Artículo publicado originalmente por VICE en inglés.
Los museos nunca dejarán de ser fascinantes. Cada antigüedad tiene un relato que contar y hay varios años de historia contenidos en un solo edificio. Puedes apreciar las mismas obras de arte construidas y apreciadas por gente que vivió cientos de años antes que tú; las mismas reliquias que verán las personas que lleguen después de ti. Es fascinante pensar que esas mismas esculturas, pinturas y reliquias hayan sobrevivido a múltiples tragedias solo para acabar situadas frente a ti.
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Hasta que un idiota que desea tomarse una selfie destruye la reliquia en cuestión de segundos porque no le importó lo suficiente como para prestar atención a lo que estaba haciendo.
Es exactamente lo que sucedió en Italia en 2020.
Un turista austriaco de 50 años que se encontraba visitando el famoso Museo Gipsoteca al norte de Italia rompió tres dedos de los pies de un modelo de yeso de 200 años de antigüedad de la estatua de Paolina Bonaparte hecha por Antonio Canova, mientras posaba para una foto con la escultura. Fue captado por una cámara de vigilancia saltando sobre la base de la estatua cuando el movimiento le quiebra involuntariamente los dedos de los pies. El hombre estaba en compañía de otros ocho turistas austríacos y se había separado de ellos para tomarse una selfie “desparramado sobre la estatua”, lo que provocó la avería a los pies del modelo y otros posibles daños en la base de la escultura.
Cuando la gente se enteró del suceso, montaron en cólera, y con toda razón. Vittorio Sgarbi, presidente de la Fundación Antonio Canova, escribió en una publicación de Facebook que había pedido a la policía “claridad y rigor” en la investigación. En su momento, el turista austriaco confesó y mostró su arrepentimiento por su comportamiento estúpido. Pero no es la primera vez que una obra de arte valiosa ha sido dañada por descuido o accidente. Entonces surge la pregunta: ¿Qué sucede si destruyes por accidente una invaluable obra de arte en un museo?
Los casos anteriores demuestran que la respuesta es: no mucho. Es decir, siempre que sea accidental —aunque hayas sido un poco negligente— y si no tienes en cuenta la vergüenza que conlleva ser “esa persona” que ha privado al mundo de una parte insustituible de su historia.
Los museos y las galerías casi siempre tienen seguros para cubrir la mayoría de los daños y las personas que dirigen los museos comprenden que los accidentes ocurren. En casi todos los casos vergonzosos de destrucción accidental de arte que analizamos, ni el museo ni el propietario del arte en cuestión presentaron cargos. Lo peor que parece haber sucedido en tales escenarios es que la persona en cuestión tuvo que enfrentar el escarnio público y una suspensión del museo.
En 2006, un hombre tropezó con el cordón de su zapato mientras caminaba por el Museo Fitzwilliam en Cambridge y derribó tres jarrones del siglo XVII, valorados en 240.000 dólares. Fue arrestado bajo el cargo de daño criminal y pasó una noche en la cárcel. Sin embargo, el museo decidió no presentar cargos ni identificarlo, a pesar de que logró destruir los jarrones que habían sobrevivido durante cuatro siglos. Su respuesta oficial fue simplemente una carta que le aconsejaba “no volver a visitar el museo en un futuro próximo”. Entonces, técnicamente, ni siquiera le prohibieron el acceso. Solo le pidieron que se abstuviera de visitarlo durante un tiempo.
Luego, en 2015, un niño de 12 años tropezó mientras visitaba una exposición de arte en Taiwán, mientras sostenía una bebida en la mano. Durante su caída logró hacer un agujero en una pintura que tenía más de 300 años de antigüedad y estaba valorada en aproximadamente 1 millón 500,000 dólares. Los organizadores de la exposición le dijeron al niño y su familia que no serían responsables de pagar ningún daño y ni siquiera tendrían problemas legales. Uno de ellos incluso insistió públicamente en que el niño no había tenido la culpa.
Algunos, de hecho, incluso van más allá. En 2015, un niño de cinco años chocó con un jarrón de 221 años de antigüedad en un museo al norte de Londres. El jarrón se estrelló y quedó roto en 65 pedazos. Si bien la familia estaba mortificada por el accidente y se marchó del museo, el niño estaba “devastado”. En lugar de cobrarle a la familia, el personal del museo reparó el jarrón y luego emprendió una búsqueda para encontrar al niño que lo había roto, no para imputarle una acusación, sino para que viera la pieza de cerámica restaurada. Aparentemente, solo estaban preocupados por el bienestar del niño.
Pero estos son meramente accidentes. ¿Qué pasa cuando los incidentes son producto de la negligencia? Parece que los museos y galerías se muestran reacios a tomar medidas estrictas. La destrucción de varias obras de arte por personas que intentaban tomarse selfies —que se ha convertido en tendencia reciente— muestra que, si bien las autoridades detienen a estos visitantes descuidados, a menudo no toman ninguna medida estricta en su contra. “En términos generales, son invitados a las instalaciones”, dijo Colin Quinn, director de reclamaciones en AXA Art Americas Corporation, a Artsy. Y teniendo en cuenta que los artefactos suelen estar cubiertos por las compañías de seguros, son ellos quienes cubren los costos.
Un reloj hecho por el artista James Borden estuvo en exhibición durante más de dos décadas en el Museo Nacional de Relojes de Columbia, Pensilvania, hasta que fue destruido. Llegó a su fin cuando una pareja de personas mayores comenzó a tocar y tirar de sus diversas partes para tratar de ver cómo se veía el reloj cuando funcionaba. Finalmente hicieron que el reloj colapsara. Incluso entonces, el museo decidió no presentar cargos ni buscar una indemnización por los daños.
En 2016, una mujer de 91 años que se encontraba de visita en un museo en Nuremberg vandalizó una pieza llamada “Reading-work-piece”, una obra de arte de 1965 que parece un crucigrama parcialmente completado, acompañado de la frase “insertar palabras”. Resulta que esta anciana se tomó muy en serio la petición, encontró un bolígrafo y comenzó a completar el crucigrama. Los curadores del museo denunciaron a la mujer, pero solo para poder presentar su reclamación a la aseguradora. La compañía investigó a la mujer por daños a la propiedad, pero no encontró ninguna intención maliciosa.
De esta manera, la mayoría de los museos y galerías se toman con calma la destrucción o el daño a sus piezas si se trata de un accidente. Lo más probable que suceda es que tengas que pasar por una investigación.
Bueno, a menos que seas este niño desafortunado cuyos padres recibieron una reclamación por daños de 132.000 dólares en 2018. Su hijo de cinco años había derribado una escultura de arte en exhibición en un centro comunitario local y el propio artista de la escultura examinó la pieza y determinó que era irreparable.
Entonces, para no llegar nunca a una posición en la que tengas que comprar lo que rompas, intenta no destruir ninguna antigüedad. Las generaciones futuras —si es que existen, considerando el estado del planeta— estarán agradecidas de no tener un legado cultural totalmente arruinado. Después de todo, estas piezas no han sobrevivido medio milenio solo para ser dañadas por un despistado fan de las selfies.
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