Identidad

​El ateísmo nos aterra porque nos hace pensar en la muerte

Foto por el usuario de Flickr Hans Van Den Berg.

Mi amiga no creyente Greta Christina escribió su libro más reciente llamado Coming Out Atheist: How to Do It, How to Help Each Other, and Why (Declararse ateo: cómo serlo, como ayudarse mutuamente y por qué) y menciona que un denominador común en las más de 400 personas que entrevistó es que todas mencionaron el tema de la muerte.

“Lo primero que hacen los cristianos es hablar sobre el infierno cuando se enteran que una persona es atea”, dijo Christina. “A veces se comportan de forma hostil o tratan de manipularnos para que volvamos a creer en Dios. Aunque, la mayoría de las veces, lo que sienten es miedo o preocupación. En serio creen que los ateos van a arder en el infierno y es lo último que quieren para sus seres queridos”.

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Un estudio reciente realizado por Corey Cook, llamado “¿Y si tienen razón con respecto al más allá? Evidencia del papel de la amenaza existencial en el prejuicio contra el ateísmo”, ilustra el fenómeno que menciona Christina. Cook, quien se especializa en psicología social y trabaja en la Universidad de Washington, dijo que a pesar de que hay encuestas que demuestran la desconfianza que le tiene la gente a los ateos, no hay muchos libros que expliquen por qué los religiosos perciben de esa forma a los ateos.

En su estudio, Cook presenta una hipótesis que llama “teoría de manejo del terror”. Según esta teoría, estar consciente de la muerte aterra a la gente pero el temor se apacigua con la sensación cultural de que todos somos una parte significativa del universo. Entonces, el prejuicio contra el ateísmo se debe “en parte a la amenaza existencial que representa el confrontar las creencias que conforman nuestra cosmovisión”.

“Descubrimos que cuando los participantes piensan en el ateísmo, se preocupan igual que cuando piensan en la muerte”, dijo Cook.

Como ateo, le planteé a Cook que poner a la gente a ponderar su mortalidad de una forma no amenazadora, al final no resulta tan temible como lo hace parecer su teoría de control de ira. Cook está de acuerdo conmigo hasta cierto punto y respondió que pensar de forma consiente en la muerte “hace que apreciemos más las cosas”, que “puede tener muchos beneficios” y añadió que hay 30 años de investigación para respaldar estas afirmaciones. Sin embargo, “las respuestas son diferentes cuando pensamos en la muerte de forma consciente y cuando lo hacemos de forma inconsciente”.

El estudio de Cook se enfoca en el ámbito inconsciente. Para esto, llevó a cabo dos experimentos con estudiantes del Colegio de Staten Island, el cual fue seleccionado en parte por la diversidad de su población estudiantil.

En el primer experimento participaron 236 estudiantes (172 mujeres, 54 hombres, la mayoría cristianos). Se les pidió que respondieran la pregunta “¿Qué pasa físicamente cuando mueres?” y “Describe qué sientes cuando piensas en tu propia muerte”. Después se les preguntó qué pensaban acerca de los ateos y de la Sociedad Religiosa de Amigos, y qué tanto confiaban en ellos.

El segundo experimento consistió en pedirle a 174 estudiantes que describieran lo que sentían con respecto a su propia muerte o que “detallaran de la forma más específica posible qué significa el ateísmo para ellos”. Después se les pidió que completaran una serie de fragmentos de palabras que podrían ser neutrales, como “skill” (habilidad en inglés), o podían estar relacionadas con la muerte, como “skull” (calavera en inglés).

Los experimentos de Cook eran más específicos que una simple plática sobre la muerte. Hacían énfasis en la muerte. Y según su teoría de manejo del terror, cuando eso pasa, “la gente empieza a buscar quien pueda defender o apoyar su cosmovisión y es entonces cuando atacan a las personas que ven diferente al mundo. Cuando de pronto tus valores se vuelven más importantes, es un fenómeno inconsciente. No te das cuenta de que te importan más que hace unos minutos”.

Curiosamente, a los ateos les pasó lo mismo. “Descubrimos que los ateos que participaron en el estudio también reaccionaron de esa forma. Porque, como ateo, también te preguntas qué pasa cuando mueres. El ateísmo hace que hasta los ateos piensen en la muerte”.

Foto por el usuario de Flickr Ben Francis.

No cabe duda de que el tema tocó fibras sensibles. Le pregunté a Gary Laderman, profesor de historia y cultura de la religión en la Universidad Emory y autor de dos libros que hablan sobre la muerte en EU, qué opinaba acerca del estudio. No le sorprendió el descubrimiento. De hecho, le agregó un contexto más amplio donde la gente cuestiona las creencias religiosas sobre la muerte que están muy arraigadas. “El poder de las instituciones [religiosas] y de las autoridades culturales tradicionales se deteriora de muchas formas”, explicó. “Cada vez más gente está dispuesta a aceptar la gran variedad de posibilidades con respecto a la muerte. Pero la mayoría no está dispuesta a enfrentar lo que asociamos con el ateísmo. La idea de la nada después de la muerte. De que no trascendamos a otra vida. Lo más interesante del estudio es que va más allá de los debates teológicos obvios y se enfoca en las ideas más básicas y existenciales acerca de la vida”.

También desafía las ideas de cómo y cuándo morimos. Cuando hablé con Michelle Boorstein, reportera de la sección religiosa de The Washington Post, salió a flote el tema de la eutanasia. “Cada que hablamos sobre el suicidio asistido y la idea de que la gente pueda decidir cuándo y cómo morir, se abren más debates públicos sobre la muerte. De todas formas casi nunca tocamos ese tema”.

Boorstein cree que es probable que todos estos esfuerzos sirvan para que cada vez haya más gente que acepte el ateísmo. “Las personas que están a favor del suicidio asistido están desafiando la idea de que ‘Sólo Dios puede decidir cuándo me voy’. Si la gente analiza cómo quiere terminar su vida y por qué, es probable que cambie su actitud con respecto a los ateos hasta el grado en que lleguen a estar de acuerdo con ellos en esta clase de temas”.

Las personas no religiosas son el sector de la población que crece con mayor velocidad en EU, seguidos por los católicos, y conforman un tercio de la población de adultos menores de 30 años. Para que quede claro, la mayoría de los no religiosos no se identifican como ateos y tienen creencias sobrenaturales pero carecen de una afiliación religiosa que influya de forma estricta en cómo practican sus ritos funerarios. Además, dos terceras partes de la población estadunidense están de acuerdo con el suicidio asistido y hay varios estados que quieren aprobar la práctica. A pesar de que la muerte se considera un tabú, la gente se está esforzando para reivindicar su prestigio y basa sus esfuerzos en ideales seculares.

Sin embargo, como señala el estudio de Cook, la gente aún se niega a aceptar la noción secular de que la muerte es el fin porque desean una vida después de la muerte. Entonces, ¿cómo pueden superar los ateos la ansiedad que provoca en muchas personas la falta de una vida después de la muerte? Una opción es los pasos de Christopher Hitchens, quien afirma en sus conferencias y en sus libros que la idea del Cielo está altamente sobrevalorada. En 2010 y 2011, escribió un serie de artículos muy honestos sobre “el año en que vivió muriendo” que publicó en Vanity Fair cuando le diagnosticaron cáncer de esófago. Su amiga Jessica Mitford, crítica de la industria funeraria en EU, influyó tanto en Hitchens que decidió donar su cuerpo a la ciencia y no tener un funeral, una postura que, desde mi punto de vista, merecía más atención de la que recibió. Tomo prestado el término de la teoría de manejo del terror para concluir que el objetivo no solo es hacer que la mortalidad sea sobresaliente, sino que también sea convincente.

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