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En fotos: paella, siestas y guiris sin camiseta en la Fórmula 1

Nunca había ido al gran circo de la Fórmula 1, así que mi primera vez me dejó cantidad de enseñanzas... incluyendo, especialmente, la necesidad de colar bebidas para disfrutar del día —y de ponerse cantidad de crema solar.
Todas las fotos son de Pau Riera

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Nunca había ido a ver nada relacionado con la Fórmula 1 en directo. De hecho me atraía más bien poco.

No obstante, dicen que en esta vida se tiene que probar todo… y pasar un sábado en el Circuit de Montmeló no podía ser mucho peor que pasarlo en el sofá de casa reflexionando acerca del sentido de la vida y el deparar del futuro de la humanidad.

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Así que cogí mi cámara y me acerqué hasta Montmeló con un amigo. Lo primero que hizo él fue asegurarme que en los últimos años la espectacularidad de la Fórmula 1 había bajado varios enteros, pero que el ambiente seguía siendo digno de ver.

Al llegar vi inmediatamente por dónde irían los tiros.

Un cartel enorme que indicaba dónde se podía conseguir paella —a saber qué tipo de desgracia culinaria sería— presidía la entrada. La mayoría de gente a mi alrededor, no obstante, iba equipada con grandes neveras y bolsas llenas de comida. Solo los guiris parecían interesados en adquirir platos de la famosa paella… y de jamón, por supuesto. All you need es jamón.

Toda esa comida debía hacerse bajar con alguna especie de líquido. Vi que muchos bebían cerveza. Al preguntarles cuánto costaba, sin embargo, muchos dijeron que era un robo: la cerveza era sin alcohol, porque estaba prohibida la venda de bebidas alcohólicas. Mierda: no podría beber para olvidar si el experimento de la Fórmula 1 me superaba.

Todas las zonas verdes y de picnic del circuito ya estaban llenas dos horas antes de que empezaran las clasificatorias, aunque la gente parecía estar poco interesada en los entrenamientos libres de Sebastian Vettel y compañía o en la carrera de Porsches que se celebró después. De hecho, no faltaban quienes se pegaban una siesta bajo de los árboles del circuito sin importarles lo más mínimo lo que pasaba sobre la pista.

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El sonido de los coches ya se oía en los boxes. En ese momento llegó mi primer descubrimiento directamente relacionado con los motores de Fórmula 1: ya no son lo que eran. Si el estruendo del motor de uno de los bólidos más rápidos del mundo no puede despertar a un guiri cualquiera que ni siquiera va borracho, ya nada es como era antes.

Yo, sin embargo, quería ver de cerca los coches, así que me instalé en la zona donde se veía más gente dispuesto a abrirme al ambiente que me habían dicho que impregnaba el circuito.

Otra cosa que me habían dicho es que los aficionados de Fernando Alonso eran los más locos y ruidosos de todo el Mundial. Hasta tenían montada una fiesta para cuando acabasen las clasificaciones —a pesar del resultado que consiguiera Fernando—. El domingo de carrera debe ser diferente, pero el sábado clasificatorio no había ni el tato en su grada.

Sí, es esa zona muerta sin una sola alma que ves detrás del cartel de la marca de relojes. Suerte que Fernando nunca pilotará solo, porque si llega a hacerlo, a lo mejor se encuentra con el circuito vacío…

Visto el éxito con Alonso, tanto deportivamente hablando como de sus fans, me fijé en la escudería que nunca falla: Ferrari. Unos italianos la mar de simpáticos que siguen el Mundial me dijeron que el equipo del cavallino rampante siempre tenía aficionados que animasen. En la práctica, sin embargo, los únicos forofos que demostraban serlo eran los niños que había en el circuito.

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Estos son los simpáticos italianos que recorren el mundo siguiendo las carreras de Fórmula 1. Desde luego, les debe gustar mucho.

Finalmente entendí que ese no era mi mundo, sino el de gente paciente que acepta estar horas debajo de un sol abrasador para poder ver a sus ídolos subidos en un monoplaza que aparece y desaparece fugazmente. Es otra filosofía de vida, desde luego.

Ah, y el bronceado, claro. Ponerse moreno es una de las claves de la Fórmula 1: aunque te hayas comprado la última versión de la camiseta corporativa de McLaren, es mejor llevarla colgado del pantalón que puesta. Hay que molar.

También entendí que no iba la suficientemente preparado. Me faltaba la silla plegable donde poder sentarme mientras pasaban los interminables minutos hasta que apareciera un coche por esa curva.

También echaba de menos unos prismáticos para espiar al resto de gente que estaba tan loca como yo para ir un espectacular sábado de mayo al circuito en vez de ir a pasear por la playa o a hacer una excursión por la montaña. No, los prismáticos no son para ver a Max Verstappen guiñándote el ojo después que Lewis Hamilton y Nico Rosberg se hayan matado entre ellos.

Tampoco me habrían ido mal unos cascos aislantes del ruido. En realidad, la reducción del sonido de los motores los hacen bastante innecesarios, pero siguen molando… y si los llevas, siempre puedes hacerte pasar por un gran aficionado de Pascal Wehrlein o cualquier otro piloto underground.

Cabe fijarse en el detalle de la camiseta del crío: que yo sepa, Valentino Rossi es de otra disciplina de motor… pero bueno, no me hagas mucho caso porque no soy ningún experto.

El autor se queja mucho, pero al final terminará volviendo al circuito el año que viene… y tú puedes seguirle en Twitter: @21pauriera