—Recordé lo que decían los indios de aquí, que los sacerdotes hablaban con los dioses, entonces pensé: 'Éste es uno de los dioses de los que hablaban los indios'.Pero la aparición entendió lo que pensaba y respondió.—No soy un dios, soy un hombre como tú, la misma importancia que tienes tú, la tengo yo. Yo te digo que el ser que formó esta nebulosa, cuando hablaba, nacían nuevos universos, al igual que cuando hablas.Mundo, un campesino delgado y pequeñito, de piel tostada por el sol, entonces tenía 33 años de edad, acababa de ser papá de una niña, y el hombre ese hablaba de muchas cosas que no alcanzaba a comprender, llevándolo al lugar dónde había que levantar la construcción.—Así quiero que sea tu fe, que esté siempre hacia lo alto. El templo tendrá forma de pirámide, y será de piedra. Por eso quiero que tu fe jamás se vaya a quebrantar.—¿Y cómo te llamas?—No te lo diré hasta que tomes conciencia, hasta que entiendas. Muchos se burlarán y difamarán. Dirán: 'Fue una locura o una borrachera, fue una visión de este loco, o este drogadicto'. Yo te digo que el nombre de una persona representa algo más que su cuerpo, que su alma y su espíritu. Es la esencia que habita en el hombre. Un día te diré mi nombre.—¿Y de dónde vienes?—¿Por qué te preocupa tanto de dónde vengo? Preocúpate por ti, pero te voy a decir. Vengo de la constelación de Orión, de un lugar llamado Nefilin. Es un lugar 20 veces más grande que la Tierra. Hay mucha similitud con los seres humanos.
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