Drogas, surf, esquizofrenia y Dios: El infierno del Kelly Slater español

Hubo un tiempo en que a José Luciano Casillas, El Pecas para los amigos, le comparaban con Kelly Slater. No era una idea gratuita, ambos nacieron en 1972, llegaron a competir juntos en los noventa, y tenían y tienen un estilo único que solo se explica a base de talento natural. A día de hoy, los dos siguen disfrutando de cada baño como si fuera el primero y el último.

Evidentemente, hay algo que les diferencia: Kelly es mundialmente conocido y sigue compitiendo en la élite a sus 44 años; El Pecas, en cambio, disfruta de las mejores olas de las Islas Canarias sin hacer mucho ruido. “Pelos largos, unos porritos y ganar campeonatos locales, yo me estanqué allí”, explica a VICE Sports José, que todavía da guerra a los más jóvenes en los torneos más prestigiosos de las Islas.

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El punto de no retorno para él fue un brote psicótico. Ocurrió justo antes de irse de viaje a Sudáfrica y México, destinos con olas de clase mundial, en 1996; mientras El Pecas se metía en dos días los 10 gramos de cocaína que pretendía vender para pagarse parte de la aventura, Slater ganaba su cuarto título mundial. “Estuve una semana loco corriendo desnudo por allí, con la policía detrás mío. Vaya, un esquizofrénico… pero de película”, recuerda El Pecas, que acabó en el psiquiátrico. En total fueron seis años de vida entre olas, drogas, fiestas y más drogas. “La factura hay que pagarla, vivir así no es gratuito”.

El Pecas pillando un tubazo en las Canarias mientras reza. Foto de Manu Miguélez

“Hoy no es habitual, pero la mayoría de surfistas de mi época tenían las mismas características que yo. Mucha fiesta, drogas, tener las pibas que querías, y realmente yo vivía de las chicas porque dormía en sus casas”. Luciano Casillas tenía, con 17 años, proyección de estrella mundial, pero su ritmo de vida caótico y desenfrenado le robó el momento. “Conocí a Sunny Garcia y a Kelly, me paseé con toda la élite mundial con 25 años y cumplí mi sueño”.

Con 12 años, El Pecas quería ser campeón del mundo de paipo —kneeboard—, pero un día descubrió que levantarse sobre la tabla era una sensación divina. “Después de seis años de rodilla, un día me dio por ponerme de pie y sentí guau, algo diferente”. Para llegar hasta allí, Luciano tuvo que superar una dura infancia en casa que liquidó de un portazo cuando pilló su tabla y su mochila y les dijo a sus padres que se iba a buscar olas.

Casillas venía de una familia modesta, y su sed de surf le hizo buscarse maneras de financiar sus primeros viajes. Así encontró la droga, pero no para consumirla, sino para venderla. Con sus primeras recolectas como camello, se pagó un viaje a Mundaka, donde conoció a Iñigo Letamendia, fundador de Pukas y uno de los pioneros del surf en el País Vasco. “No es que viviera mal, pero uno debía hacer otras cosas para pagarse los viajes. Aquí en Canarias, si eras bueno, las marcas te daban una pegatina y tres camisetas”.

El Pecas, surfeando al atardecer con el cuerpo quemado tras salir de fiesta y quedarse dormido en la playa toda la mañana.

Luciano vivía al límite en todos los sentidos. Se pillaba los mejores tubos y, con el tiempo, empezó a pillarse turcas de campeonato. “Podía estar despierto toda la noche y, a las seis de la mañana, abrir la ventana del garito, ver la izquierda de Las Palmeras, tomarme un cachito de pastilla e irme a surfear toda la mañana hasta reventar. Mis amigos estaban durmiendo o fornicando en el apartamento, pero yo pasaba de ellos y me iba al agua”.

A pesar de este ritmo de vida, en su palmarés encontramos, entre otros reconocimientos, un subcampeonato de Canarias y un campeonato de España de longboard. “Podría haber llegado al CT [Championship Tour], hoy por hoy podría estar en el Masters y ganarlo. Lo viví poco, pero estuve en Indonesia y Hawái y puedo decir que saboreé el sueño de mi vida”.

La enfermedad y la adicción le arrebataron ese sueño, y entonces llegó el infierno. “¿Te acuerdas de la película El exorcista? Pues lo viví en mis carnes”, asegura. “Me escapé de todos los psiquiátricos habidos y por haber. Estuve en San Sebastián, en Gran Canaria, en Lanzarote… Imagínate lo endemoniado que estaba”, comenta sin pelos en la lengua. Su salvación llegó con el consejo de Tom Curren, triple campeón del mundo de surf, a quien vio tras escaparse del manicomio. Le recomendó que leyera la Biblia.

José Luciano Casillas sigue en plena forma, con 44 años, en sus queridas Islas Canarias. Foto de Manu Miguélez

“Tomé el consejo de Tom como un clavo ardiente, pero leía y leía la Biblia y no comprendía nada. Dejé de fumar y drogarme, pero un día en la iglesia una señora muy mayor me dijo ‘Pecas, el señor habla a través de este libro’. Yo pensé que estaba loca, pero esquizofrénico perdido veía la verdad en sus ojos. Me fui a casa y me puse a gritarle a Dios; me acercaba el libro abierto a la oreja, pero no escuchaba nada”. En esa época, José encontró patrocinadores serios y llegó a completar el circuito profesional europeo, pero una y otra vez recaía en la pesadilla de las drogas.

Casillas despertó por una revelación. Un día, al mediodía, fue a ver a Marco, el amigo que le dio su primera tabla y que conocía de hacía 30 años. Por curiosidad abrió la Biblia por San Marcos 12:30: amarás a tu Dios con todo tu corazón, mente, fuerza y alma, este es el principal mandamiento. “Buah, lancé la Biblia pallá, flipé. Entonces busqué Josué y el ocho, ya que era el octavo de la lista en clase. ‘¿A ver que pone?’”.

Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien.

“Sentí un escalofrío, se me saltaron las lágrimas y sentí la presencia de Dios”, recuerda con fervor. Algunos, muchos probablemente, pensaréis que está loco —y de hecho, ahí está su etapa en el manicomio. Él lo tiene claro, y le da igual lo que piensen los demás, porque desde entonces no ha vuelto a tocar ni un pellizco de droga.

El Pecas se paseó en sus últimos años en la élite con la cruz en el pecho

“Todo ser humano hace cosas que no quiere hacer. No quiere mentir, y miente, por ejemplo. Yo aborrecía las drogas y cada vez que pienso en un porro o en una raya me bloqueo”, explica con su nueva voz, la de predicador empedernido. “Ahora tengo una empresa de pintura, pero me dedico 24/7 al servicio de Dios. Trabajo en una iglesia, hago reuniones donde vienen los peores a escucharme y les ayudo como puedo”.

Al Pecas todavía le paran por la calle, y se sorprende que hasta las nuevas generaciones sepan quién es ese tío que pilla tubos mientras reza. “Peso 100 kilos y todavía fluyo como cuando pesaba 40. Mi surf viene de las carencias en mi infancia, me volqué tanto que se lo he dado todo”, explica. Por el camino de su intensa vida ha perdido a muchos amigos — “los que han vivido como yo están todos bajo tierra”—, pero se contenta con haber ganado una relación con Dios, “que no es lo mismo que tener una religión”, asegura.

“Yo salía de fiesta con la élite Mundial y les llevaba drogas a todos. Me entripiaba, me extasiaba. Los que me conocen bien saben que solo Dios puede haber cambiado al Pecas”. Aunque podría haber sido nuestro Kelly Slater, él siente que el surf es solo una distracción y no echa de menos su época de relativo estrellato.

Eso sí, por mucho que diga, sigue al pie del cañón pillando las mejores olas de las Islas Canarias cuando sube el mar.