Hablamos con un exdirigente arrepentido de Democracia Nacional

Este artículo se publicó originalmente en VICE News en español.

Una mañana de finales de octubre de 2015, recibo una llamada desde un número desconocido. Al otro lado del aparato, una voz grave y masculina se presenta como Miquel*, el pseudónimo de un exmilitante de Democracia Nacional (DN). Se ha enterado por la prensa de algún que otro encontronazo mío con dirigentes de su antigua organización y quiere hablar conmigo. Le digo que me mande un correo y que le llamaré en unos días; su llamada me deja pasmado.

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Seguimos hablando los días posteriores. Miquel parece sincero. Me cuenta su historia y la encuentro creíble: datos, fechas, nombres y fotos cuadran con su relato. Decido jugar y le propongo una cita. Vive en Mallorca, pero tiene que viajar a Barcelona por trabajo en unas semanas. Nos citamos en un bar donde hablamos durante casi dos horas de una entrevista plagada de anécdotas y nombres. Muchos nombres. No es fácil tropezar con personas “arrepentidas” capaces de enmendar su andanzas y reconocer sus errores.


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VICE News: ¿Por qué has decidido hacer esta entrevista?
Miquel: Quiero sacarme una espina que todavía tengo clavada. Tengo la sensación de haber sido partícipe de un discurso despreciable y de haber tirado muchos años de mi juventud con la militancia en la ultraderecha. Hay una mezcla de arrepentimiento y de rabia. Rompí ya hace unos años con la ultraderecha, pero esta entrevista es el punto y final. Borrón y cuenta nueva.

¿Por qué un joven de 16 años decide ingresar como militante en Democracia Nacional?
Principalmente se debió a cierta inadaptación social. Un sentimiento de rechazo. Seguramente también tuvo que ver la voluntad de formar parte de un grupo. A mí eso me enganchó de adolescente.

Aunque la clave de mi militancia fue cuando fui a Valencia a estudiar. Yo venía de Mallorca, donde había dejado amigos y familia. Cuando llegué a Valencia, me di cuenta de que estaba totalmente solo. Como ya venía de cierto contacto con este mundo, fue allí donde me volqué con la militancia.

¿Entraste en contacto con la extrema derecha ya en Mallorca?
Sí. Me interesaba la política, aunque en ningún caso me consideraba de extrema derecha. Supe que en la isla teníamos una persona que estaba impulsando DN. El tema me interesó. Quizá por el atractivo de lo “prohibido”. Quise tener un debate político con esa persona porque mis ideas eran contrarias a las suyas. Pero claro, yo tenía 16 años y él, 28. Tenía poca experiencia, poca personalidad, era inseguro. Esta inseguridad considero que es la razón principal por la que acabé militando en la ultraderecha.

Miquel durante la entrevista en un local de Barcelona. (Imagen por Jordi Borràs)

Antes de entrar en contacto con esta persona, tus ideas políticas no tenían nada que ver con la extrema derecha. ¿Cómo te definías políticamente?
Como un joven de izquierdas. Tenía libros marxistas en casa, escuchaba música combativa.

¿En tu familia había alguna militancia previa en este mundo?
Mi abuelo, un pequeño empresario andaluz, era franquista, pero no militante. Mi padre recibió esta educación pero él siempre se había definido como votante del PSOE de toda la vida. Era una persona demócrata, muy centrada… Aunque yo intuía muchas reminiscencias del tipo de educación que recibió. Sin embargo todo esto no tenía nada que ver con una militancia política como la que emprendí yo.

¿Cuanto tiempo militaste en Democracia Nacional?
Unos siete u ocho años.

“Mi militancia vino sobre todo por la idealización de la identidad, de la nación, de la necesidad de preservar la cultura”

De aquel joven estudiante de Mallorca, con ciertas inquietudes políticas, acaba saliendo otro mucho más formado políticamente. ¿Esto pasa después de llegar a Valencia?
Sí, pero déjame recordar. Analizando ese Miquel del pasado veo muchas contradicciones. Si por un lado era militante de DN, por otro, cuando por lo que sea conocía un inmigrante africano por ejemplo, actuaba con total normalidad. Es más, conscientemente escondía mi militancia… Al tiempo que también escondía a los camaradas de DN estas experiencias.

Mi militancia vino sobre todo por la idealización de la identidad, de la nación, de la necesidad de preservar la cultura. Estos fueron los valores con que yo me identificaba, donde también se podía añadir mi interés por la economía.

En Valencia empiezo a militar estrictamente hablando. Y lo hice ciegamente. A mí me decían que había una quedada para pegar carteles a la 1 de la madrugada y era el primero en llegar a la cita. Si había un acto, acudía, indiscutiblemente. Mi vida giraba en torno a la militancia. A lo largo de este tiempo conocí al presidente de DN, Manuel Canduela. Como ya era un militante muy sectarizado rápidamente me hice con su confianza. Todo el mundo veía que mi vida giraba alrededor de la organización, mi trayectoria era ejemplar.

¿Aquel estudiante ingenuo que llega a Valencia acaba convirtiéndose en dirigente de DN?
Así es. Creo que hay un vacío de gente implicada. Faltan cuadros de partidos … Y yo cumplía con el perfil. A ellos les gusta mucho lo que consideran como “gente normal”. Un médico, un juez…

¿Hay jueces que militan en DN?
Luis Zapater, fue cabeza de lista por DN en las elecciones al Parlamento Europeo de 2014. Lo conocía y tengo que decir que era una persona que me daba miedo. Dentro de este mundo hay perfiles muy diversos… Entre los que están los que yo llamaría como psicópatas. Recuerdo una frase de un militante italiano, en un encuentro en Milán: “Nuestros enemigos nos tienen miedo porque saben que con media hora de poder por nuestra parte sería suficiente para colgar a muchos hijos de puta”.

“El clima de paranoia es constante dentro de la organización, por lo tanto es difícil saber qué tienen planeado. Esta paranoia sobre todo la representa su presidente, Manuel Canduela”

Comentas que DN no se planteaba acciones violentas. ¿Crees que con la situación actual del proceso soberanista en Cataluña podría modificar este aspecto?
Cuando yo militaba esta opción no se contemplaba, pero la situación actual podría marcar un punto de inflexión. Tienes que pensar que el clima de paranoia es constante dentro de la organización, por lo tanto es difícil saber qué tienen planeado. Esta paranoia sobre todo la representa su presidente, Manuel Canduela. Él cree que hay agentes del CNI infiltrados por todas partes. De hecho, cuando sepa de esta entrevista lo primero que dirá es que yo era un agente infiltrado del CNI y que él ya lo sospechaba.

Para que te hagas una idea de esta actitud paranoide: Canduela está obsesionado con los chemtrails, las estelas de condensación que dejan los aviones en el cielo en forma de nebulosas alargadas. Según Canduela y los seguidores de esta teoría este rastro estaría formado de varios compuestos químicos para “controlar la población”. Una especie de fumigación masiva vaya … a la que él añade que sería especialmente contra la “raza blanca”.

Manifestación de Democracia Nacional en Barcelona. (Imagen por Jordi Borràs)

¿Formaste parte de la dirección de DN?
No exactamente. El órgano de dirección se llama la Mesa Nacional, y se organiza como un pequeño gobierno. Está el presidente y 4 ó 5 personas en torno a esta figura, previamente escogidos a dedo y de la máxima confianza del presidente del partido. En este caso Manuel Canduela.

Pero tú sí que estabas en el círculo alrededor de la dirección del partido. Incluso fuiste el responsable de organizar algunos viajes con contactos internacionales de DN. ¿Dónde fuisteis?
Sí, efectivamente. Recuerdo viajes a Hungría, Italia, Bélgica …

¿En Italia con qué organización organizabais los encuentros?
Con Forza Nuova. El histórico dirigente de este partido, Roberto Fiore es amigo de hace muchos años de Manuel Canduela. La persona que ha hecho más por DN a nivel internacional. Es la puerta de entrada a Europa de Canduela y por extensión de DN.

¿La unión clásica del nacionalcatolicismo español y el fascismo italiano en el siglo XXI?
Exacto. Pero sin el catolicismo. En DN son por encima de todo, fascistas.

¿En Alemania también tienen contactos?
Sí, con el Nationaldemokratische Partei Deutschlands (NPD). Una delegación de DN fue a una manifestación invitada por un militante de Colonia que conocimos en uno de los viajes a Bélgica. Era una manifestación contra la construcción de una mezquita, no era un acto de apología al nazismo.

Los alemanes han sabido reinventarse, utilizan un término para negar su ascendencia nazi. Este concepto lo llaman “autonomía histórica”. Es decir, dicen que como organización no dependen de ningún movimiento anterior. Es la manera de lavarse las manos cuando se les pregunta, por ejemplo, si son neonazis.

“Fíjate qué concepto tiene de sí mismo Manuel Canduela que dice que ha sido el único preso político de la democracia”

Volvamos al líder. ¿Cómo es Canduela?
Uf. Por ponerte un ejemplo: recuerdo una vez que íbamos de Valencia a Barcelona con motivo de la manifestación del 12 de octubre. Aprovechó el trayecto para escribir el discurso que tenía que pronunciar al finalizar el acto y recuerdo que escribió “globalización” con “v”. Todo el tema de cultura académica lo reducía a un tipo de clasismo intelectual. Como él no estudió supongo que se sentía frustrado por ello.

¿Manuel Canduela pasó por prisión verdad?
Sí, por el caso de Acción Radical. Fíjate qué concepto tiene de sí mismo que dice que ha sido el único preso político de la democracia.

¿Canduela tiene alguien de confianza, una mano derecha?
Sí. Se llama Adolfo Andrés Carrasco, conocido como Andrés a secas. No es alguien que venga del mundo de la extrema derecha. Empezó su militancia en DN ya hace unos años, después que Canduela fuera invitado a un programa dirigido por Ana Rosa Quintana para hablar inmigración. Su intervención fue todo un éxito por parte de DN.

Aprovecharon que la producción del programa no tenía ni idea a quien habían invitado y Canduela, que iba bien preparado, logró colar el mensaje llegando a crear empatía entre la gente del público, arrancando aplausos varias veces. Esta persona, Andrés, vio el programa, y se puso en contacto con Canduela.

Este individuo es un friki. Un friki de Star Wars, fanático de los videojuegos… con una personalidad tirando a psicópata. Recuerdo que decía una frase más o menos así: “cuando lleguemos al poder los guarros serán los últimos que ajusticiaremos. Primero empezaremos por toda la mierda de España2000 y otros falsos patriotas”. Andrés buscaba un movimiento de vanguardia. Un movimiento fascista, evidentemente. No tenía especial interés con el españolismo o el nacional-catolicismo.

¿Conociste a Pedro Chaparro, actual vicepresidente de DN?
Sí. Coincidimos poco tiempo. Cuando él entró, que era muy jovencito, yo ya estaba en fase de desconexión. Estaba en Democracia Nacional Joven (DNJ), las juventudes del partido. Lo recuerdo como una persona con trato muy correcto y agradable. Me caía bien.

Pedro Chaparro es uno de los encausados en el caso Blanquerna. ¿Crees que aquel ataque fue un punto de inflexión en DN, o sencillamente una demostración de fuerza entre ultras para ver quién era más chulo? Da la sensación de que la ultraderecha española no tiene una estrategia y que sencillamente hace acciones por cuestiones únicamente de imagen. ¿El caso de Blanquerna fue así?
Analicé las imágenes de aquellos hechos y si te fijas hay uno de los atacantes que parece que va directamente a atacar a uno de los asistentes al acto. Pedro Chaparro lo coge como diciéndole “no le hagas nada”. Esto denota que tenían muy claro que esa acción violenta era puramente propagandística. Chaparro sabía qué límite no podía cruzar.

Sobre la utilización de la violencia Canduela lo tenía también claro: decía que desde el partido no se podían impulsar acciones violentas porque era precisamente la trampa que hacían los servicios secretos del Estado para desarticular DN y evitar que en un futuro la organización pudiera crecer y lograr sus objetivos.

“Creen que el grueso de la población piensa como ellos, pero que el Estado torpedea su organización porque realmente los tienen como una organización peligrosa”

¿Pero esto no es contradictorio con los hechos de Blanquerna o cómo cuando el mismo Pedro Chaparro hace pocas semanas, micrófono en mano, instó a agredirme delante de 300 personas?
Entendiendo cómo piensan y no creo que vean este hecho que te afecta a ti como un acto violento. Ahora bien, también es posible que en estos momentos haya un cambio de estrategia. Piensa que yo ya hace unos años que dejé la militancia. Aunque creo que más bien son salidas de tono; la impulsividad.

¿No se dan cuenta que su organización es incapaz de penetrar en la sociedad? Democracia Nacional se creó hace 20 años, en 1995. Políticamente no han conseguido nada…
Su respuesta sería que en 1995 ya vaticinaban lo que está pasando ahora, crisis económica y desmembración del Estado. Y que ahora otros se aprovechan de lo que ellos vaticinaron hace 20 años. Creen que el grueso de la población piensa como ellos, pero que el Estado torpedea su organización porque realmente los tienen como una organización peligrosa, capaz de desequilibrar el poder.

¿No son conscientes de su fracaso político?
No.

¿Y este fracaso lo atribuyen sencillamente a una conspiración del Estado en su contra?
Sí. Esto me hace recordar que en ocasiones hacían el símil con la película de “300”. Ellos se ven como los 300 espartanos que defenderán la patria. Creen ser poseedores de la razón y que España está dormida, víctima de una conspiración judeo-masónica de ámbito internacional. A Canduela le encantaba esta afirmación. Decía que lo más inteligente que había dicho Franco era precisamente eso, que España sería un objetivo de esta conspiración judeo-masónica y que esto era lo que había pasado exactamente.

Pero en DN no son franquistas como tal, han pretendido ser renovadores con este aspecto pero parece que no han conseguido su propósito.
Ha habido un cambio desde que yo empecé a militar. Desde hace unos años han caído en la nostalgia, con discursos típicos como que con Franco España tuvo Seguridad Social, los pantanos y todo el rollo… no es un referente político pero se recrean con los tópicos.

Manuel Candela, presidente de Democracia Nacional. (Imagen por Jordi Borràs)

¿Cómo es la relación entre DN con otras organizaciones de la ultraderecha como Alianza Nacional, La Falange o el Movimiento Social Republicano?
La relación es nula a nivel directivo. A veces hay contactos, como la experiencia de La España en Marcha, pero son cosas puntuales. Cuando hay contactos a nivel directivo para hacer algo más grande la condición de Canduela siempre era que él tenía que liderar el movimiento.

¿Y posiblemente Pedro Pablo Peña de Alianza Nacional y Manuel Andrino de La Falange debían querer lo mismo?
Exactamente. Todos quieren el liderazgo. Y no tenían muy buenas palabras hacia Canduela. Él piensa que la estrategia correcta es la de DN, pero resulta que los líderes de las otras organizaciones piensan exactamente lo mismo de ellos.

No ha aparecido nunca una figura capaz de modernizar la extrema derecha en España. ¿Crees que este personaje aparecerá? ¿habrá una Marine Le Pen española?
Lo veo muy difícil. Además creo que la sociedad española puede votar al PP, siendo conservadora, pero no creo que pueda triunfar un partido fascista.

¿DN tiene relación con partidos democráticos?
Orgánicamente no. Yo cuando estudiaba lo hacía con militantes del PP, ellos sabían de mi militancia y nos caíamos simpáticos, teníamos puntos en común, pero a la hora de hacer cosas serias no se atrevían a hacer nada.

¿Golpecito en el hombro pero la foto no se la querían hacer con vosotros?
Exacto.

¿Qué piensas sobre el proceso independentista que está viviendo Cataluña? ¿Crees que Cataluña puede llegar a ser independiente?
Creo que sí, que será independiente. Pero no ahora. Quizás lo será dentro de 20 años. Entiendo muchos de los motivos por los que los catalanes quieren ser independientes y creo que España tiene un grave problema de respeto con otros pueblos. Es un tema de la concepción de España como se entiende actualmente. Sin embargo para mí no es un tema demasiado importante aunque prefiero que se solucione de forma amigable por el bien de todos. Creo que hay otras prioridades antes que la independencia pero tampoco es un tema que me moleste. No la rechazo. No estoy en contra ni estoy a favor.

“El hecho de descubrir, por ejemplo, gente como Pablo Iglesias por la tele durante algunas de sus primeras apariciones en los medios me atrajo”

¿Por qué finalizas tu relación con DN?
Por una cuestión de madurez. Había entrado en la edad adulta, había tenido suficiente experiencia con ellos, incluso yendo por toda Europa con el partido. Con los años, aquel joven inseguro que se dejó llevar por el magnetismo de la extrema derecha finalmente maduró. En otras palabras, recuperé la seguridad en mí mismo. Ya no necesitaba a DN ni aquel grupo de militantes para sentirme alguien en la vida. Tenía perspectivas, proyectos. Yo soy una persona tolerante. Ya no me sentía bien en DN.

¿El cambio fue progresivo?
Fue rápidamente progresivo. Me sentía incómodo en algunos momentos. Por otra parte el hecho de descubrir, por ejemplo, gente como Pablo Iglesias por la tele durante algunas de sus primeras apariciones en los medios me atrajo. Pensaba: “joder este tío dice cosas interesantes”. Me hizo reflexionar.

¿Cómo se tomaron tu salida?
Mi desvinculación, oficialmente, era porque yo estaba opositando para policía. Lo cual era cierto porque en ese momento yo me quería encaminar hacia esta profesión, pero evidentemente también había un cambio personal en mí. Durante los últimos contactos con la organización yo les comuniqué este hecho y no les gustó demasiado… No se fían de un policía. Pero contradictoriamente tienen policías militando en DN.

También hubo un hecho importante que me llevó a abandonar DN. Durante la campaña de las elecciones generales de 2011 trabajé para Plataforma per Catalunya (PxC) y me pagaron por ello. El contacto me vino precisamente por un ex-militante de DN que se había desvinculado del partido y ahora estaba en PxC. Recorría Barcelona con una furgoneta pegando carteles. Éramos varios trabajadores de todo el Estado, todos alojados en un hotel de Castelldefels que nos pagaba el partido.

Allí me reencontré con algunos históricos de la ultraderecha, gente que tenía vista de Valencia o de encuentros varios. No terminé la campaña. Me sentía incómodo e incluso iba con miedo a trabajar. El rechazo de la gente cuando pegaba carteles era palpable. Sentí mucha vergüenza. Esta fue mi última experiencia con la ultraderecha.

¿Queda algo de aquel ultra?
No. Absolutamente nada.

Sigue a Jordi Borràs en Twitter: @JordiBorras