Momentos sublimes de la vida mundana: las increíbles fotos de David Hurns

Arizona, EUA, 1980. Una clase matutina de fitness al aire libre en la comunidad de jubilados de Sun City. Sus edades oscilan entre los 60 y los 94 años de una persona que logró correr cien metros en 50 segundos en las Olimpiadas Senior.

Magnum es, probablemente, la agencia de fotografía más famosa del mundo. Aunque no hayas oído hablar de ella, seguramente te sonarán sus imágenes, ya sea el reportaje de Robert Capa sobre la Guerra Civil Española o las fotos vacacionales del pueblo británico. A diferencia de la mayoría de agencias, en Magnum son los propios fotógrafos de la agencia los que seleccionan a sus miembros, por lo que entrar a formar parte de sus filas no es tarea fácil. Siguiendo nuestro acuerdo con Magnum, dedicamos un espacio a algunos de sus fotógrafos.

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Tras varios tropiezos en el periodismo fotográfico durante la década de 1950, la carrera de David Hurn despegó con sus fotografías de los Beatles y de otros iconos de la cultura pop de los años 60. También es responsable de gran parte del trabajo artístico de Barbarella y de la saga de películas de James Bond y de las fotos de moda de publicaciones como Harper’s Bazaar. Pero, como él mismo dice, solo se trataba de un trabajo que le permitía desarrollar su verdadera pasión: fotografiar momentos sublimes de la vida mundana.

Hablé con Hurn sobre la fotografía de bodas, la importancia objetiva de la colonoscopia y la importancia de no ponerse “místico” con la fotografía.

VICE: En comparación con muchos fotógrafos, tu trabajo es extremadamente diversificado. Desde cosas sobre conflictos hasta fotos sobre estrellas del pop y de la contracultura de los 60, pasando por documentales y fotografía de calle. ¿Esta variedad es intencionada? ¿Buscabas conscientemente probar cosas nuevas?

David Hurn:No es que quisiera probar cosas nuevas de vez en cuando. Cuando empecé, a mediados de los 50, no había galerías ni nada por el estilo. Si estabas en el mundo de la fotografía, era porque te dedicabas a las fotos de bodas, las de ciencia o a esa palabra, “periodismo”. Todos lo hacíamos. Yo quería ser veterinario o arqueólogo, pero no tenía estudios. La primera vez que cogí una cámara fue mientras estaba haciendo el servicio militar, y descubrí que me gustaba. Era muy tímido, y la fotografía está muy bien para la gente tímida; te escondes detrás de algo y tienes una excusa para estar en un lugar. Si alguien te pregunta qué estás haciendo, en lugar de encogerte de hombros y chapurrear como loco, puedes decirle: “Ah, soy fotógrafo”.

¿Cuándo empezaste a tomártelo en serio?

Tuve uno de esos momentos que te cambian la vida. Vi una foto en un ejemplar de Picture Post. En el ejército nos hacían creer que todos los rusos se comían a sus hijos, pero en esa foto vi a un oficial del ejército ruso comprándole un sombrero a su mujer en un centro comercial. Y empecé a llorar. Me conmovió inmensamente. Mi padre había estado fuera durante la guerra, y cuando volvió, lo primero que hizo fue llevar a mi madre a Howells [un centro comercial], en Cardiff, y le compró un sombrero. De repente me di cuenta de que la fotografía puede provocar sentimientos en la gente si está bien hecha.

Budapest, Hungría. 1956. La vida sigue durante una tregua entre combates.

¿Cómo se transformó ese momento en una profesión?

En ese mismo momento decidí que eso era lo que quería hacer. Dejé el ejército. Eran mediados de los 50 y la revolución húngara estaba empezando. Mi instinto me decía que si iba, encontraría algo para fotografiar. Así, mi primer trabajo, que se puede decir que trataba sobre la violencia, lo hice porque me pareció una buena forma de iniciarme en algo de lo que sabía muy poco.

Francamente, no me gustaba demasiado. Mi concepto de una experiencia vacacional no es precisamente que te peguen un disparo. Tuve suerte, conocí a algunos reporteros de LIFE Magazine y les seguí. Conseguí que publicaran algunas de mis fotos en LIFE, en Picture Post y the Osbserver. Pronto aprendí que es mejor empezar desde arriba que desde abajo. Desde arriba, siempre puedes aferrarte desesperadamente. Si empiezas desde abajo, te espera un largo ascenso.

Tus comienzos en la fotografía fueron los reportajes de conflictos, pero enseguida abandonaste ese campo, ¿verdad?

Lo que ocurrió fue que sabía que no era lo que quería hacer. En parte porque estaba rodeado de gente como Don McCullinPhilip Jones GriffithsIan Berry y los demás, que estaban mucho más interesados que yo en ese aspecto político. Yo tenía que encontrar mi especialidad. Empecé a trabajar principalmente para revistas estadounidenses, pero no ganaba dinero. Por casualidad entré en el mundo del cine y el arte. Conocí a un actor llamado Richard Johnson, al que fotografié en 1968 más o menos. Eso me llevó a cubrir una película, en la que conocí a un publicista… Todo está entrelazado. Trabajé con el publicista en grandes películas. Pero todo eso era secundario en mi vida. Hice los pósteres originales de las películas de Bond, casi toda la fotografía de Barbarella, y la mayor parte del material original para las películas de los Beatles. Todo lo hice porque era necesario para poder dedicarme a lo que realmente me gustaba: observar el mundo.

Usk, Gales. 1994. Noche de chicas en el pub local

Los trabajos comerciales eran el medio para lograr un fin, ¿no?

Sí, totalmente. En 1970, cuando volví a Gales, ya no volví a aceptar más encargos, trabajaba en mis propios proyectos. Eso no quiere decir que si una revista quería pagar por mi trabajo fuera a decir que no. Pero eso es distinto.

¿Crees que no hay suficientes fotógrafos de mente abierta y maleables, que no están dispuestos a realizar trabajos comerciales o que consideran que estos encargos en conflicto con sus ideales?

Creo que es una de las cosas malas que te ocurren cuando estás en la universidad. Muchas de las personas que enseñan fotografía tienen un concepto muy místico de lo que debería ser. No les dicen a sus alumnos que lo primero que tienes que hacer como fotógrafo es no morirte de hambre. Si no, pocas fotos podrás hacer. La cosa está en encontrar un equilibrio entre hacer lo que te gusta y ganarte la vida. Si cuando estás empezando en la fotografía alguien te pide que hagas un reportaje de boda, no deberías rechazarlo. Puedes aprender mucho haciendo fotos en las bodas. Trabajas con un guión. Necesitas una foto de los novios, no vale con hacer una foto de un ramo de flores y decir, “las flores son preciosas, me recuerdan a la primavera”; no funciona así. Uno puede aprender de hacer cualquier cosa bien hecha, sea o no lo que te gusta hacer. Sobrevive, concéntrate en aprender y, cuando tengas la oportunidad de hacer lo que quieres, tendrás el conocimiento para hacerlo bien. La fotografía no deja de ser un trabajo y, como cualquier trabajo, has de entenderlo y comprender también el contexto y el público al que va dirigido.

Porth Oer (Dunas silbantes), Gales. 2004. Disfrutando de la playa.

¿Crees que hay cierto grado de presuntuosidad en torno a la fotografía?

Es algo que abunda sobre todo en algunos tipos de fotografía. Se dice que, en un incendio, lo primero que la gente trata de salvar no es el Cartier Bresson de la pared, sino el álbum de fotos de la boda. Creo que esto debería discutirse más ampliamente, pero quizá lo que quiere decir es que algo tan sencillo como un álbum de fotos de una boda tiene una importancia tremenda para la gente, así que, si vas a hacer un reportaje de boda, hazlo bien. Es algo muy honorable y, en cierta manera, más importante incluso que hacer fotos “de oído”, sin observar nada. La fotografía se basa en observar. El mundo es maravilloso. Sal y captúralo todo; captura lo que creas que es maravilloso y ten la esperanza de que guste a los demás. Y si, además de gustarles, te pagan por ello, aún mejor.

Pwllheli, Gales. 1974. Piscina cubierta del campamento de vacaciones Butlin.

Respecto a eso —observar la normalidad y la vida—, quizá esa sea la otra cara de tu trabajo y la más importante. Observar la vida diaria, principalmente en ciudades pequeñas, ya sea en Arizona o en Gales. No quiero que suene mal, pero, ¿es un retrato intencionado de las “pequeñas ciudades”, de a normalidad, o incluso de la banalidad?

Una vez escribí: “La vida, en su discurrir frente a la cámara, resulta tan compleja, maravillosa y sorprendente que no veo la necesidad de crear realidades nuevas”. Ahora quizá suene algo pomposo, pero lo que quise decir es que para mí, es más placentero registrar las cosas tal como son. Siempre he procurado inmortalizar la vida tal como yo la veo. Cuando regresé a Gales, empecé a fascinarme por la palabra “cultura”. No sabía realmente qué se entendía por ese concepto. Se me ocurrió que, si viajaba por Gales y quizá hiciera algunos libros —uno con los sitios donde vive la gente, otro sobre los paisajes en los que viven, etcétera—, quizá podría llegar a entender qué es la cultura. Y es básicamente lo que estoy haciendo. Disfruto fotografiando lo mundano.

¿Es el trabajo que sigues haciendo actualmente?

Ahora tengo 80 años, y suelo ser muy tenaz, así que, cuando fui consciente de que me estaba haciendo mayor y me estaba volviendo más lento, pensé: “¿Qué podría hacer que me ocupara los próximos diez años de mi vida?”. En un libro de John Updike que estaba leyendo, había una nota que decía “Otorgar a lo mundano la belleza que le corresponde”. Me encantó.

Tomé la decisión de realizar un proyecto sobre mi pueblo, que es con lo que estoy ahora. Es muy interesante: vas al club literario de mujeres y ves a ocho mujeres debatiendo sobre un libro que han leído. Lo encuentro increíblemente interesante y a la vez difícil. Es algo muy cotidiano. Si no tienes cuidado, empiezas a usar trucos para evitar esa cotidianeidad, usando otra lente, Photoshop o lo que sea, pero lo que realmente tienes que hacer es fotos que sean aburridas, básicamente, y cuyo único interés sean los pequeños detalles y los gestos.

Llandovery, Gales. 1996. Mantenimiento del camposanto.

Así que eso es lo que te interesa, la normalidad

¿Lo que me interesa? En cierta manera, no me importa. Puedes ser fotógrafo de bodas, de guerra o uno de los que se autodenominan “artistas”, aunque nada me desconcierta más que las personas que se sienten atacadas cuando les preguntas que qué quieren decir con “artista”. Si quieres ser un artista, me parece bien.

Yo creo que todo es interesante siempre y cuando esté bien hecho. Quiero decir, en una jerarquía por orden de importancia de las fotos más importantes en la vida de la gente, la foto que te toman metiéndote una cámara por el culo quizá sea la más importante. Más realista no se puede ser. Por orden de importancia, la colonoscopia o la radiografía son probablemente las fotos más importantes. El resto, en comparación, es bastante cotidiano. Pero tampoco se trata de eso. La idea es que una persona muestre a los demás algo por lo que tiene un especial interés de una forma que quizá no hayan visto antes. Las fotos de Take Weegee, me encantan. Yo no quiero ser fotógrafo de prensa, pero cuando veo esas fotos me maravillo con las cosas que se pueden llegar a hacer con una caja con un agujero delante.

Gracias, David.

Haz click en los numeritos para ver más fotos de David Hurn.

Aberavon, Gales. 1971. Abuelos  Señores mayores tomando el sol al lado de la playa de Aberavon.

California, Estados Unidos. 1992.

Six Bells, Gales. 1975.  La última caminata hacia la Capilla. La congregación de varias capillas se unen a la caminata mientras los cantantes pasan por delante de la capilla. Es la última caminata de la que tengo constancia.

Arizona, Estados Unidos. 1979. Concurso de pulsos.

Sun Lakes, Arizona. 1997. The Dancing Grannies es un grupo formado por cinco abuelitas de entre 60 y 70 años.

Arizona, Estados Unidos. 1979. Dos amigas posan frente a un coche ganador en una concentración de coches a las afueras de Phoenix.

Barry, Gales. 1971.