De fiesta muy loca en la represiva Uganda

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De fiesta muy loca en la represiva Uganda

El fotógrafo italiano Michele Sibiloni se mudó a Uganda hace unos seis años, empezó a documentar la vida nocturna de su capital, Kampala, y descubrió que hay gente que no está dispuesta a renunciar a la fiesta.

Todas las fotos por Michele Sibiloni, 'Fuck it'. Edition Patrick Frey, 2016

Hay muchas cosas que no se pueden hacer oficialmente en Uganda, como follar con gente de tu mismo sexo. Tampoco puedes "incitar" al consumo de marihuana. No puedes "fomentar el porno" —lo que incluye imágenes y vídeos de mujeres en minifalda o en las que se vean muslos, tetas o culos, aunque no sea en un contexto sexual.

Las restrictivas leyes de este país de África oriental son ideales para convencer a los de fuera de que la represión es la norma en un rincón del mundo de por sí bastante asociado a historias negativas. Una imagen de Uganda que no ayuda en nada a dar a conocer cómo es realmente la vida en el país.

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Pero la técnica de oprimir a la gente que quiere pasárselo bien quizá no esté siendo tan eficaz como esperaban. El fotógrafo italiano Michele Sibiloni se mudó a Uganda hace unos seis años, empezó a documentar la vida nocturna de su capital, Kampala, y descubrió que hay gente que no está dispuesta a renunciar a la fiesta pese a sus leyes restrictivas. Desde los guardias nocturnos que vigilan a los que se han pasado con la bebida hasta los expatriados blancos, las trabajadoras sexuales y los vividores que pueblan los bares de la ciudad, Michele retrata escenas con las que podría identificarse cualquiera que haya bebido hasta perder el sentido pero que probablemente no le vengan a uno a la cabeza cuando piensa en Uganda.

Algunas de las fotos favoritas de su proyecto están recogidas en el libro Fuck It. Hablamos con él para que nos contara cómo fue la experiencia de pasar tanto tiempo en una parte de Kampala que algunos consideran incluso más intensa que Tijuana y qué le enseñó sobre el sexo, las clases y los estereotipos.

VICE: Hola, Michele. Por lo que se aprecia en tu forma de cubrir las noticias sobre el consumo de droga y grupos rebeldes, te mueves muy bien en la calle. ¿Cómo se produjo ese transición de cubrir noticias duras a inmortalizar fiestas?

Michele Sibiloni: Después de pasar un par de años en Uganda cubriendo acontecimientos en la región de los Grandes Lagos —incluyendo la RDC, Ruanda, Uganda y Burundi—, ya tenía bastantes fotos buenas y había aprendido mucho, pero notaba que me faltaba algo. No estaba del todo satisfecho con las fotos que hacía y quería aportar algo personal a mi trabajo, algo más relacionado con mi vida. Entonces me di cuenta de que una de las razones por las que me encanta vivir aquí es que puedo salir por la noche.

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Entonces, ¿cómo se gestó la idea de la serie de fotos nocturnas?

Todo empezó a partir de una foto que le hice a un guarda nocturno, que es la primera que aparece en el libro. A partir de esa foto, decidí hacer una serie de retratos de los guardas nocturnos. Cuando salía, me llevaba la cámara, pero no me obsesionaba con el tema.

¿Cómo reaccionaba la gente cuando te veía con la cámara en la mano? La fotografía en discotecas está bastante normalizada, pero no a todo el mundo le gusta que le cieguen con un flash a las 3 de la madrugada.

Depende. A algunos no les importaba demasiado y otros me pedían explicaciones. Los había que se cabreaban… Hubo de todo. Pero cuantas más fotos hacía, más cómodo me sentía y empecé a creerme con derecho a ello.

A menudo tenía que esconder la cámara porque en la puerta te cachean y, una vez dentro, después de echar una o dos fotos, a lo mejor se te acercaba alguien y te pedía que te marcharas. Cuando acabé la serie de los guardas nocturnos empecé a salir mucho de noche. Iba a bares, fiestas y movidas por la calle para capturar momentos de la sociedad ugandesa por la noche. Cuanto más me implicaba en el proyecto, más crecía mi interés, porque empezaron a salir fotos que nunca antes había hecho. No tenía en mente ningún libro ni nada parecido. Mi intención solo era salir y retratar esa parte de la sociedad ugandesa y una faceta de mi vida allí.

¿A qué sitios ibas? ¿Tuviste dificultad en acceder a alguno de ellos?

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Fui a todo tipo de sitios, desde fiestas en casas de expatriados a bares y clubes de Kabalagala, que sería como el barrio rojo de Kampala. Allí había muchos garitos, puestos de comida en la calle, pequeños hoteles a los que los hombres llevaban a las chicas para acostarse con ellas. En algunos de aquellos bares solía haber hombres blancos de mediana edad en busca de chicas jóvenes. También había locales más pequeños ubicados en zonas consideradas guetos o barriadas pobres. Yo creo que he estado en todas las zonas de Kampala. Quizá no en todos los bares, pero si en todas las partes de la ciudad.

¿Cómo era? ¿Qué tipo de gente encontrabas?

Me percaté de que lo que tiene Kampala de especial es que en determinados bares puedes encontrar todo tipo de gente, ricos y pobres. En ese aspecto es única, no hay tanta discriminación por clases. Obviamente, la gente irá al bar en el que la cerveza sea más barata, pero no es que haya sitios estrictamente para "ricos". Durante mis salidas, me di cuenta de que de noche imperaba una especie de democracia en la que se diluían las clases sociales y todos se mezclaban y se utilizaban mutuamente de formas distintas. En Kenia, por ejemplo, sí que había sitios para gente rica y otros para los pobres.

Mientras realizabas tu proyecto, conociste a muchas personas que acabaron siendo personajes de tus fotos. Háblame de Sandra, la chica que tenía un tatuaje con una polla (abajo) y la frase que dio nombre a tu libro.

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Es una mujer que conocí y a la que grabé y entrevisté. Escribió un par de historias para mi libro sobre su trabajo de prostituta en Kabalagala y sobre el VIH y el sida. Eran muy interesantes pero no me sentía muy cómodo incluyéndolas en el libro porque quería que fuera el espectador quien realizara su propio viaje a través de las fotos. No quería centrar su atención en el VIH, las prostitutas o cualquier otra cosa.

No quiero que se asocie el libro a ningún estereotipo. La primera vez que vine a África, tenía la cabeza llena de los clichés que me habían inculcado las noticias o los artículos que leía en los medios de comunicación; por eso quería que Fuck It fuera algo completamente distinto. Quería mezclar a tanta gente como fuera posible: amigos, expatriados, trabajadoras sexuales, gente de toda clase.

¿Crees que el consumidor medio europeo que nunca ha salido del continente entenderá tu mensaje, con ayuda de pies de foto o de información complementaria para guiarlo?

No lo sé… Eso espero. Creo que es una historia muy auténtica. Cuando vieron el libro, algunos de mis amigos que viven aquí, en Uganda, quisieron saber cuándo había empezado a salir "con ese tipo de gente". Para ellos también era algo nuevo.

¿Fue raro fotografiar a gente que estaba pasadísima de todo? ¿Hiciste alguna foto que finalmente decidieras no usar?

Por supuesto. Para un par de ellas, tuve que preguntar a los sujetos si no les importaba que publicara imágenes en las que salieran tan perjudicados. Estaba claro que no aparecían en su mejor momento… pero entendieron el objeto de mi proyecto y accedieron. Cuando escogí el título del libro hice una edición, ya que entonces había fotos que no encajaban con el tono general. Muchos de los que viven aquí probablemente están huyendo de algo y salen de noche para olvidar sus responsabilidades. "¡Que le den!" (fuck it!), dicen, y durante un rato viven despreocupados.

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¿Cuáles fueron las mejores fiestas?

Para mí no se trataba de las fiestas. Incluso cuando la fiesta era increíble, yo solo me quedaba un rato y seguía mi camino. Yo estaba embarcado en un viaje distinto, pero bueno, también me lo pasaba bien. Me sentía más cómodo en determinados lugares, porque cuando eran más joven —18, 20—, salía mucho. Pero ese no era el motivo por el que iba. Mi objetivo eran los encuentros y las fotos que salían de esas fiestas. Con este proyecto también quería ver reflejada mi experiencia, como si se tratara de una especie de documental personal.

Por supuesto, también es una reflexión sobre distintos aspectos de la sociedad, pero a veces, cuanto más quieres explicar, menos transmites. Por eso digo que este libro habla sobre la vida nocturna de una parte de la sociedad de Uganda, una sociedad sometida a la represión política y conservadora, en la que rigen leyes contra la homosexualidad y la pornografía impulsadas por las mentiras que cuentan las iglesias evangélicas estadounidenses sobre la sexualidad. Pero de puertas para dentro, la gente hace lo que quiere. Aquí las fiestas son como en Londres, París o cualquier otra gran ciudad.

Gracias, Michele.

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Este artículo se publicó originalmente en VICE UK.

Traducción por Mario Abad.