del fracaso. Estos seres actúan también como esos angelitos del bien y del mal que se posan encima de los hombros y aconsejan o desaconsejan a los protagonistas, voces lejanas, ecos de sabiduría y maldad.

Curiosamente, la gran mayoría de personajes masculinos aparecen en pantalla mientras que los femeninos permanecen siempre en un extraño fuera de campo, más que apartadas en un acto machista, se ausentan como temiendo lo que va a pasar y evitando que se les involucre con toda esta mierda que, evidentemente, se viralizará en las redes. Punto para ellas.

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LAS SOLUCIONES

Cuando la paella golpea el suelo, el cachondeo inicial, la fiesta, el jolgorio y las risas desaparecen y un silencio gélido se apodera de la escena mientras el Ramonero intenta colocar bien los restos de paella. ¿Había otras soluciones? Probablemente. Como apunta el señor oscuro del umbral de la puerta, los platos se podían haber servido dentro de esa estancia.

También se podía cortar la puerta con una radial. O rodear la paella con papel film transparente, como eso que hacen con las maletas en los aeropuertos antes del check-in, eso que solo hacen los pasajeros más detestables y rancios. Incluso podrían haber congelado la paella y sacarla tranquilamente boca abajo. Pero, como hemos dicho, la mejor solución habría sido hacer una paella de verdad. Aquí me sumo a esos valencianos pesados tan orgullosos de la paella valenciana de verdad, ese corcel que lucha contra el simple “arroz con cosas”. Si la peña cocina estos sucedáneos de paella entonces es mejor que se queden atrapados en la cocina y no los saquen nunca de ahí. En fin, que todo lo que les pasa está muy merecido.

Sigue a Pol Rodellar en @rodellaroficial.

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