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Probé todos los productos para la regla que existen y esto es lo que pienso de ellos

Sigo fantaseando con el día en el que inventen mi método. Mientras tanto, alterno los sistemas que menos rabia me dan.

Todas las fotos cortesía de la autora

Me encanta tener la regla. No he sido aleccionada por ninguna secta de Amigos de la Sangre para decir esto en los medios. Digo la pura verdad. Es uno de los pocos procesos de mi vida que mantienen una periodicidad correcta y natural, una de las pocas señales inconfundibles de buen funcionamiento que me envía mi cuerpo. Me gusta su color, su aspecto. En mis primeros años de regla, me encantaba mirar la mancha que dejaba la sangre en la toalla e intentar adivinar una forma de algo, un personalísimo test de Roscharch que me fascinaba. Adoro estornudar o reírme y sentir que un borbotón de sangre sale de mí. ¿Les da asco, señores? Bueno. Tengan en cuenta que esa sangre que mana de los cuerpos de las mujeres es la misma sangre que los fabricó a ustedes. Cuando tengo una regla muy abundante pienso: Uy, de haber sido fecundado este óvulo, habría salido un bebé gordísimo. Si me duele, pienso: Uy, de haber sido fecundado, me habría salido un chavito problemático y latoso, de esos por los que tienes que ir mucho a hablar con los profesores.

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Sin embargo, odio todos los métodos higiénicos femeninos del mercado. Es difícil conjugar en uno solo los valores de comodidad, salud, practicidad y ecología. Y después está el tema del precio.


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Ustedes dirán: "Bueno, pero hay otros métodos que no son tan caros y resultan mucho más económicos". Tampoco esos sistemas me convencen del todo, a pesar de que algunos de ellos te permitan abonar los geranios del balcón con tu propia sangre.

Aún así, decidí darle una nueva oportunidad a cada uno de los métodos de contención de la menstruación que encontré a mi disposición, una especie de estudio personal de producto que quizás pueda servirles a ustedes para ver el abanico de posibilidades, sus ventajas e inconvenientes.

Primero decidí probar de nuevo todos los sistemas que ya llevaba años usando. Estas fueron las conclusiones que saqué:

TAMPÓN COMÚN (EL CLÁSICO QUE PUEDES ENCONTRAR EN CUALQUIER SUPERMERCADO)

Como soy una hipocondríaca, llevar puesto un tampón común me pone mal. Hay veces en que justo después de escuchar el "clic" del aplicador ya estoy sintiendo claros síntomas del síndrome de shock tóxico y pienso que me va a pasar como a esta modelo, que perdió una pierna por culpa de un puto tampón. Evidentemente, cuando Carlos de Inglaterra le dijo a Camila que quería ser un tampón para alojarse en las profundidades de sus entrañas, no contaba con este mal, y tampoco con los efectos nocivos que la dioxina y el cloro pueden ejercer sobre nuestro organismo. Últimamente, además, ciertas marcas de productos de higiene femenina han tenido la mala idea de añadir perfumes y colores pastel a sus productos, cosa que me enoja de verdad. ¿Intentan convertir nuestras vaginas en artículos del imaginario de Mi pequeño pony?

Los tampones son fatales en cuanto a ecología y salud. Pero, aunque no soy muy amiga de introducirme objetos extraños en el cuerpo y dejarlos macerar durante unas horas en su interior, le doy un 9.2 en comodidad (las centésimas restantes son debidas a unas cuantas veces en las que me lo he colocado con prisas, mal, y he sentido durante horas que un dedo me apuntaba acusatoriamente desde dentro de mis entrañas).

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TOALLA COMÚN

Hace años que no uso toallas comunes, así que la primera sensación al ponérmela me regresa a la adolescencia. A pesar de que ha mejorado desde los inicios de mi regla, allá por 1996 (escalofríos, reloj biológico zarandeándome), su tacto plasticoso me caga. Y eso de sentir cómo en un cambio de postura en la cama de pronto un chorrillo de sangre se sale de su cauce compresil y mancha braga, pantalón y sábana, es horrible.

Ecológicamente nefasta y nada cómoda (odio el contacto con ese plastiquillo y las rozaduras de las alas en la ingle). Le doy un 5 pelado en fiabilidad. Nunca sentaría a una menstruante con toalla sobre un sofá blanco. Cuando llevo toalla, voy siempre mirando atrás, asegurándome de no llevar el pantalón manchado, o de no haber dejado una mancha escarlata en la silla, como aquejada por una manía persecutoria de mi propia sangre.

TAMPÓN ECOLÓGICO Y TOALLA ECOLÓGICA DESECHABLE

El tampón y la toalla ecológica vienen a ser prácticamente lo mismo que sus versiones comunes. Son biodegradables, pero siguen siendo una fuente generadora de desechos. Según dice el paquete, no llevan blanqueadores ni mierdas absurdas, con lo cual son mejores para la salud. Mi mente hipocondríaca descansa. Es cierto que el algodón con el que están hechas hace que las toallas sean más agradables de llevar: desaparece ese tacto plasticoso, y las alas no rozan tan agresivamente.

MOONCUP O "LA COPA"

Supongo que es una cuestión muy personal, pero debo arrodillarme ante las hordas de amantes de la copa, bajar la cabeza compungida y decir: la odio. Cuando apareció en el mercado, sentí que mis plegarias y las de un montón de mujeres habían sido atendidas: se acabó el gastar dinero, se acabó el "mierda, se me acabaron los tampones", se acabó el generar kilos de desechos mes tras mes. Lo intenté con auténtica devoción, pero no hubo forma. Esta vez desentierro mi copita de las profundidades de mi neceser, la hiervo bien hervida, y lo intento de nuevo, para llegar a las mismas conclusiones que en el pasado:

Está bien para llevar en casa, pero si trabajas fuera, llevas una vida movidita o estás de viaje, es sencillamente imposible pasearte con tu copa de rojo caramelo hasta el lavabo y lavarlo ante la vista de otras personas. Además, reconozco que insistí con lo de la colocación y la extracción, pero siempre me daba la sensación de que me tenía que meter tantos dedos dentro para sacarla y ponerla que la vagina iba a dar de sí e iba que tener que ir a una ginecóloga para que me hiciera un zurcido reparador. Como bien declaró una de mis más amigas, "después de un par de días usando la copa, te queda el chocho cansado".

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TOALLA DE TELA LAVABLE REUTILIZABLE

Cuando las toallas lavables irrumpieron en el mercado, mi corazón saltó de gozo. Ecológica y económicamente respetuosas, más saludables… Diría que las toallas de tela lavable deberían ser el futuro de los métodos menstruales. ¿Por qué no lo serán? Porque no son prácticas. ¿Quién quiere pasar el día con un par de toallas de tela llenas de sangre en una bolsita para lavarlas a mano y tenderlas una vez llegue a casa? Están bien si trabajas desde casa o llevas una vida más bien hogareña, pero si tu existencia es la trepidante y absurda aventura multitarea de la mujer común de nuestros días, este no es tu sistema.

Otro punto negativo que debo nombrar es el tema del estampado. Fue una auténtica odisea encontrar toallas de tela que no fueran de unicornios, estrellitas o mierdas así. Finalmente, me hice de la versión más sobria dentro de tanta estupidez (una flor sobre fondo blanco), aunque tampoco me gustaba, para huir del diseño infantiloide a una línea de falsa elegancia menopáusica. Ahora estoy esperando a que me lleguen por correo unas toallas de tela en colores lisos, pero no fue fácil dar con ellas. Como bien dice la gran pensadora Carla de La La acerca de las bragas femeninas: "¿Se puede saber a qué obedece el hecho de que todas las bragas del mundo lleven un pequeño moño en la parte superior delantera? Bajo su apariencia banal, me inquieta este fenómeno que es símbolo de nuestra rendición como género, como si regaláramos algo crucial, y al mismo tiempo proclamáramos nuestra intrascendencia, nuestra inmadurez". Eso, queridas, es exactamente lo que pienso de las toallas de tela con diseño de hadas y corazones.

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Una vez terminados de probar los métodos que ya había usado en el pasado, me lancé al océano rojo de lo desconocido y puse a prueba los sistemas más innovadores y/o extraños del mercado. Así fue la cosa:

ESPONJA MARINA

La primera vez que oí hablar de este sistema fue en una novela de putas parisinas de los años 60. Por lo visto, una de las ventajas es que te permite coger mientras menstrúas sin dejar todo como si Carrie se acabara de graduar. De hecho, el objetivo en la novela era que las meretrices pudieran trabajar todo el mes sin que sus clientes se dieran cuenta de que estaban menstruando. La esponja, que debe ser natural, de mar (NUNCA usen una de estas esponjas hechas de derivados del plástico), se humedece un poco con agua, se escurre, y se coloca en la entrada de la vagina, sin que sobresalga entre los labios menores. La puedes recortar a tu medida. Es cómoda de llevar, aunque lo de sacártela y lavarla ofrece los mismos inconvenientes que la copa. Está bien, pero no es EL MÉTODO DEFINITIVO. Lo de seguir los pasos de las prostitutas parisinas de los 60 y coger con ella puesta no lo veo nada claro. De hecho, no me atrevo a probarlo. No sería la primera vez que tengo que rescatar un objeto del interior de mis entrañas, y no quiero lanzarme de nuevo a esa experiencia por decisión propia.

BRAGAS THINX

Calzones futuristas que recogen la regla. Increíble, pero cierto. Hice mi pedido de Thinx y esperé con ansias la regla para poder probarlas. De primeras, me parecieron feísimas: una especie de calzón de abuela gigante, con una textura un poco tipo armadura en la zona de abajo. Una vez puestos, su aspecto no es tan terrible, y lo cierto es que son cómodos. Con respecto a la absorción, la cosa no queda clara: en su página de internet, THINX dice que el modelo que yo pedí absorbe como dos tampones y medio, pero después hablan de usarlo como complemento para la copa o los tampones. Algo huele a chamusquina aquí.


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Efectivamente, cuando los pruebo, constato que no es suficiente, que sirven como "las bragas para usar cuando tienes la regla para asegurarte que nada de nada se escape", pero que no son un método seguro por sí solo.

THINX está bien, pero cada braga es cara, y tienes que tener varias para ir cambiándote. De nuevo surge el problema: Vaya infierno cambiarte de calzones en el baño de un bar, en el trabajo. Y con los que te quitas, ¿qué haces? ¿Los guardas en la bolsa? Definitivamente estos calzones, por mucho que lo digan en su página, NO SON EL FUTURO.

TAMPÓN DE CROCHET

Grito de horror. ¿De verdad el mundo del hand made ha llegado a tal grado de estupidez? Sí, queridas personas. Estaba dispuesta a todo, pero el tampón de crochet detuvo mi investigación en seco. La idea de meterme un cilindro de crochet por la vagina es similar a la idea de morder lana mojada. No había forma de encajar esa mierda en mi cuerpo. Tiré aquella ridiculez a la basura y di el estudio por terminado.

Conclusión del estudio: Vivo una especie de sueño utópico de la menstruación. Sigo fantaseando con el día en el que inventen MI MÉTODO. Mientras tanto, alterno los sistemas que menos rabia me dan. En realidad, mi sistema menstrual ideal sería ir desnuda por el campo, soltando sangre libremente. Cuando tuviera los muslos muy chorreados, me metería en un bello lago cristalino, cual Brooke Shields en El lago azul pero con el chocho menos vaporoso, para enjuagarme las partes pudendas. Y ya.