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El traficante de marfil más buscado es sentenciado a 20 años de cárcel

Este histórico juicio estuvo plagado de numerosos retrocesos.
Imagen: Flickr/Max Sang.

Sucedió en el parque nacional de Nairobi durante el pasado mes de abril. Uhuru Kenyatta, presidente de Kenia, prendió una bandeja de combustible y comenzó un fuego monumental. El líder africano observó entonces cómo 1.35 toneladas de marfil y de cuernos de rinoceronte eran depositados sobre las llamas. Poco a poco la hoguera fue rodeada por las llamas que, de pronto, se avivaron hasta convertirse en la mayor quema de estos preciados huesos.

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Entonces Kenyatta quiso dar un puñetazo sobre la mesa y mandar un mensaje contundente: los elefantes y otras especies en peligro de extinción que habitan en su vastísima sabana valen más vivos que muertos. Los cuernos y los colmillos fueron incinerados para evitar así que llegaran a las manos de los criminales que se enriquecen con su tráfico.

Y este viernes pasado un tribunal de Kenia decidió mandar un mensaje todavía más contundente a los potenciales cazadores salvajes del futuro: si deciden seguir traficando con especies protegidas, pagarán el precio. Feisal Mohamed Ali, a quien las autoridades del país africano reconocen como a uno de los traficantes de marfil más prolíficos del país, fue sentenciado el viernes a 20 años de prisión en gran medida gracias a evidencias circunstanciales.

Lo cierto es que históricamente los grandes traficantes y vendedores de piezas de animales salvajes nunca habían recibido castigos remotamente parecidos. Y eso se explicaba, en gran medida, debido al elevado nivel de corrupción de los tribunales africanos. Ali ha sido multado con 200.000 dólares y ha sido considerado culpable por estar en posesión de 413 piezas de marfil, valoradas en más de 400.000 dólares.

En junio de 2014 dos toneladas de marfil que habrían pertenecido al imputado fueron halladas en un almacén de Mombasa, la segunda ciudad más grande de Kenia. Poco después del descubrimiento, Ali fue detenido en Tanzania. Claro que se las arregló para eludir la captura. Al menos, al principio.

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El pasado mes de octubre, después de verse presionado por el pueblo keniata y por las organizaciones conservacionistas, el gobierno del país africano hizo una petición formal a la Interpol para que ésta emitiera una orden de arresto para apresar a Ali, quien fue finalmente detenido durante la pasada Nochebuena.

El caso ha estado plagado de posibles irregularidades achacables a la corrupción. Una de las principales evidencias de la fiscalía, la presencia nada menos que de 9 vehículos rellenados hasta los topes con piezas de marfil, desapareció mientras se encontraba bajo custodia policial.

Mientras el mercado del marfil no para de aumentar en el Asia Oriental, los elefantes y los rinocerontes kenianos son cada vez más perseguidos. Como ya informó la revista National Geographic, las cifras que baraja el departamento de Estado de Estados Unidos apuntan a que uno de cada cinco elefantes han sido asesinados a manos de cazadores ilegales durante la última década.

Kenia es un país obligado a tomar medidas más duras contra los traficantes de marfil, especialmente ahora que la propagación de la horrible práctica está afectando negativamente al proverbial turismo de safari y vida salvaje que atrae turistas al país. Los turistas occidentales que acuden a visitar los monumentales parques nacionales Oriental y Occidental de Tsavo, dejan cientos de millones de dólares en las arcas del país.

Tanto Ali como su abogado han anunciado que planean pelear la sentencia del tribunal keniata. Otros cuatro inculpados a quienes se acusaba de haber colaborado con Ali han sido absueltos.