Artículo publicado por VICE México.
Estás por iniciar un viaje. Un recorrido en el tiempo que busca llevarte de la mano para explorar el mundo que gira alrededor de cuatro letras: C-H-N-O. Como en todo viaje haremos paradas obligatorias a través de un camino accidentado que nos mostrará algunas respuestas para comprender mejor el destino, pero lo importante de esta expedición no es el trayecto ni el lugar al que vamos, sino lo que platiques cuando regreses a casa. Con esa advertencia iniciamos: bienvenido a la ruta de la benzodeacepina.
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Avanzamos sobre una carretera en medio de la nada, pero no te preocupes, ponte cómodo, nuestra intención es hacerte amigable el paseo. Puedes sacar las fotos que quieras e interrumpir al guía las veces que consideres necesarias. Se trata de encontrar respuestas pero también de pasarla bien. Después de unos minutos alcanzamos a ver, a lo lejos, una especie de estación de servicio. Es hora de detenernos.
I N I C I O S
Justo un año antes de que el siglo XX cumpliera su mitad de vida, un químico europeo llamado Leo Henryk Sternbach, que trabajó para la farmacéutica Roche, descubrió por accidente el clordiazepóxido, la primera benzodeacepina conocida. Se trata de fármacos con efectos sedantes, hipnóticos, ansiolíticos y relajantes. Son medicamentos psicotrópicos que afectan directamente nuestro sistema nervioso central para reducir la ansiedad, el insomnio o los ataques epilépticos. Su formula química es C(15) H(12) N(2) O.
A mitad de los años 50, Sternbach logró sintetizar el clordiazepóxido, después lo patentó y a finales de esa década su descubrimiento fue comercializado bajo el nombre de Librium. Inició así la era de las “benzos”. Aunque el mundo no entendía muy bien el funcionamiento de la sustancia pronto se volvería relevante en el campo de la medicina.
E L R E Y
Las investigaciones desarrolladas por los científicos de las farmacéuticas vieron nacer a uno de sus hijos consentidos en los años 60: el Valium, considerado como el medicamento más exitoso en la historia de la farmacología por las ganancias monetarias que generó.
El planeta se encontraba en constante ansiedad en medio de la guerra fría y esa tableta amarilla conocida también como diazepam había llegado para calmarla. Fue la sustancia que colocó en los ojos del mundo a las benzodeacepinas. En aquellos años se convirtió en la droga legal más recetada por los médicos.
Sin embargo, su tremendo éxito no se basó sólo en su poder para calmar los nervios de sus consumidores, también para tratar trastornos psicosomáticos —enfermedades causadas por la mente— y dolores musculares.
Pero a pesar de que el medicamento era recetado por médicos, comenzó el abuso de la sustancia por aquellos que sin presentar síntomas de ansiedad la consumían para relajarse.
C U L T U R A P O P
En la década de los 70, el Valium era el amo y señor en el mundo de las drogas prescritas. Ocupó portadas de revistas que hablaban de sus beneficios y marcó una tendencia en el mundo cultural. Incluso en una escena de la película Starting Over estrenada en 1979, uno de los protagonistas sufre un ataque de pánico en una tienda, de inmediato varias mujeres clientes del lugar abren sus bolsos y le ofrecen las píldoras. Y hasta Elizabeth Taylor, una de las actrices más reconocidas en la historia de Hollywood, declaró en esos años que era adicta al Valium mezclado con Jack Daniel’s.
El mundo de la música no permaneció ajeno a los encantos de la sustancia y hasta los Rolling Stones compusieron la canción ‘Mother’s Little Helper’, en la que hablaban sobre cómo el diazepam era consumido frecuentemente por las madres y amas de casa estadounidenses. Incluso, Betty Ford —esposa de Gerald Ford, expresidente de Estados Unidos— aceptó consumir Valium cotidianamente.
Son varias las referencias del Valium en la cultura popular y siguen apareciendo hasta nuestros días. Una de las más conocidas se muestra en The Departed un film de Martin Scorsese, cuando el personaje que interpreta Leonardo DiCaprio le dice a su psiquiatra que sólo acude a sus citas para que le receten Valium y se enoja cuando ella le ofrece únicamente dos pastillas: “¿Sólo dos píldoras? Porque no mejor me das una botella de escocés y una pistola para volarme la cabeza”.
L A E S C E N A
A principios de los 80, en medio del boom de las benzos, se lanzaron comercialmente el temazepam y el triazolam, entre otras. Pero la píldora que más fama tuvo y tiene hasta la fecha es el alprazolam, quizá no te diga nada ese nombre, pero su nombre comercial sí: Xanax.
Algunos consumidores de la pastilla, entre ellos varios amigos del guía, la consumen de forma recreativa. “Me siento en las nubes y me relaja”. “Siento mi cuerpo como si fuera un bombón suavecito”. “Es como si me acostara en una cama de algodón. Todo se percibe muy tranquilo”. Son algunas de las formas en que describen los efectos del Xanax.
Pero lo peligroso de esta droga legal es la dependencia que causa entre sus consumidores. El año pasado, el rapero Lil Peep falleció por una sobredosis de medicamentos, entre ellos fue encontrado Xanax. Pero no fue algo atípico, desde hace años en el mundo del rap, se ha enaltecido el uso de la píldora. Son varias las letras de Danny Brown, Lil Wyte, A$AP —cuya muerte fue relacionada con la sustancia—, Lil Wayne y hasta Eminem, que reflejan las luces y sombras de su abuso.
Pero después de la muerte de Lil Peep, la joven promesa del Hip Hop de 21 años, parece que los focos se encendieron, no sólo en el círculo del rap, sino en toda la industria musical estadounidense.
S U I C I D I O S
Además de las muertes por sobredosis, desde los años 90 se comenzó a relacionar directamente a las benzodeacepinas con los suicidios. Un informe presentado por el British Journal of General Practice señala que una investigación realizada en Suecia entre 1992 y 1996 mostró que las benzos eran responsables del 39 por ciento de las muertes entre personas mayores de 65 años que se habían quitado la vida.
El informe señala que “durante el mismo periodo, otro estudio en Canadá, encontró una asociación directa entre los intentos de suicidio y el uso de las benzodeacepinas”. Un informe más, llamado ‘Riesgo de intentos de suicidio después del uso de benzodiazepinas y/o antidepresivos’, publicado en 1997 presentó resultados similares.
En éste se encontró que la asociación entre el uso de benzos y el intento de suicidio es especialmente alta para los consumidores no depresivos, para los jóvenes y para los hombres. “Ya sea que esta relación sea causal o no, los médicos deben ser conscientes del alto potencial de intentos de suicidio cuando prescriben benzodiazepinas para pacientes en estos grupos de alto riesgo”, fue la recomendación final del informe.
D Í G I T O S
En febrero de este año un artículo del New England Journal of Medicine le puso números y perspectiva al abuso de las benzos: las muertes por sobredosis de esta sustancia en Estados Unidos se han multiplicado casi por ocho entre 1999 y 2015, pasando de 1,135 a 8,791.
Pero aunque los números parecen relativamente menores a las muertes relacionadas con el abuso de opiáceos —64 mil muertes en 2016—, cada vez se incrementa más el número de fallecidos por benzodeacepinas, lo que lleva a los investigadores Anna Lembke, Jennifer Papac y Keith Humpfreys, autores del artículo, a concluir que la crisis de los opioides —que obligó a Donald Trump a declarar una emergencia sanitaria el año pasado— puede transitar hacia las benzos.
Y es que a pesar de esta tendencia, los efectos adversos del uso excesivo, mal uso y adicción de esta droga legal continúan pasando desapercibidos. “Tres cuartas partes de las muertes que involucran a las benzodiazepinas también involucran un opioide, lo que puede explicar por qué, en el contexto de un problema de opiáceos ampliamente reconocido, los daños asociados con las benzodiazepinas se han pasado por alto”, concluyen.
R E T O R N O
No es extraño que en muchas de las muertes por sobredosis de famosos se hable de que las benzos tuvieron algo que ver. Tenemos a Chris Cornell, Michael Jackson, Heath Ledger, Whitney Houston, Amy Winehouse, Brittany Murphy y un largo etcétera, que si bien no se ha determinado de manera precisa que su dependencia o abuso de estos antidepresivos causó su muerte, en varios casos se encontró la sustancia dentro de su cuerpo combinada con otras como alcohol o algún opiáceo.
Antes de concluir, el guía cuenta una anécdota: hasta antes de este viaje no sabía que en mi círculo cercano de amistades, familiares y colegas del trabajo había tantas personas dependientes de las benzos. Unas las usan para calmar sus ataques de pánico, otras por ser diagnosticadas con epilepsia, algunas porque sus parejas las abandonaron y decidieron probarlas, varias para tratar su depresión, otras más para controlar su ansiedad, pero también algunas que las consumen de forma recreativa.
Las opiniones son divididas, mientras que a unas les ayudó el consumo de las píldoras para recuperar su vida, a otras las metió en un infierno. Algunos las probaron sólo unos meses y cuando se sintieron mejor las dejaron, otros fueron dependientes por años y la abstinencia casi los mata. Me enteré de casos de éxito y de un caso de suicidio de gente cercana a mi.
Por eso, más allá de satanizar las drogas ilegales, debemos de hablar y conocer los riesgos y consecuencias de drogas que podemos comprar en la farmacia sin receta médica o a través de internet. Pero también tener un mayor control sobre la prescripción de estos medicamentos y quizá buscar alternativas para mitigar la depresión en un mundo sumergido en la ansiedad.