Lidia* tenía 18 años cuando le ocurrió. Estaba buscando trabajo de lo que fuera. Se había marchado de casa de sus padres y necesitaba dinero para sustentarse. Entonces vio aquel anuncio que le cambió la vida para siempre: buscaban comercial para vender filtros de agua y ella aplicó.
“Me citaron por la tarde en una oficina del centro de Barcelona. Fue el primer sitio en el que me dijeron que ya me llamarían y de hecho me volvieron a llamar. Recuerdo que el director de aquella empresa me hizo pasar una especie de prueba en la entrevista: tuve que repartir unos papeles a unos clientes y atender al público de recepción. Al finalizar aquella prueba me hizo pasar a su despacho. Ya no quedaba nadie en la oficina”, nos dice Lidia, que ahora tiene 20 años.
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Entonces empezaron las preguntas indiscretas: que si tenía novio, que si le había sido infiel… Le llegó a decir que si la elegía en aquel trabajo sería porque necesitaba a una persona cercana dispuesta a todo. “Yo era muy inocente por aquel entonces y las iba contestando todas como buenamente podía, pensando que si era amable conseguiría aquel trabajo que tanto necesitaba”.
“Cuando quise marcharme fue demasiado tarde. Me agarró por el cuello y empezó a besarme sin yo tener tiempo de reaccionar, de decir ni hacer nada al respecto. Me quedé como en shock y no pude hacer nada”, nos explica. “Me sentía culpable por lo que había pasado. Cuando llegué a casa de mi novio le dije que la entrevista no había ido muy bien, pero tampoco le dije nada más”, nos cuenta.
La vergüenza, el sentimiento de culpabilidad, el miedo a no ser creída o ser señalada es algo del que muchas chicas tienen miedo y por lo que la mayoría de ellas deciden no denunciar. “Al final la juzgada eres tú”, decía una de las protagonistas del programa de Salvados sobre el acoso en el trabajo que sí había denunciado. De hecho se calcula que el 15% de las mujeres sufren acoso en el trabajo, pero solo se denuncia en el 8% de los casos.
En el caso de Claudia*, de 30 años, fue un compañero de trabajo el que denunció la situación ante el comité de empresa a pesar que ella le pidió que no lo hiciera. “Quería conservar mi trabajo. Me había costado lo mío y sabía que si se sabía podía dañar mi reputación. Me acabaron echando igualmente aunque me ofrecieron otro puesto en el mismo grupo empresarial por la mitad del sueldo. Lo rechacé porque para mí aquello era un insulto”, asegura.
Según, cuenta ni se planteó denunciarlo porque “al final estaría luchando contra un gran grupo, con abogados que seguro que iban a ser mucho mejores que los míos y tenía miedo de perder la credibilidad. Ya había sufrido bastante con el acoso que me estuvo propiciando mi jefe durante un año entero. A pesar de que el resto de trabajadores lo sabían, nadie, excepto el que denunció, hizo nada para acabar con aquella situación”, explica.
Claudia explica que cuando ocurre algo así no es algo que puedas olvidar de un día para otro. “Ha cambiado mi vida, mi forma de vestir… ya no me maquillo para ir a trabajar. Cuando ocurre algo así lo último que quieres es convertirte en el objeto de alguien y que juegue contigo de la forma que quiera porque tiene total impunidad y la gente le encubre”, nos dice.
Es complicado denunciar cuando no hay más que tu palabra contra la suya. Cuando habrá quienes te señalen por ser la víctima. A pesar de que se esté empezando a hablar del tema sigue siendo un tema tabú, que ocurre más de lo que creemos y que quienes lo sufren muchas veces lo hacen en silencio.
Tania*, también sufrió acoso por parte de su jefe hace unos 4 años, cuando tenía 26, y hasta ahora no lo ha contado públicamente. “El miedo a que te etiqueten, a ser rechazada en tu propio sector, a que no hayan represalias por parte del acosador, el miedo a perder tu trabajo o a no poder seguir trabajando es lo que me ha hecho decantar por no denunciar el acoso. Además está todo el tema de protocolos legal, es algo muy lento y revivir lo que te ha sucedido es algo por lo que no todas estamos preparadas”, nos dice.
“Sigo pensando que mientras los jefes sean solamente hombres o mujeres inseguras el acoso seguirá existiendo”, exclama Tania*. Según nos cuenta muchos de estos hombres no son conscientes de lo que hay. Piensan que es algo normal y el silencio que hay en su alrededor les ampara y les protege para seguir haciéndolo.
“Te encuentras en un callejón sin salida, porque por un lado si no les plantas cara siguen haciendo como si nada y si se la plantas corres el riesgo de caer en un estigma con lo que esto conlleva ”, nos explica Tania. “¿Quién te va a decir qué es lo correcto y lo que no? ¿Puede alguien convencerte a hacer algo que puede que te haga más daño? Cada una tiene que hacer lo que sienta, lo que necesite en cada momento, y creo que si en su día hubiese denunciado sin haber curado primero mi herida, ahora no podría hablar con tanta firmeza sobre el tema”, asegura.
Según nos cuenta Noelia Vargas Garrido, psicóloga y activista feminista, nos encontramos de facto dos sistema donde transcurren estos acosos y abusos: el patriarcal y el capital y ambos van a condicionar que esas denuncias no lleguen a darse a término. “Las víctimas no sólo tienen que enfrentarse a los agresores, sino también tienen que hacerlo después a un proceso de revictimización: ser deslegitimada o incluso culpada de su propia agresión. A estos se le puede unir otros factores que le lleven a una mayor vulnerabilidad como si tiene una escasa red de apoyo (especialmente en el contexto laboral) o bajos niveles socioeconómicos”. Esto explicaría por qué las mujeres jóvenes son precisamente las más vulnerables a la hora de denunciar. “La precariedad laboral, la inestabilidad y la incertidumbre vital a la que está sometida nuestra generación van a influir considerablemente a la hora de poder denunciar”, nos explica.
Todas estas historias explican la realidad de por qué algo como el acoso sexual en los puestos de trabajo siguen siendo un tabú a pesar del auge del feminismo y la concienciación social que existe sobre el tema. Aún existen muchas deficiencias en cuanto a protocolos por parte de las empresas y de la justicia en general. Sin ir más lejos en el Tribunal Superior de Justicia de Galicia, por ejemplo, hace solo dos años que hay un protocolo sobre el acoso sexual a pesar de que la ley lo existe desde 2017, lo queda mucho que pensar.
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