Kanye West actúa en Coachella iglesia Dios
Fotos por Rich Fury/Getty Imágenes para Coachella
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Kanye West se ha propuesto ser dios

El rapero ha pasado de generar controversia a liderar una iglesia cuasicristiana, y nosotros nos preguntamos qué alma estará intentando redimir.

El primer domingo de 2019, Kanye West dio a conocer al mundo su última pasión creativa: el Sunday Service (servicio dominical). Desde el 6 de enero, la familia Kardashian-West, sus amigos y sus allegados se reúnen todos los domingos en Calabasas (Los Ángeles) y celebran un encuentro trascendental exclusivo, con actuaciones de invitados especiales, cameos de North West y un uso generoso de las palabras “buenas” y “vibraciones”.

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Durante estos tres meses, hemos tenido la oportunidad de ver fragmentos de esta experiencia de adoración a través de publicaciones en Instagram, sobre todo de la primera dama, Kim Kardashian West. El colofón lo puso el propio West el Lunes de Pascua con un sermón de la montaña en directo desde Indio, California, durante la segunda semana del Coachella, en el que no faltó el merch con precios premium para la ocasión.

Pero ¿qué es esto del servicio dominical? Hay gente que dice que Kanye está creando una iglesia para usarla como paraíso fiscal, de forma similar a lo que hizo en su día Kris Jenner. Ante los rumores, la familia ha decidido ceñirse a su mensaje. “Es una experiencia realmente sanadora”, dijo Kim Kardashian West en el programa de Jimmy Kimmel respecto a los servicios celebrados en Calabasas. “No hay sermón. No hay palabras. Es solo música y sentimiento”. Su hermana, Kourtney, fue algo más específica ⎯“Es cristiano”⎯ y Khloe añadió que aquellos que se sienten juzgados acudiendo a una iglesia tradicional tienen una sensación de libertad en el espacio creado por Kanye.

Sin embargo, toda esta experiencia liberadora desprende un tufo demasiado evidente a estrategia de marketing. ¿Es esa unión de lo secular y lo espiritual realmente un intento de acercar posturas y servir de bálsamo para la humanidad? ¿O el púlpito de Kanye no es más que otro escenario en el que desarrollar su actuación?

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La religión es sagrada, y para la cultura negra, la adoración a través de la música es, además, algo visceral. La letra de la canción es importante, pero el sentimiento que esta infunde resulta crucial. A esto precisamente se debe que artistas como Aretha Franklin y Al Green, de quienes casi se podría decir que crecieron en la iglesia, tuvieran la capacidad de convertir cada nota en una exaltación espiritual.

Con su Sunday Service, West recurre al ministerio de la música y convierte sus hits en arreglos con reminiscencias de góspel en los que usa samples de grandes como Fred Hammond y las Clark Sisters. Aunque no sea nada nuevo ⎯ya hace 20 años Kirk Franklin revolucionó la escena con el mestizaje de hip-hop, R&B y góspel, y Chance the Rapper lo recuperó con su Coloring Book, de 2016⎯, West lo aborda desde una perspectiva más fresca y que puede resultar novedosa para muchos de sus discípulos.

En la teoría, la idea es genial y va muy en la línea de Kanye. ¿Quién si no haría una colaboración con el mismísimo Jesús? Como artista negro que lleva años incorporando la figura de Dios en su trabajo, Kanye fundamenta su visión de sí mismo y la imagen que quiere dar al mundo en ese vínculo entre lo cultural y lo religioso.

“Jesus Walks” (2004) tuvo una gran acogida por su atrevimiento y originalidad, hasta el punto de que Chuck D. lo comparó con Marvin Gaye. El tema legitimó a West en el reino del góspel. En 2005 fue nominado a un premio Stellar, el máximo honor al que puede aspirarse en la música góspel además del Grammy. El compañero incondicional de composición y producción de Kanye, Rhymefest, hizo balance del impacto de la canción en la carrera del rapero en una entrevista para Hip Hop DX en 2014: “En retrospectiva, sin ‘Jesus Walks’ no veríamos a Kanye de la misma forma”. No habría tenido las mismas posibilidades que tuvo con el público si esa pieza clave del puzle. El tema llegó a un lugar al que el rap no suele llegar en la actualidad: el corazón”.

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La industria musical bautizó al joven artista como la primera verdadera estrella del rock. Nas dijo una vez: “Yo creo que Kanye West salvó el rap”; posteriormente, en una entrevista para Complex, puntualizó que Kanye estaba más en “una misión artística”. En 2006, Rolling Stone lo retrató como Cristo en su portada. En cualquier caso, nadie ha creído más en Kanye West que el propio Kanye West. El éxito de “Jesus Walks” alimentó su narcisismo: “Hice ‘Jesus Walks’ / Nunca iré al infierno”. Su complejo de deidad siguió creciendo y el artista empezó a arrogarse cualidades divinas con títulos como Yeezus y “I Am A God”,

que podrían llegar a confundirse con la arrogancia propia de los raperos si no fuera porque rayan lo sacrílego.


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La búsqueda de la divinidad de Kanye forma parte de la pugna interior del cantante, un espectáculo que hemos visto desarrollarse a lo largo de más de una década. West es un ejemplo moderno de las escrituras de Marcos 8:36, en las que se pregunta de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero y perder su alma. Kanye ha alcanzado el éxito como productor y artista, se le considera un visionario creativo, está casado con la mujer de sus sueños, es el cabeza de una maravillosa familia y de una codiciada línea de moda. Sin embargo, con cada nuevo logro, Kanye parece estar un paso más cerca de la infelicidad, de la frustración. Ya ha anunciado públicamente no sentirse comprendido, respetado, ni debidamente reconocido.

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En 2017, Kanye desapareció de Twitter y de la vida pública para centrarse en su salud y estabilidad, si bien apareció en primavera del siguiente año luciendo una gorra de Make America Great Again y diciendo que 400 años de esclavitud parecen más bien una elección. Kanye busca el reconocimiento, pero equipara la atención de cualquier tipo con validación, y él ha recibido el apoyo de gente poderosa, de figuras conservadoras, y ha sido un personaje noticiable. Y ahí radica el principal problema del deseo de liderazgo de Kanye: que para él lo importante no es hacia dónde liderar, sino que la gente lo siga.

El verano pasado, Kanye sacó a la venta Ye, el octavo de sus álbumes consecutivos en alcanzar el número 1 en Billboard. La crítica lo recibió con escaso entusiasmo y durante la segunda y tercera semanas las ventas se desplomaron, por lo que el cantante no logró la cobertura musical que esperaba para respaldar su actitud. Pese a sus cuestionables excentricidades, rabietas y crisis a lo largo de los años, la obra de Kanye siempre ha logrado mantener el interés del público, que ha sabido perdonarle su rumbo errático. Hasta ahora.

Pocos meses después de la publicación de Ye, la familia West viajó a Uganda porque Kanye quería empaparse de energía ancestral para crear su nuevo álbum, Yahndi. Allí tampoco perdió la oportunidad de seguir soltando reprimendas. “Estoy grabando en África… La música es la mejor del planeta. Soy el mejor artista vivo. Somos, mejor dicho, porque por mi ser fluyen los espíritus. El espíritu de Fela, de Marley, de Pac… Todos esos espíritus fluyen a través de mí. Sabemos quién es el mejor. Lo sabemos”.

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Las comparaciones con Fela Kuti y Bob Marley resultan perturbadoras; ambos artistas lideraron movimientos culturales, sociales y políticos a través de su música. Esos hombres son leyenda. Kanye parece creer que su destino es liderar un movimiento. Él también quiere ser leyenda. Solo necesita encontrar un movimiento que liderar.

Y de esa necesidad nace el Sunday Service.

La historia está repleta de celebridades de raza negra ávidos de redención y de reinventarse que han cruzado las puertas de la iglesia para lograrlo. Confiesan sus pecados, admiten sus errores y buscan la gracia y el amor de la comunidad, y a menudo funciona. A simple vista, Sunday Service suena a un intento de Kanye de volver a casa. Cuando en marzo CyHi the Prynce subió un vídeo de Kanye, un coro y un percusionista en un descampado dándolo todo al ritmo de un sample de Fred Hammond, aquellos de nosotros que no estábamos prestando mucha atención a las publicaciones semanales de Kim Kardashian West finalmente nos dimos cuenta. ¿Había vuelto el “viejo Kanye”, el mitológico? ¿Importaba?

El concepto es simple: el primo de West, Tony Williams, vocalista y director del coro del Sunday Service, The Samples, explicó durante las primeras semanas que el objetivo era “poder comunicar el amor de forma más efectiva”. Las referencias musicales son muy apropiadas. West está haciendo lo que mejor se le da hacer: arreglar temas clásicos del soul como “Outstanding”, de Gap Band, “I Wanna Thank You”, de Alicia Meyers, “Angel”, de Anita Baker, y Back II Life” de Soul II Soul, y deconstruir y volver a construir sus propios éxitos para hacerlos más grandes e impactantes con la ayuda de un coro e instrumentos en vivo.

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El director de banda Phil Cornish dijo al New York Magazine: “Kanye está ministrando musicalmente. La idea del Sunday Service es la de realmente ofrecer algo que él pueda respaldar y decir ‘esto puede ayudar a la gente’”. Y sin embargo, la sensación es más de espectáculo que de algo con sustancia. Todo el mundo va vestido igual, con lo que parecen ser prendas de la línea de ropa de West, con una gama de colores que varía semanalmente. Hay algo casi ritual en la forma en que se agrupan en círculo en los claros de los bosques, una disposición extraña para una experiencia de adoración que convierte a los asistentes en espectadores, más que en participantes, alejados del centro de la energía. Y el hecho de que haya celebridades presentes solo con invitación, como Katy Perry y Courtney Love, hace que parezca más una secta basada en las actuaciones que una iglesia.

El Sunday Service no es la súplica de redención de Kanye. No está pidiendo el perdón de sus fans ofendidos o de la comunidad negra por su comportamiento durante 2018; ni siquiera está apelando a la iglesia negra. Es una nueva plataforma, separada de cualquier cosa que pasara el año pasado y hecha para su autocomplacencia. En el vídeo de Jimmy Kimmel que ya hemos mencionado, el presentador le pregunta a Kardashian West si en el Sunday Service la gente estaba adorando a Dios o a Kanye. El público empezó a reír, pero la pregunta parecía sincera. Da la sensación de que el centro y el objeto de toda esta adoración es el propio Kanye.

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Se suponía que Kanye iba a ser cabeza de cartel en Coachella, pero todo se fue al garete cuando la organización se negó a erigir una cúpula gigante para el rapero y su iglesia. Habían accedido a construirle una colina para el Sunday Service de Pascua. “Él tenía una fecha esperando para nosotros”, anunció a su congregación. Suponemos que con ese “Él” no se refería precisamente a un ejecutivo de Coachella.

El domingo por la mañana, los peregrinos de Coachella se dirigieron al pequeño promontorio, junto al recinto del festival, para participar en el servicio de Pascua al estilo Yeezy y previo pago de 225 dólares por una sudadera que decía “Espíritu Santo”, que podía adquirirse en una tienda con “Prendas de la Iglesia”. Una vez más, con este tinglado Kanye volvía a emular las escrituras; varias personas hicieron alusiones a Mateo 21:12-13 como respuesta a las imágenes del merchandising: “Y entró Jesús en el templo de Dios, y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo… y les dijo, ‘Escrito está: mi casa, casa de oración será llamada; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones”.

El Sunday Service de Kanye no se creó como una experiencia religiosa colectiva, sino como una adoración performática para hispters, influencers y VIP. Según TMZ, al evento acudieron 50 000 personas, es decir, la mitad de los asistentes al festival Coachella. Todos esos parroquianos no se habían reunido allí para vivir una experiencia tan poderosa que les cambiaría la vida, sino que estaban allí como espectadores, porque todo era un espectáculo, porque Kanye no puede evitar ser Kanye.

Desde el punto de vista de la producción, esta performance supuso la culminación de todas las reuniones que se habían estado produciendo durante varios meses. Chanthe the Rapper, Teyana Taylor y Kid Cudi estuvieron allí como líderes auxiliares de la ceremonia. El coro, los bailarines y los músicos, todos vestidos con tonos de malva, crearon un hermoso cuadro viviente sobre aquella colina artificial que, por cierto, se había formado en distintas elevaciones escalonadas en círculos concéntricos, una metáfora que resultaba hasta obvia: las multitudes de gente “normal” se situaban en la base de la colina, privados de toda la acción. En la siguiente elevación, estaban los VIP, todavía alejados del servicio, pero ya sobre la colina. Luego estaban sus discípulos, los bailarines y el coro, luego los músicos y, por último, el artista, en el punto más alto y reducido del promontorio.

En el interior de los círculos residía el espíritu y la fuerza que prometía el Sunday Service; en el interior de los círculos había invocación y alabanza, pero no era el público el que recibía toda esa energía proyectada. Todo parecía estar diseñado para el disfrute de Kanye, una reverencia prefabricada y un sermón pronunciado desde la cima de una colina. Tal vez Kanye no haya percibido la diferencia entre llevar a cabo la obra por la que los grandes hombres son alabados y simplemente querer ser alabado como los grandes hombres. En la iglesia de Kanye, estás bendecido porque estás viendo a Kanye siendo bendecido. Tus alabanzas se transmiten a través de las suyas. Estamos ahí para apoyar su conexión con Dios, no para establecer la nuestra propia.

Pese a todo, Kanye sigue siendo un genio musical, pero ha perdido el caos controlado que lo hacía tan atractivo. Ha perdido la capacidad de hacernos creyentes. Ahora es solo un tío jugando a tener una iglesia y su público observa por puro entretenimiento, no por enriquecimiento. La iglesia de Kanye solo tiene como objeto de adoración a Kanye; el Sunday Service está diseñado para él. Él es que busca y el redentor, el que necesita la salvación y el salvador. La suya es una iglesia de uno, con invitación para observar, pero nunca para participar realmente.

Sigue a Naima Cochrane en Twitter.

Este artículo apareció originalmente en VICE US.