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la obstinación no siempre es una virtud

Rajon Rondo nunca cambia

Los Dallas Mavericks apostaron por Rajon Rondo con la esperanza de que cambiara para adaptarse a sus necesidades. Pero Rondo no cambia, y lo que una vez le hizo grande ahora le está destruyendo.
Photo by Jerome Miron-USA TODAY Sports

La terquedad y la fuerza de voluntad son dos caras de la misma moneda: la diferencia está en el resultado. Si te mantienes firme y fracasas, serás un cabezota arrogante. Si sigues en tus trece y triunfas, tu dedicación férrea y tu fuerza de voluntad serán dignas de elogio.

Esta disonancia cognitiva define al Rajon Rondo (campeón de la NBA, base rompedor y reconocido tío raruno) de 2015. Rondo es obstinado, un inamovible devoto de sus propias ideas baloncestísticas: el estadounidense es, de una forma literal, el chico más listo de la sala y a la vez un atleta milagroso. Durante un tiempo, estas dos características le convirtieron en una estrella. Ahora mismo, la combinación es uno de los mayores líos a los que se enfrenta la NBA.

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A día de hoy, a Rondo le define sobre todo un largo calvario autoinfligido en los Dallas Mavericks. Son ejemplos de ello su pelea a gritos con Rick Carlisle poco después de llegar al equipo y su dejadez durante los pocos minutos que tuvo en el segundo partido de la serie contra los Houston Rockets. La ostensible lesión en la espalda que le obligó a dejar el partido y el resto de la serie seguramente también representó el fin de su carrera en los Mavericks.

Este verano, Rondo sopesó ofertas espectacularmente lucrativas de los New York Knicks y los Los Angeles Lakers. El hecho de que los Mavericks hicieran una oferta desesperada por él pesó en la decisión: un muy buen equipo arriesgó el funcionamiento de su juego, tan bonito como extremadamente complejo, y decidió meter un elefante en una chatarrería. Los Mavs apostaron por la mejora en defensa y confiaron en la leyenda de Play-off Rondo… y como premio, a mediados de agosto seguramente aún estarán recuperándose de sus heridas.

La decisión de Dallas de incorporar a Rondo no funcionó, pero ojo: no era necesariamente una mala idea. Simplemente ocurre que cualquier apuesta por Rajon Rondo que no permita a Rajon Rondo hacer exactamente lo que Rajon Rondo quiera será una apuesta perdedora.

Encontrar fotos de Rajon Rondo con cara de circunstancias es aún más fácil de lo que parece. Foto de Jerome Miron-USA TODAY Sports.

Rondo es una maraña de contradicciones. El jugador de Louisville es un sabio del hermetismo, un introvertido en un mar de personalidades gregarias. A pesar de que su baloncesto es claramente colectivo y dirigido a los demás (lo que mejor hace Rondo es pasar la pelota, compartir el balón, generar juego para otros), no se detecta generosidad en su espíritu. Comparte, pero en el momento y la forma en la que él quiere. Sus compañeros no pintan nada en el asunto; recibirán un balón franco única y exclusivamente cuando Rajon y solo Rajon lo decida.

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Rondo ciertamente merece parte de las críticas que ha recibido por la forma en la que han ido las cosas en Dallas. Fue él quien rompió el esquema de juego de los Mavs, quien colapsó los espacios con su indisciplina posicional, quien jugó de forma inconsistente en defensa y quien discutió a gritos con Carlisle. Rondo fue quien falló todos los tiros que no debía tirar y quien rehusó asumir la responsabilidad cuando le correspondía. Fue Rajon quien destruyó la química de los Mavericks, quien rompió su buena racha, quien ocupó el lugar de Brandan Wright. Fue Rondo quien intentó controlar todos y cada uno de los ataques, lo necesitara el equipo o no. Fue Rondo quien retuvo el balón, y retuvo el balón, y siguió reteniendo el balón, y retuvo el balón un rato más. Todas estas cosas son culpa suya de forma inapelable.

No hay que olvidar, sin embargo, que la decisión de incorporar a Rondo (y darle, por consiguiente, la oportunidad de protagonizar todas estas escenas lamentables) fue de los Mavericks, a pesar de que ahora se presenten como víctimas. Apostar por Rondo era un riesgo claro, a pesar de que las razones fueran de peso. Los Mavs no podían ganar a ningún equipo del Oeste en los play-offs porque eran incapaces de impedir que los rivales anotaran, y sus técnicos lo intentaron compensar. A pesar de que sin duda crearía problemas en su ataque, Rondo teóricamente ayudaría a los texanos en defensa y les proporcionaría un equilibrio que compensaría los desajustes.

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El escenario que buscaba la franquicia de Mark Cuban, no obstante, requería un cierto esfuerzo por parte de Rondo. Estaba claro que había tenido problemas en Boston para recuperar su tono físico tras las lesiones, pero los Mavericks no esperaban que Rajon fuese mejor de lo que había sido: esperaban que fuera distinto, simplemente.

Rondo empezó a botar, y siguió botando, y botó y botó hasta el infinito y más allá. Foto de Troy Taormina-USA TODAY Sports

El equipo estaba preparado para ayudarle, para hacerle el camino más sencillo y acomodarlo en la medida de lo posible. Los Mavs, sin embargo, fracasaron con Rondo porque no tuvieron en cuenta hasta qué punto Rajon podía ser obstinado. La cabezonería es una obviedad con el base de Louisville, pero hasta ahora jamás había sido tan venenosa como lo terminó siendo en Dallas.

En su mejor momento, la fuerza de voluntad de Rondo era inmensa. Hasta la última persona del pabellón sabía qué iba a hacer y qué no, y nadie podía impedir que ocurriera: esta pureza es lo que le hacía tan cautivador para el espectador. Rondo podía botar el balón hasta que la línea de pase que él buscaba se abriese, y quien estuviera mirando se daba cuenta de que la espera había valido la pena. Rondo manipulaba el juego a su voluntad, lo dominaba hasta que se rendía a él. Cuando llegaban los play-offs, Rajon solía aumentar su dosis de asertividad, pero el efecto estético de insistencia pasiva se mantenía invariable.

Rondo sigue haciendo las mismas cosas: todo el mundo en el pabellón sigue sabiendo a lo que juega. Sencillamente, lo que antes servía ahora ya no funciona. Puede que sea culpa de un cuerpo más lento que antes, o de un sistema distinto al que le rodeaba en Boston. La mayor parte de la culpa, sin embargo, es de la inmersión del propio Rajon en su propia rigidez. La apuesta de los Mavericks requería que Rondo fuese un poco menos como él mismo y un poco más abierto a adaptarse. Eso les arruinó, y tampoco es que haya ayudado demasiado al propio Rondo.

En realidad, en la NBA ya no ha sitio para Rajon Rondo. Sí, algún equipo valiente (o desesperado) le pagará mucho dinero por jugar a baloncesto el año que viene, y Rondo seguirá ofreciendo su inamovible firmeza de espíritu; pero el mundo ya no se doblará para acomodarse a él. Se perderán partidos. Se herirán sentimientos. No nos engañemos: todos sabíamos desde el primer momento que las cosas iban a terminar así para Rondo.