Décadas | 1980-1990 | La posmodernidad íntimamente neo-mexicana

La década de los ochenta estuvo marcada por importantes transformaciones históricas: Europa del este puso fin a sus gobiernos comunistas, la crisis del Welfare State, la inminente propagación del neoliberalismo y el final del llamado “milagro mexicano”. José López Portillo (1976 -1982), desarrolló su sexenio entorno a la idea de que el petróleo sería la palanca del crecimiento nacional. Según el gobierno en turno, el auge del mercado de productores petroleros (como México) generaría excedentes que impulsarían el progreso del país. A pesar de eso, las recientes reformas reaganistas-thatcheristas afectaron el desarrollo de la patria.

En 1982, el boom económico de la década anterior mostró su verdadero rostro. Jesús Silva Herzog (secretario de Hacienda) anunció que el gobierno mexicano ya no podía cubrir la cuota completa de su deuda externa debido al aumento repentino de las tasas de interés y la gran fuga de capitales privados. Esto causó una fuerte inflación que resultó en una recesión económica y todo lo que ello conlleva: desempleo, desestabilización, agravamiento de los problemas agrarios, etc. De cara a la gran crisis económica y al desgaste del régimen político, la producción artística adoptó nuevos tonos políticos y estéticos. La historia, la identidad de género, la patria, el poder, la religión y la sexualidad son algunos de los temas del amplio repertorio de los discursos plásticos de la época.

Videos by VICE

Por un lado surgió una segunda ola de grupos como: Atte. La Dirección o Polvo de Gallina Negra, este último liderado por Magali Lara y Mónica Mayer. Su trabajo giró en torno al cuestionamiento constante del rol de la mujer en México y la construcción de la imagen femenina en los medios de comunicación. Buscaban crear nuevas imágenes a partir de la experiencia de ser mujer en un sistema falocrático.

La obra de Polvo de Gallina Negra casi siempre fue de carácter efímero. Se presentó en espacios públicos, tanto en la calle como en medios de comunicación. Pola Weiss (frecuentemente referida como la precursora del videoarte en México), al igual que el colectivo anterior, hizo uso de la televisión pública y privada y creó el sello “arTV”. Su contenido mostraba características con tintes psicodélicos (Flor cósmica) mientras que otros tienen un estilo documental (Santa Cruz Tepexpan). La identidad, ya sea en torno a los orígenes, al cuerpo o sus sentimientos (Auto- videato, 1979; Mi corazón, 1986) fueron el eje temáticos de sus piezas.

Tanto Pola como Sarah Minter mostraron los primeros videos que exploraban las identidades marginales. A la par fotoperiodistas como: Pablo Ortiz Monasterio, Fabrizio León y Pedro Meyer comenzaron a publicar en los periódicos izquierdistas: Unomásuno y La Jornada. Sus fotografías mostraban los clanes incipientes de la ciudad, como grupos urbanos y personajes marginales. El fotoperiodismo y el documentalismo fueron fundamentales para el registro de la insurgencia guerrillera centroamericana de los 70 y 80 y el terremoto de 1985. Ese mismo año, Ruben Ortiz (uno de los primeros artistas mexicanos en plantearse explícitamente como un productor posmoderno), a través de sus fotografías. Ortiz capturó el devastado paisaje y lo interpretó como una metáfora del derrumbe de las ilusiones modernistas, dando como resultado un quiebre en el imaginario colectivo, determinante para un cambio en las artes.

La interpretación simbólica de dicha ruptura en el psique se venia gestando desde otro frente: el cuerpo. El cual fue visto “como portador metafórico de la nación y la identidad, donde la noción de frontera sirve como espacio para la desterritorialización.” (1)

Un año después, la pandemia del VIH se extendió a lo largo del globo, esto permitió el develamiento de diferentes órdenes sexuales. A la par de esto emergió una suerte de levantamientos exigiendo espacios para la tolerancia de las diversas minorías sexuales. Al poco tiempo aparecieron las primeras semanas de la diversidad sexual e iniciativa del Círculo Cultural Gay liderado por José María Covarrubias.

Hacia 1987, La Pepa (apodo dado a Covarrubias) encontró en el Museo Universitario del Chopo un espacio para las prácticas de la diferencia. Numerosos artistas se vincularon a este movimiento como Julio Galán y Nahum B. Zenil, los cuales fueron un representantes de un momento complejo llamado Neomexicanismo. Es importante puntualizar que no hubo en realidad un movimiento o grupo, con un programa definido, sino que este término fue otorgado por la historiadora de arte Teresa del Conde. Y sirvió para catalogar la pintura figurativa compuesta por elementos populares y nacionalistas. Artistas como: Adolfo Patiño, Georgina Quintana, Julio Galán, Javier de la Garza, Germán Venegas, Dulce María Núñez y Nahum B. Zenil, fueron parte de la “iconografía catastrofista”.(2)

Detalle, José María Covarrubias

La Virgen de Guadalupe, las charolas de cerveza, y en general todos los elementos del kitsch industrial, fueron retomados como vehículo de expresión. La resignificación de las imágenes e íconos populares gestaron una identidad a través de las ficciones antes ya establecidas, aparentando una nueva.

Olivier Debroise, explica que el neomexicanismo representa una serie de manifestaciones artísticas que ejemplificaron la reacción que experimentó el país ante las fuerzas y los efectos de la incipiente globalización. Un ejemplo claro de esto es que la corriente neomiexcanista fue promovido y patrocinado por el gobierno del entonces presidente Salinas de Gortari, en la gira que dio vuelta a los Estados Unidos en 1991,bajo el nombre de « Mexico. Splendors of Thirty Centuries» («México. Esplendores de TreintaSiglos»)

Detalle “La mano creadora” Juan Francisco Elso

Esto permitió el repunte de la pintura figurativa mexicana. Algunos de estos artistas se cotizaron en precios exorbitantes y accedieron a mercados internacionales, principalmente en el noreste y sur de Estados Unidos (de manera notoria la ciudad de Nueva York y los estados de Texas y California).

Desde mediados de los 80’s una suerte de artistas comenzaron a migrar al país. Michael Tracy y Thomas Glassford, los cubanos José Bedia y Juan Francisco Elso, el chileno Carlos Arias, el argentino Gerardo Suter , solo por nombrar a unos cuantos de ellos. Estas migraciones creadoras se multiplicaron a finales de esta década y principios de la siguiente. El momento en el México acogió a artistas, como Juan Francisco Elso y Francys Alÿs, anunció que otro cambio en las artes se avecinaba.

Referencias:

(1) – Véase Alejandro Navarrete Cortés, La producción simbólica en México durante los años ochenta, La era de la Discrepancia, Mèxico, UNAM, 2006.

(2) – Historia mínima del arte mexicano en el siglo XX, ATAME Ediciones, México, 1994, p. 49