A Index Finger muchos llegamos en el tránsito del Centro a Chapinero para cambiar el clásico parche en el chorro de Quevedo. En la 13 con 32 se veía el letrero de metal, que contrastaba con la casa colonial que resguardaba. Lo primero que venía a la mente era una escena de boxeo callejero, presidida por un referee ebrio rodeado de todo el lumpen que la ciudad pudiera contener en una casa vieja en pleno Teusaquillo. “Hasta putas habrá”, decía un amigo antes de entrar. El letrero incrustado en una reja plateada daba esta sensación y La entrada reafirmaría el hecho. En algunos de sus escalones, con una pintura blanca gastada sobrevivían los letreros de “Chac”, “Index Finger”, “Tauro” y otro nombre que no recuerdo mientras cada escalón rechinaba a su paso.
Cuando se iba llegando al segundo piso se sentía el calor que sólo los lugares llenos de muchos metaleros, paredes negras, poca ventilación y uno que otro fumador pueden generar. Lo primero que saludaba de golpe eran los baños y una torre de sonido mal ubicada que obligaba a gritar toda la noche. El espacio era/es extraño. Es un piso donde perfectamente puede funcionar una notaría o cualquier oficina de compartimientos sospechosos. Habían algunos cuartos que permanecían cerrados pero de los que salían misteriosamente uno que otro personaje con guitarras y cables a la espalda. La tarima estaba ubicada a la derecha de la entrada y a unos ocho metros al norte estaba la barra, todo esto truncado por columnas y paredes sin puertas.
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Por la barra, que era la mitad del bar, uno se podía deslizar para ir al fondo del sitio. Allá estaba una sala de ensayo y una pequeña recepción donde se alistaban los músicos. Como casa colonial que es, por supuesto que tiene balcones y de ellos asomaban innumerables cabezas fumadoras, acompañadas por el sonido ahogado de las canciones que se mezclaban con las risas o los gritos de los clientes, algo que por fuera también alimentada esta idea del peleadero ilegal.
La poca iluminación delataba de vez en cuando los murales biomecánicos y futuristas del bar. Desde las columnas hasta la parte frontal de la barra estaban repletas de imágenes que recordaban a Alien o cualquier escena donde H.R Giger hubiera metido la mano. El caso, era un parche del putas, todo estaba bien hasta que se cometía el error de pedir una canción o de hacer cualquier cosa que exigiera acercarse a la barra: había un bar tender con el genio siempre estallado, no se sabe si de lidiar toda la noche con metaleros ebrios o por naturaleza. Como la idea no era formar pelea ni mucho menos, la temprana andropausia del tendero era algo totalmente sin importancia frente a los buenos conciertos y buenos momentos que se podían pasar ahí.
Index Finger no era solo un bar. Desde su inicio se había comenzado a proyectar y alimentar en la parte trasera de la barra, la propuesta del ensayadero, que sigue vigente con un par de cabezotes Randall y una batería roja montada en una estiba alfombrada. Siempre contó con la presencia de dos artistas plásticos y otros artistas visuales que colaboraban con los talleres que ofrecía el bar porque ante todo esto era Index Finger, una organización sin ánimo de lucro que le apostó a realizar otras actividades distintas a la de ser un simple bebedero darks. Organizaron exposiciones de fotografía, maratones de tatuajes o “rayatones” como las denominaban, hasta llegaron abrir talleres de serigrafía, aerografía y estampado de ropa; alguna vez realizaron un festival donde uno llevaba su vinilo preferido y regalaban un trago de cortesía por ponerlo. En total, de día Index Finger ofrecía el mismo buen parche que de noche.
De esa época se conserva un pequeño documental hecho por Canal Capital para la franja “Indivisibles”, que pueden ver aquí abajo:
https://www.youtube.com/watch?v=eCUCAPH7mqs
Más allá de los baños púrpura, las paredes sudadas y biomecanizadas; más allá del mal genio del bartender o la pésima atención del mismo; y claro que mucho más allá de la típica pasarela de cabellos tinturados, mallas y punteras en la que se iba convirtiendo la noche, puede decirse con total seguridad que Index Finguer fue un gran escenario y un lugar de reunión de muchos parches. En él compartieron tarima algunas agrupaciones de la escena local como Cuentos de los hermanos Grind, Leishmaniasis, Soulburner, Poker, Vein, entre otros. Fue lugar de encuentros esporádicos con músicos extranjeros, como recuerda Alejandro Rojas, uno de sus actuales administradores, quien afirma que los integrantes de Cannibal Corpse alguna vez parcharon allí, también Dagon de Inquisition, el batero de Hipocresy, los brasileros de Woslom, los chilenos Dezastre Natural y Metalquiaze.
Como lugar habitual de muchos músicos emergentes de los géneros má extremos del metal, Index Finger movió la escena grind e industrial en varios festivales organizados por ellos mismos, eventos que posicionaron este bar en Teusaquillo como una tarima propia para la escena. Entre conciertos de black y death metal, este lugar se convirtió en una Meca para todos los oyentes de la música extrema. La segunda vez que fui, recuerdo que mantuvieron la noche densa, de los parlantes toteaban unos guturales cerdos que se estrellaban con las distorsiones de las guitarras propias del grind, hardcore y death metal y de igual forma podrían poner después algo de Venom o Destruction. No era el típico bar de rock, en realidad era un muy buen bar de metal.
Finalmente Index Finger cerró el año pasado por un cambio de administración pero volvió en Junio de este año con una nueva imagen, mucho más relajada, más abierta y receptiva con las propuestas del público. Ahora se llama Inferno y bajo su estética dantesca corre un proyecto mucho más generoso con los clientes, que viene con la intención de recibir perspectivas que no sean exclusivamente metaleras.
Alejandro, uno de sus administradores, cuenta que la escena metalera tiene que transformarse y que es precisamente ahí donde entra la nueva propuesta del bar . Desde la trece puede verse aún el antiguo letrero de metal bajo el nuevo nombre que cobija, no sólo un bar, sino el taller del artista Ivan Chacon, quien lleva ahí diez años esculpiendo figuras de metal, yeso, hierro, trabajos en carboncillo y máscaras que realiza para algunas bandas para su propuesta escénica, por ejemplo, el día que llegamos acababa de terminar un crucifijo con la cabeza de un carnero para la banda que tocaría minutos después. Junto a él, Alejandro quiere retomar los talleres.
Este artista ha colaborado en la escenografía, maquillaje y arte de bandas como Koyi K Uto, Leishmaniasis y Vain, fue el creador del cómic adolescente de Puberman y lleva años trabajando junto a Davis Kannabis (quien hizo las aerografías del bar), un tatuador de gran recorrido que también se ha encargado de mantener el ambiente del sitio con sus murales. Apesar de que Index Finger cerró, estos dos artistas han seguido colaborando con sus prácticas y talleres, es más, todavía se puede ver a través de la puerta que está al lado de la tarima, el estudio de Iván Chacónasí como las figuras del bar continúan de manos de Davis. Entre los dos no paran de idear nuevos eventos y exposiciones para el nuevo bar.
Esta es la nueva presentación de Inferno, el Gran dragón rojo de William Blake de fondo da la bienvenida a esta otra versión del lugar.
Alejandro sostiene que la escena local debería apoyarse un poco más, que debería dejar de exigir los eventos gratis porque acostumbran a la gente a no pagar por los talentos locales y dejan todo para los grandes conciertos, y para los dueños de los bares es difícil costear el pago para cada banda que se ponga en tarima. A su vez afirma que cada vez más la autogestión por parte de algunas bandas también fomenta el crecimiento comercial de la escena, con la venta de los discos prensados por ellos mismos, camisetas y demás stuff de las bandas cada proyecto se encarga de levantar sus propuestas más allá del precio dado por una boleta en algún evento.
Junto a Jairo, el otro administrador, ve con expectativa los proyectos planeados con los dos artistas residentes del bar así como con las bandas que frecuentan la sala de ensayo que por ahora cuenta con un sistema muy básico de grabación pero que se planea ampliar con el paso del tiempo, saben que quieren una onda mucho más fresca y menos densa para esta nueva etapa del bar.
Jairo Vargas, quien ha estado desde el nacimiento del bar, quiere ofrecer otra perspectiva para la escena; planea hacer del bar un restaurante también y junto a Iván Chacón planean abrir talleres de formación artística para niños y jóvenes.
Asume que el cambio de administración significa de igual forma que el público pueda intervenir en estos cambios, porque asegura que no es un espacio propio sino un espacio abierto y como tal debe adaptarse para que cada vez más sea un espacio más relajado, menos pesadao en el trato personal. Recuerda que hace poco tuvieron un evento de música colombiana. “Vinieron unos profesores de la Luis A. Calvo y realizaron una sesión de música tradicional, la vez pasada algunos clientes preguntaron si podían pedir una canción de Hip -Hop y ellos mismos escogieron cuál ponían, no hubo ningún inconveniente en las dos situaciones, de esto se trata, de total disposición” cuenta.
En el mes que va de su apertura ya se han realizado diferentes eventos, tratando de conservar con el legado y la esencia del ambiente que dejó Index Finger. Queda entonces la carta abierta y otra invitación para seguir apoyando estos escenarios locales. Aquí están las novedades de Inferno.