Imagen vía
En un primer momento parecía que sí. Lo de los papeles de Panamá (y sus derivados) podía ser el único tsunami que acabara con la estabilidad de la familia más popular, más querida y más pesada, por qué no decirlo, de la historia de la tele. Ha sobrevivido a gobiernos, a elecciones a crisis, a Franco y a todo, pero el supuesto trinque de Imanol Arias y Ana Duato (de los cabeza de familia de los Alcántara, en definitiva) parecía que podía terminar con la saga familiar, con nuestra casa de los espíritus, nuestros cien años de soledad, con el gran culebrón televisivo de la historia hispánica.Pero para culebrón, el de los dos actores protagonistas. Con cuentas creadas a través del famoso despacho Mossack-Fonseca (nombre que parece sacado de una novela de espías de la Guerra Fría de John LeCarré), paraísos fiscales en el Pacífico Sur, despachos chungos, fraude, blanqueo, declaraciones ante la Audiencia Nacional —como Bárcenas—, productoras con cuentas raras… Todos los elementos que no pueden faltar en una buena trama de este estilo. Como todas las que llevan semanas destapando El Confidencial y La Sexta en nuestro país.A falta de confirmar todo esto, y también esperando a ver qué dicen los jueces, la televisión pública se ha tirado a la piscina, dice que no ve chachullos, y que todo apunta a que renovará una temporada más.No ha habido valor de terminar a las bravas con la vida de los Alcántara, con San Genaro y con todo esto que durante quince años ha sido el paradigma de serie blanca, para toda la familia, que hacia llorar y reír a partes iguales, que mantenía en vilo al público semana tras semana y rescataba a actores clásicos, daba la oportunidad a jóvenes y también dejaba a alguno por el camino, como pasó hace unos meses cuando nos enteramos del despido de Isabel Punzano y de algunos mail extraños que se cruzaron por su proceso de despido. Ahí si parece que hubo cosas raras.
Publicidad