Este contenido es una guía semanal creada en colaboración con Tecate que resume los livestreams en la industria musical.
Llevo cinco minutos ahí parado, contando coches. Es sábado por la noche, y desde la ventana de mi departamento cuento el número de coches que circulan por Calzada de Tlalpan, la columna vertebral de la Ciudad de México. Son menos de 20 coches que, comparados con un sábado por la noche habitual, son ridículamente pocos. Pero, no es un sábado por la noche habitual. Porque llevamos dos meses encerrados, y esos 20 coches me lo recuerdan en la cara.
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Pero son las 8:00 PM y también recuerdo que Bad Bunny prometió un live por Instagram. “Antes de que se acabe el mundo quería cantar YHLQMDLG borracho con ustedes”, dice mientras pone bachata, perrea con su novia, estrena canciones inéditas, y rompe el récord de más personas conectadas para un live de Instagram de la historia. 320,000 personas viendo a Benito beber de un vaso rojo desde la sala de su casa por tres horas.
Cada uno de esos lives que han existido en este confinamiento me han puesto a pensar en cosas. A teorizar sobre el futuro. A reflexionar qué habrá al otro lado de la página. Sin embargo, llegó el momento. En el pico de la pandemia –y quizás también del fenómeno del livestream de la mano del Conejo-, es necesario hacer un corte de caja y, especialmente, un análisis que pase por el presente para pensar en el futuro de la música.
Innovar es el nombre del juego
Queda claro que la música siempre se siente como algo imperativamente necesario. Una ventana de tiempo que, además, se cruzó con la época de festivales en Latinoamérica, por lo que nuestra hambre de conciertos encontró en el live una alternativa –no equiparable pero sí sustituible- para llenar esos huecos en nuestra vida. Y se están llenando en más vidas de las que pensábamos.
Innovar. Sea con un concierto en VR o por Fortnite, con un set acústico o un Q&R. Los mejores y más recordados lives de la cuarentena se han distinguido por tener formatos que revolucionen el mercado. Lo otro, es la capacidad para elaborar seriales que le den forma y orden a los lives, siguiendo formatos específicos que hagan querer volver. Pienso en #MúsicaEntreBrothers de Tecate; una serie de livestreams para hacernos sentir queridos durante esta época de poco amor (al menos en mi caso). Una serie de conciertos en vivo por seis fines de semana consecutivos. Este fin de semana tendrán su última tanda de streams con Natalia Lafourcade –hoy, viernes, a las 8:00 pm (hora de CDMX)- y Nicky Jam –domingo, a la misma hora- a través del Facebook y canal de YouTube oficial de Tecate.
La semana pasada, la United Talent Agency lanzó su estudio de mercado titulado “Medios y entretenimiento en tiempos de Coronavirus”. El estudio, que contó con 1,100 participantes encuestados en una muestra representativa, arrojó un dato que, al menos desde mi perspectiva particular, es bastante certero llevado aún a una muestra total de la población: 7 de cada 10 personas con acceso a Internet han visto un livestream y se encuentran en disposición de volver a hacerlo aun cuando las restricciones de confinamiento se levanten.
Acá, me permito entrar a la primera reflexión: los formatos. Que haya tantas personas entrando a lives puede ser una casualidad. Un dedazo. Un poco de curiosidad. No hablamos necesariamente de un deseo de querer entrar a esos lives. Sin embargo, estar dispuesto a volver, sí tiene un ingrediente de voluntad y, por lo tanto de atracción.
¿Y el dinero?
Ya hablamos de nuestra búsqueda, la del consumidor. Ahora vayamos a la siguiente cara de la moneda, la del creador. Estamos parados frente a una panorámica abierta que, con todas sus posibilidades, también genera incertidumbre. Es difícil imaginar que habrá después, pensando sobre todo que se le apretó el botón de pausa a las agendas de conciertos –y con ello, a su mayor ingreso- de todos los artistas del mundo. Pero es emocionante pensar en las maneras en que artistas, junto a sellos, agencias y plataformas, están ingeniando desde ya maneras de obtener recursos.
Y aquí vamos al siguiente punto de reflexión. Estamos dispuestos a seguir consumiendo lives, pero ¿qué tanto estamos dispuestos a pagar por ello? La más reciente encuesta a consumidor hecha por Billboard/Nielsen establece que solo un 27% de las personas encuestadas estarían de acuerdo en pagar por ver stream en vivo. Es decir, un porcentaje poco alentador.
No obstante, el dato contrasta con el informe de utilidades de Stageit, startup de streaming de conciertos que reportó ganancias de 1.5 millones de dólares durante la segunda mitad de marzo. Por su parte, Side Door, plataforma de venta de entradas a conciertos online lanzada apenas algunas semanas atrás, ha reportado ventas enteras para conciertos con boletos que van de los $5 a los $35 USD –que van directo al bolsillo del artista-.
Acá es difícil imaginar en el modelo que resulte más rentable, especialmente porque ni siquiera tenemos certidumbre del tipo de demanda al que tendrán que enfrentarse los artistas en el futuro cercano. ¿Cuándo volveremos a tener conciertos en vivo? ¿Cuándo volverá a ser rentable, para artistas, promotores y consumidores, tener conciertos en vivo? Es más, ¿cuándo sentiremos la seguridad de querer volver a los conciertos en vivo? Tantas interrogantes solo arrojan una certeza: los livestreams son la única fuente alternativa que resulta rentable por ahora. Y encontrar maneras de hacer funcionar esos modelos de rentabilidad, es clave.
Momento Napster
Durante el cambio del milenio, dos amiguitos que se conocieron por mail crearon, lanzaron y popularizaron un fenómeno que le daría vuelta a la industria de la música: Napster, servicio peer to peer para compartir música de manera gratuita. Hablamos de un servicio que en menos de un año llegó a acumular decenas de millones de usuarios, demandas de artistas y disqueras, e ideas que darían fruto a lo que vendría con las tiendas digitales y su posterior transformación a las plataformas de streaming.
Ese empujoncito, llegado desde un actor casi externo para revolucionar la industria musical, es denominado desde entonces como Momento Napster. Hoy en día, podríamos estar presentes bajo el siguiente gran Momento Napster de la historia. “Es el Momento Napster de la historia para decir ‘ok, ¿ahora cómo nos adaptamos a esto? ¿Cómo vamos a cambiar para operar y con qué cosas nos vamos a quedar?’”, dice Scott Cohen, Chief Innovation Officer de Warner Music Group.
Pensando en el nuevo empujón propiciado por la pandemia, las suposiciones son varias. Quizás, los livestreams terminen por unificar la figura del artista con la de host, creador de contenido e influencer, todo en el mismo paquete como una medida de necesidad y de búsqueda de conexión con el usuario. Quizás, los artistas terminen por encontrar una nueva dimensión más allá de la música, expandiendo sus límites creativos a un máximo nivel. Quizás, esto termine por acelerar el paso de una digitalización total de la vida, donde las figuras públicas se expongan transmitiendo en vivo 24 horas al día con cámaras pegadas al cuerpo.
Suposiciones hay, como también hay efectos notorios surgidos a partir de los livestreams. Cada vez resulta más natural ver a un artista sin pijama ni maquillaje transmitiendo desde la misma cama donde duerme. Ese grado de intimidad y espontaneidad implícitos en transmitir hacia una audiencia conectada en vivo y en directo, con las emociones y sensaciones implícitos en ello, puede ser cruciales como llave para rentabilizar el futuro de la música. Y si no, pregúntale a Bad Bunny, su récord y sus 320,000 mil espectadores.
Acá encuentras la parte I, la parte II, la parte III y IV de las guías anteriores.
La guía VICE al livestream musical en cuarentena es presentada por Tecate. Acá en su Facebook puedes ver los conciertos semanales que tendrán.