FYI.

This story is over 5 years old.

Identidad

¿Tiene sentido que sigan existiendo los baños separados?

No existe ninguna ley que diga dónde tenemos que mear.

Cuando meo a veces pienso en cosas. Bueno, de hecho siempre que meo pienso en cosas pero sobre todo pienso en cosas de mear; cosas de baños. Muchas veces divago sobre la existencia de los baños separados —los de hombres y los de las mujeres— y no logro comprender cómo, en una sociedad como la actual, en la que a nivel teórico ciertas capas de la sociedad ya han avanzado mucho en cuanto a la formulación de géneros no binarios, seguimos separando los baños entre vaginas y penes; que al final es como separar la sociedad entera entre eso mismo, genitales.

Publicidad

Últimamente el tema ha estado calentito por varios sucesos acontecidos en Estados Unidos, como la supresión que ha hecho Trump de una ley aprobada por Obama que permitía a los estudiantes transexuales acceder a los baños y vestuarios del género con el que se sintiesen identificados o la aprobación —en 2016— de una ley en Carolina del Norte que obliga a las personas a usar únicamente los baños que correspondan a su sexo biológico. Ante mi ignorancia, decido preguntar a los que entienden de leyes.

¿Tiene sentido separar los baños? si cada vez existen más identidades de género no es lógico seguir ciñéndose a los patrones marcados por el sexo de las personas. Me parece que lo más lógico sería crear un baño para todos antes que pretender crear distintos espacios para que cada género no-binario que existe pudiera sentirse identificado —cosa que parece imposible porque, realmente, hay infinitas posibilidades fuera del espectro cisgénero, pues cada persona puede autoidentificarse como quiera.

Desconozco el origen de la separación de los baños pero en este texto donde se analiza la evolución de este sistema genérico en EE.UU se espetan frases bastante interesantes como "las justificaciones históricas para las primeras leyes de los Estados Unidos que requerían la separación de los baños por sexos no se basaban en la idea de que los servicios de los hombres y de las mujeres estuvieran 'separados pero iguales' (una política neutral al género que simplemente representaba las diferencias anatómicas), en realidad estas leyes fueron adoptadas como una manera de promover la ideología moral de principios del siglo XIX que dictaba el papel y el lugar apropiados para la mujer en la sociedad".

Publicidad

Marina Echebarria Sáenz, profesora de derecho en la Universidad de Valladolid con un largo historial como activista LGBT y vicepresidenta de la fundación Triángulo, me comenta que, históricamente, la idea del váter público no ha existido. "Durante centenares de años no ha habido váteres públicos, en los palacios la gente orinaba en un orinal, en un cubo, no en público, delante de todo el mundo y en los pueblos pues lo hacían en los corrales. Es cuando se empieza con las políticas sanitarias —estamos hablando de finales del siglo XIX, como muy pronto, en las grandes ciudades— y, sobre todo, a partir de los años veinte que, en las ciudades y en los grandes pueblos, empiezan a haber baños públicos". Y en esa época los niños y las niñas estaban separados en las escuelas y los hombres y las mujeres estaban separados prácticamente en todos los sitios porque los regímenes que había en esos momentos eran totalitarios y tenían unas ideas muy concretas de la moral. Además estaba la iglesia, por lo que se insistía en esa idea de la segregación. Entonces, claro, los baños públicos que se empezaron a construir estaban separados por sexos, de ahí viene y es algo bastante reciente", aclara Echebarria.

"Durante centenares de años no ha habido váteres públicos, en los palacios la gente orinaba en un orinal, en un cubo, no en público, delante de todo el mundo y en los pueblos pues lo hacían en los corrales"

Publicidad

¿Y qué dice la ley? Porque, claro, no solo están las cuestiones de género. ¿Qué pasa con toda esa gente que tiene que acompañar a sus hijos al baño: padres solteros entrando en baños de señoras para tutelar a sus hijas. O esas mismas niñas viéndose obligadas a entrar a un baño lleno de penes sueltos acompañadas de sus madres o padres. ¿Cómo se decide dónde entrar? ¿Por el sexo del padre, del hijo? Luego están las personas con discapacidades que necesitan cierto acompañamiento. No sé, existen mil variables en las que el gran muro de la separación de géneros ya no tiene ningún tipo de sentido a la hora de defecar o mear.

Ricardo de la Rosa Fernández —abogado presidente de la sección de nuevos modelos de familia del Colegio de Abogacía de Barcelona— me advierte que, legalmente, no existe ninguna ley que estipule la obligación de instalar baños para hombres y para mujeres (salvo si existiera una ordenanza municipal a la hora de establecer el número y tipo de baños que pueden tener los establecimientos de pública concurrencia). Es más, no existe ninguna limitación a nivel legal que obligue a nadie a ir al baño según el sexo que aparezca en su DNI: las personas pueden entrar al baño que quieran sin importar su sexo o identidad de género.

No existe ninguna limitación a nivel legal que obligue a nadie a ir al baño según el sexo que aparezca en su DNI

"Otra cosa es que esto conduzca a un conflicto, como que por ejemplo, un hombre utilice el baño de las mujeres, que estas protestan al encargado o al dueño del local y que este aplique el derecho de admisión entendiendo que se está perturbando el orden en su local. Pero esto sería una consecuencia colateral, no directa".

Publicidad

De hecho, según la profesora de derecho, esta segregación "es una construcción social. Si te das cuenta todos los baños son mixtos desde el momento en el que podemos ir al que nos dé la gana —y en casa todos tenemos un baño mixto. Sí, es verdad que unos están más acondicionados para las mujeres porque están las toallitas o el contenedor de las compresas y son baños de asiento y los otros tienen los baños de pie que, evidentemente, solo unas los hombres, pero ahora, realmente, todos los baños son mixtos". Por lo tanto, que quede bien claro en este artículo, no hay ninguna ley de váteres que nos obligue a ir a un váter determinado. "Sí que existe la obligación de comportarse cívicamente en todos los espacios públicos —y en los váteres también— pero no hay una ley que te diga que tú no puedes ir al váter de chicas", espeta Echebarria.

Al principio pensaba que el asunto de esta segregación por sexos respondía a un tema de pudor o de intentar amortiguar ciertas tensiones sexuales entre sexos —visualizar el sexo ajeno nos proyecta hacia un imaginario sexual y erótico— pero Echebarria me comenta que, "por la misma razón, en las iglesias tendríamos que volver a separarnos. Y en los cines, donde todo está oscuro, ¿qué? ¿¡por el amor de Dios qué hace la gente mezclada por sexos a oscuras!?". Según Echebarria este argumento lo podríamos estirar hasta donde quisiéramos y podríamos volver tranquilamente a la sociedad de la sección femenina de los años 30, donde había esa necesidad de preservar a las mujeres.

Publicidad

Yago Blando, coordinador de la asociación LGTB+H Arcópoli —la asociación no se ha posicionado en este tema pero Yago opina a nivel personal—, piensa que los baños separados "sí que siguen haciendo falta en la medida en que los baños de mujeres son un espacio seguro para ellas. Entiendo que hay muchos tipos de género que pueden no sentirse representados en los baños separados pero se perdería mucho más de lo que se ganaría: para una mujer supondría que todos los baños fueran un espacio que percibirían como muy hostil".

A Echebarria le resulta curioso que "incluso algún pequeño grupo feminista haya entrado en esta línea de 'así alejamos a los agresores'. Es absurdo. Un agresor te agrede en un parque público, en una calle, en un portal, ¿porque tú pongas un letrerito que ponga que este es el váter de mujeres crees que frenas al agresor? Eso es una utopía. El agresor agrede porque es un agresor y buscará el espacio adecuado. Al contrario, un baño mixto no sería el lugar adecuado para ninguna agresión desde el momento en el que puede entrar cualquier persona. En el fondo es un mito de esquema social".

Según Echebarria "esta actitud fomenta la segregación por sexos" y cree que "cuando esta polémica, entrados en pleno siglo XXI, surge [refiriéndose a los casos sucedidos en EE. UU.] es por el intento que tienen algunas personas de no querer ver o mezclarse con determinadas personas que no son de su agrado".

"El agresor agrede porque es un agresor y buscará el espacio adecuado. Al contrario, un baño mixto no sería el lugar adecuado para ninguna agresión desde el momento en el que puede entrar cualquier persona"

Miremos a los países escandinavos, allí las saunas son mixtas. Esto significa que la gente se desnuda allí y, curiosamente, resultan ser sociedades más igualitarias que la nuestra. Para Echebarria, esta situación "obliga a un comportamiento civilizado en un contexto en el que la gente está mezclada; nos acerca y dejamos de ser seres misteriosos que nos encontramos muy de vez en cuando (se introduce una cotidianidad) y es un factor de igualdad o igualizante". Según Echebarria estas políticas acaban con la idea de que si la mujer no está a resguardo no está segura; de que una mujer no puede estar, a partir de cierta hora, en la calle o que una mujer no debe ir a determinados sitios porque hay hombres y "vete a saber". "Admitir que hay espacios en los que tienes que comportarte como en seguridad porque el hombre es un depredador es admitir y tolerar la actitud de depredación" concluye.

En definitiva, hay leyes que no existen y que nadie escribe pero que, sin embargo, se imponen de una manera tremenda y se cumplen a rajatabla. Podríamos decir que es más un tema de conciencia social general que no tanto de arquitectura, aun así la segregación en los baños públicos es una muestra de ello y no hace más que poner barreras a la normalización de otras identidades de género, a la desexualización de la sociedad y, en cierto modo, contribuye a construir una realidad en la que la diferencia entre géneros no es algo solamente físico sino que puede encontrarse en la brecha salarial de este país —que es de un 29 por ciento— o en la escasa presencia femenina en los altos cargos del IBEX 35, en cargos directivos de empresas o partidos políticos o en muchos otros campos (artísticos, deportivos…). "Si seguimos así veremos que en esta sociedad las mujeres —y no digamos las minorías— no suben. Hemos de empezar a plantearnos seriamente hasta qué punto queremos que eso de la igualdad vaya en serio. Supuestamente todos tenemos los mismos derechos pero no es la realidad", finaliza Marina Echebarria.