Hace unos días, la activista y cantante de 18 años Virtual Diva me contaba que, cuando sale de fiesta con falda, lleva siempre unos leggins en el bolso para ponerse en el camino de vuelta. Eva, que habló en este artículo sobre cómo es tener depresión, animaba recientemente a sus seguidoras en Instagram a dejar de depilarse para que comprobaran si lo hacían por ellas mismas o porque es lo socialmente aceptado. Sindy Takanashi, que nos contó cómo fue dejar de ser prostituta en España, también dice que ha sido criticada tanto por llevar pelos en las piernas como por que no se le note lo suficiente que llevaba pelos en las piernas.
Que las tías hacemos cosas —muchas cosas— porque es lo que se espera de nosotras, lo que está aceptado por la sociedad es algo evidente: nos maquillamos, nos depilamos, llevamos leggins en el bolso si salimos de fiesta porque así nos sentimos más cómodas… los roles de género están arraigados en nuestros comportamientos, nuestras actitudes y nuestras decisiones.
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Aparte de hacer algunas cosas, también dejamos de hacer otras. Y le hemos preguntado a algunas chicas cuáles son. Estas son sus respuestas. Estas son algunas de las cosas que las tías aún dejamos de hacer o evitamos hacer por ser tías.
Pasar hierba
Me hubiera gustado tener una pequeña plantación de hierba y vender a pequeña escala, porque da bastante dinero. Tengo amigos que lo hacen, pero son todos tíos. Pregunté a gente y, como mujer, sentí que no me tomaría nadie en serio, así que nunca lo hice. También sentí que daría “mala imagen” que una mujer vendiera hierba. Partiendo de que es ilegal, siento que en cierta manera habría más estigmas sociales si lo hiciera yo que si lo hace un hombre.
También me hubiera gustado irme a vivir a Marruecos, porque es un país maravilloso con unos lugares maravillosos. Sin embargo, las veces que he estado me he dado cuenta de que, como mujer guiri, siento que es imposible establecer relaciones con la gente local, sobre todo con hombres, porque no te toman en serio.
Ana, 25 años
Liarnos con “muchos” tíos
Cuando no tenía pareja, evitaba liarme con muchos tíos, o me juzgaba a mí misma si lo hacía o incluso si me planteaba hacerlo. Iba siempre con pies de plomo a la hora de ligar por lo que pudieran decir de mí los demás. Mis propios amigos (ahora sé que no eran tales) me han llamado puta por liarme con ellos.
Ana, 20 años
Volver a casa andando si es de noche
Nunca vuelvo a casa andando ni en transporte público cuando salgo de fiesta, siempre pillo taxis, y sé que si fuera un hombre probablemente no haría esto. Cuando eres tía el miedo a que te pase algo, a que te hagan algo, siempre sobrevuela tu cabeza. Cuando todavía no me había mudado a Barcelona y vivía en casa de mis padres, en mi pueblo, siempre iban a recogerme cuando salía de fiesta. Incluso a veces noto —y me da rabia—, que estoy pendiente de la hora, de que no se haga tarde, para poder volver a casa en metro y tranquila, sin que nadie me moleste.
Por suerte nunca me ha pasado nada chungo, pero algún susto sí que he tenido. También a veces tengo miedo a beber demasiado por si me pasa algo. Porque a un tío que se pone muy pedo le roban la cartera, se queda sobado en la calle y ya está, pero siendo tía no puedes salir de fiesta como un chico, con su tranquilidad.
Ari, 23 años
Estar serias
Como mujer, a veces me veo obligada o presionada a no expresar mi carácter con naturalidad. Siempre he sido una persona muy seria y parece que mi carácter es un asunto de índole pública. He sido testigo de conversaciones entre miembros de mi familia dedicadas solo a eso. Supongo que molesta ver a una mujer que no está abiertamente encantada con la vida y con una sonrisa 24/7.
En oposición a un hombre, donde ser más serio te otorga un carácter de profesionalidad, parece que siendo mujer ser seria es un delito. Que tienes que ser siempre el alma de la fiesta, tanto entre conocidos como en otros entornos. Pero claro, sin pasarte, porque si te pasas nadie te toma en serio. Bueno, wait!… es que no te toman en serio hagas lo que hagas.
Alba, 25 años
Opinar sobre otras tías
A veces me siento presionada al opinar sobre otras mujeres, porque creo que puedo ser considerada una envidiosa por los demás. En muchas ocasiones me he cortado de hacer algún comentario de otra mujer o sobre el trabajo que desempeña esa mujer porque he sentido que el resto iba a pensar que la criticaba por envidia y no porque tuviera una opinión crítica sobre esa ella.
Además de sentirme censurada por la visión u opinión que pueda tener el resto de mí si critico a una mujer —que suelen ser hombres que consideran que estás en contra del resto de mujeres porque envidias algún aspecto de ellas o porque quieren ser mejor que ellas—, yo misma me autocensuro al hacerlo. Pienso que no debería estar criticando a otras mujeres, que ya bastante tenemos con lo que tenemos. Es como si estuviera defraudando a la sororidad. Y sé que en realidad no tendría que ser así pero me influye, la situación de desigualdad social que vivimos las mujeres me lleva a ser más cautelosa.
Marina, 21 años
Hablar de nuestro éxito profesional
En ocasiones evito hablar de mi éxito profesional con otras personas porque parece que me hace de repente menos atractiva y un ser serio y amargado. En un hombre, la ambición o el éxito pueden parecer dones super sexys, pero en una mujer es de ser un coñazo.
Petra, 28 años
Ponernos pantalón corto en según qué espacios
Desde que me mudé a Madrid no me pongo ni pantalones cortos ni llevo ropa sin sujetador. Pensé que podría hacerlo como en Andalucía, de donde soy, pero al salir a la calle las miradas, los gestos eran tantos y tan repugnantes e invasivos que no lo podía aguantar. Sé que debería darme igual y vestir lo que quiera y reivindicar mi libertad, pero sólo puedo hacerlo los días que estoy psicológicamente preparada para lidiar con el desgaste emocional que supone plantarse. Y no todos los días te apetece que la ropa que llevas puesta decida cómo se van a desarrollar tus interacciones sociales.
Alba, 26 años
Usar el rosa
El machismo está en todo, también está en los colores. Desde muy pequeños nos imponen el rosa y el azul. Tanto es así, que en la escuela de arquitectura en la que estudio, algunos docentes no son capaces de ser rigurosos con los proyectos si son rosas, tachándolos de “purpurina”, que es como nosotros llamamos a los proyectos que están muy bien dibujados, que son muy bonitos, pero que esconden una mala solución arquitectónica, una mala reflexión.
Es decir, para mí utilizar el rosa en un proyecto no es que delate que sea de una chica, es que significa algo peor: lo que haga en rosa será inútil, será peor considerado. Es algo extraño porque hay ejemplos arquitectónicos, como la casa de Barragán, que son completamente rosas.
Curiosamente, hace un par de años llegó a la escuela la ola del azul marino. El 90% de los proyectos de fin de carrera eran azules: en las plumillas, en las imágenes… todo era azul, como en la canción aquella. Y cuando esta tendencia llegó no surgió ese rechazo y no se tachó a los proyectos de ser “purpurina”. Ante esto, tengo que reconocer que, en función del tutor que he tenido en cada caso, a veces he dejado de presentar proyectos en rosa. O cuando he presentado becas en las que sabía que el jurado estaba compuesto por hombres, he pasado todo el proyecto por un filtro de Photoshop que lo cambie al azul.
No es que yo deje de dibujar rosa porque me delate como mujer y crea que un hombre no me va a juzgar igual que a un hombre. El problema es que el rosa ya de por sí, como símbolo de lo femenino, hace al proyecto peor. Si en los colores hubiera géneros, el rosa sería la mujer. Acarrea una serie de valores muy machistas, y ante esta perspectiva, en mis trabajos muchas veces me debato entre si utilizarlo y reivindicarlo y exponerme a que me digan que estoy haciendo “purpurina” o cambiar a otro color.
Andrea, 25 años
Viajar sin amigos en Bla Bla Car
No viajo nunca en Bla Bla Car sin una amiga o amigo de confianza. De hecho, cuando le digo a alguien que viajo en Bla Bla Car, me sale automáticamente darle también el mensaje tranquilizador (sin que me lo pidan, o quizás son sus caras de susto las que me lo piden) de que voy con una amiga o amigo. La sensación es de que si no voy acompañada por algún conocido soy una temeraria que casi me merecería o me habría buscado por imprudente lo que me pudiera pasar. Porque por supuesto se da por hecho que algo me podría pasar. También yo. Es una opción que siempre manejas.
Patricia, 28 años
Expresarnos con agresividad
Soy una mujer con empleados a mi cargo. A veces, más de las que quisiera, evito decir las cosas con la seriedad con la que las siento. Las digo de manera más correcta o más “dulce” de la que las diría si fuera un hombre. Y me doy cuenta de ello, me freno a mí misma y me auto censuro no para ser más educada sino para evitar comentarios como que soy una histérica, una mandona, que estoy mal follada…
Lucía, 38 años
Subir fotos en las que se vea nuestro cuerpo
Durante mucho tiempo, dejé de subir fotos que pudieran ser consideradas sexys a mis redes por los comentarios que recibía. Creo que las mujeres somos mucho más juzgadas por la manera en la que nos tomamos fotos que los hombres. Al menos yo he sufrido críticas por fotografiarme en traje de baño, por ejemplo.
Lamentablemente muchas personas, cuando ven imágenes así, solo ven a una chica “queriendo llamar la atención” o “provocando”, aunque yo solamente quiera verme bien para mí misma. Hace poco comprendí que esos comentarios, esas críticas nunca iban a parar, y que si yo me sentía bien con mis fotos no tenía que darles a los demás el gusto de condicionarme”
Valery, 21 años
Viajar solas
Me apetece mucho viajar sola, nunca lo he hecho y creo que es porque soy mujer. Le tengo miedo, y ya no sé si es un miedo impuesto por la sociedad desde que somos pequeñas, el “no vayas sola”, el “si vas sola a algún lado te van a pasar 10.000 millones de cosas horribles”, el cuento de Caperucita que va desvalida por el bosque…
Pensaba que a medida que fuera creciendo se me pasaría, pero qué va. Me doy cuenta cuando algún amigo me cuenta que ha hecho un viaje solo y mi primera reacción es preguntarle si le da miedo. Y me responde que no, y claro que no… pero, joder, yo lo tengo. Y es una putada.
Jimena, 27 años
No llevar sujetador o no maquillarnos
Llevar sujetador y maquillarse para ir a trabajar es una presión no escrita para muchas mujeres. En mi caso, no es que me sienta presionada a dejar de ir sin sujetador a trabajar, es que directamente no me planteo hacerlo. En mi vida privada me siento más libre porque sólo voy a ser juzgada por mi familia y amigos, pero en el trabajo, a parte de tener que tratar con gente de todo tipo (compañeros, jefes, clientes, proveedores), siento la presión de hacer “lo correcto”, lo que se espera de mí como mujer.
Siento que no puedo ir con los pezones notándose a través de la ropa si trato con un cliente o proveedor porque sé que me sentiría incómoda y que a los demás no les parecería bien, ya sabes, todo el tema de free the nipple. Primero, sé que se me quedarían mirando y sería incómodo, y segundo, creo que pensarían que no soy lo suficientemente profesional o que soy una fresca.
Desgraciadamente los pezones de las mujeres están sexualizados y debemos de taparlos con pudor como si se tratase de nuestras partes íntimas. No espero ir sin camiseta al trabajo, pero los hombres marcan pezón también con camisa…Estoy convencida de que si fuese sin sujetador en mi trabajo mi jefe me llamaría la atención y podría acabar despedida.
Andrea, 27 años
Hablar de nuestras ambiciones
Aunque nunca voy a dejar de hacerlo, ser mujer en el terreno político no es fácil. A pesar de estar en una organización feminista, siempre que voy a algún acto alguien recalca “joder, tenéis una responsable mujer”. Incluso he llegado a oír comentarios como “menudo pivón de responsable”.
En clase, además, a veces me pesa un poco decir ciertas cosas, como que quiero estudiar tres carreras. Me dicen que eso va a ser mucho para mí, que las cosas se ven muy distintas cuando creces, que qué pasará si en unos años estoy muy a gusto con mi pareja y quiero tener hijos…
Soy una persona con altas capacidades, y por el hecho de ser mujer siempre me han infravalorado. Cuando me metí a humanidades me decían que sacaba buenas notas porque “como era tía tenía mucha facilidad para hablar”. Ahora, cuando digo que quiero hacer ciencias políticas me dicen que si estoy segura de querer meterme en política (y por dentro están pensando “siendo mujer” aunque no completen la frase).
Silvia, 17 años