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El culo como territorio político: asistimos a uno de los Twerkshops de Fannie Sosa


Fotografía: Luisa Lane. Maquillaje: Randy Sheppard.

Este artículo pareció originalmente en Noisey Colombia.

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Eran las 8 de la noche en Bogotá, un grupo de 15 personas, aproximadamente, nos congregamos en el ático de uno de los lugares más eclécticos de la ciudad, el Cine Tonalá. La mayoría éramos mujeres. Nos acompañaban tres hombres. Algunas estaban ahí con conocimiento de causa, otras fuimos sin saber realmente a qué tipo de insólita experiencia nos ibamos a enfrentar. Todas habíamos atendido a una convocatoria para asistir a un Twerkshop, cuya descripción promete la construcción de un espacio para sentir, mover, y pensar el culo. El Twerking como lugar de sanación mental, social y espiritual, un espacio de resistencia y descolonización. La idea, por alocada que parezca, es sumamente interesante y cobra mucho sentido cuando se pone en práctica. El taller fue impartido por la activista, Fannie Sosa, la ideóloga de toda esta experiencia que tuvo una duración de cuatro horas. Por supuesto que asistimos.

Fannie Sosa ha girado por el mundo esparciendo una teoría que es tan escandalosa y provocativa como respetable y emancipadora. Sorprendente: el culo como territorio político; como espacio de resistencia. Ella tiene raíces brasileñas, ha vivido en Argentina y España y cuenta con un doctorado en estudios de descolonización. En el taller expone una investigación profunda, tanto teórica y empírica, que resulta asombrosa.

Nos sienta en un círculo y comienza la terapia grupal: « Mover las caderas es dar un paso hacia el placer. Cuanto más placentero es un cuerpo, es más poderoso» introduce Fannie. Después expone con suficiente elocuencia, el cuerpo teórico que da fundamento a su taller: « El Twerk es una práctica diaspórica. Viene de la diáspora africana. Yo le llamo twerk porque a mí me la transmitieron como por esa veta, que es una veta que recién nació en el sur de los Estados Unidos, en Nueva Orleans, pero son prácticas y danzas que también forman parte de muchísimas manifestaciones latinoamericanas como el mapalé, por ejemplo, aquí en Colombia. Hay muchísimas de esas manifestaciones en países donde hay presencia negra, se llama perreo, en Puerto Rico; baile funk, en Brasil; se llama salsa choque. Se llama de diferentes maneras y es un mutante».

«Es una manifestación de los suburbios, o sea, de aglomeraciones alrededor de las grandes ciudades, pero, sobre todo, esta es una manifestación de orgullo. Es una danza que se ejecuta y que se ha ejecutado siempre, desde una posición de resistencia: “todavía estamos aquí y estamos bailando”, ¿no? “Estamos moviendo el culo”. Poco a poco se ha ido democratizando a través del Internet, obviamente, y a través de otras cosas. Mover el culo significa mover muchísimas cosas. Cuando yo digo “mover el culo”, es una manera de hablar del suelo pélvico, que en la vida de todo ser humano, pero sobre todo en la vida de las mujeres, es súper importante. El suelo pélvico es algo que nos da dirección, que nos da presencia y vitalidad, ahí se une lo que proponen estas danzas diaspóricas con medicinas tradicionales como el Ayurveda, que habla del Kundalini, la energía del chacra base, que es una energía que gira entorno al deseo, pero no solamente del deseo sexual, que definitivamente está presente en esas manifestaciones, sino del de deseo de expansión. Entonces, es una danza que tiene que ver con la energía».

Los argumentos van y vienen en un bombardeo de información catalizadora que Fannie ha acumulado empírica y teóricamente: el twerking es una provocación, es, también, una manera de recuperación del espacio público para la mujer dentro de una ciudad, para dejar de circularla y, mejor, ocuparla. Es una vía de conciliación de la mujer con su cuerpo, que está sometido a un régimen de dolor contranatura: «Hay una cosa con el cuerpo doloroso de la mujer, que es tratado como si fuese normal: “si te duele el cuerpo cuando te viene la regla, entonces toma un ibuprofeno y no hay más problema”. Pero eso no es normal, eso es patológico. Si algo te está doliendo, es patológico. Y esa es otra sabiduría elemental que nos viene de medicinas tradicionales, si duele es porque hay algo que no está funcionando bien. El parir es un gran momento doloroso, que nos venga la regla es doloroso, el perder la virginidad es un momento doloroso, ser linda duele, Pretty hurts, hay como un enorme mensaje que es hasta pop del cuerpo de la mujer que sufre. Entonces lo que propone el twerk es otro relacionamiento con el cuerpo, la transformación del cuerpo doloroso».

La experiencia es redonda y edificante, se acerca a ser un aquelarre postmoderno sumamente enriquecedor, en el que además de las herramientas teóricas y reflexivas, se habla de temas de interés, como los beneficios de la copa menstrual y las vaporizaciones vaginales (aprendimos que para combatir los dolores menstruales puedes poner a hervir un poco de agua con romero y colocarte encima del recipiente cuando esté echando vapor, esto humedece y suaviza los residuos endometriales que se incrustan en el útero que son la causa de que se inflame el útero, el vapor permite que estos residiuos fluyan y te sientas mejor. Nota: No lo hemos intentado).

El twerking es casi un arma, y también es un método para relacionarse con el cuerpo: «Esto es un secreto» dice Fannie, «Después de un año de hacer twerkshops, yo me di cuenta de que la mitad de las niñas que hacían el taller de tres días venían y me decían “me vino la regla” y yo como “wow, ok”. Y como al año dije: “claro, estas son danzas de fertilidad” y no sólo en el sentido de la concepción, sino de la contracepción (El twerking, al sacudir la zona pélvica, sacude las paredes del útero, en un movimiento que podría impedir que el óvulo se implante en la membrana uterina. No es un método comprobado, ni hay estudios que hablen al respecto, según nos aclaró Fannie. No lo intenten en casa. Es sólo una posibilidad, una mera intuición) Son las prácticas de esas mujeres que saben y están en control de su fertilidad, y por eso son vistas como las mujeres fáciles ¿no? El cuerpo de la mujer negra, obviamente, entra muchísimo en toda esa esfera. Y por eso hablamos de las brujas también».

Y así, de un momento a otro, ese baile que tanto hemos visto en YouTube y admirado con actitud burlona, apreciativa, cosificante o morbosa, en el twerkshop se convirtió en una oportunidad para la introspección y el pensamiento crítico, para hacer conscientes todas esas sutilezas de la vida cotidiana que, como mujeres, no nos permitimos pensar, por el contrario, las incorporamos y asumimos sin cuestionar. Estas fueron algunas de las preguntas que se respondieron y se generaron en el Twerkshop que Fannie Sosa impartió en Bogotá:

¿Por qué las mujeres sentimos dolor al parir?

¿Es posible sentir placer pariendo?

¿Por qué existe la frase pretty hurts?

¿Por qué los productos de belleza e higiene para la mujer son considerablemente más caros que los de los hombres? (Esta nunca se me había ocurrido)

¿Por qué las ciudades son fálicas?… Momento, ¿las ciudades son fálicas?

Si respondieron que no a la pregunta anterior, aquí les va otra para que reconsideren su respuesta: ¿Por qué, siendo mujer, no puedo caminar por una calle oscura, en la madrugada, sin sentir que corro el riesgo de que me violen? (Y aquí sí, estamos seguras de que el temor a ser violados no lo comparten, ni lo comprenden, los hombres)

¿Por qué el culo es indecente?

¿Es posible mover el culo frente a un hombre sin que, solo por eso, él piense que estás invitándolo a tocarlo? (¡Debería ser posible!)

¿Por qué no puedo mover el culo en la calle?

¿Por qué se margina a quien lo hace?

¿Por qué hay gente que sí mueve el culo?

¿Puedo mover el culo si es muy grande?

¿Puedo mover el culo aunque tenga poco?

¿Puedo sentirme bien moviendo el culo?

¡¿Cómo puedo mover el culo?!

Piensen lo que quieran y argumenten todo lo que necesiten, descártenlo por feminista, feminazi, reivindicador, basura, exagerado, desbocado, sobreentendido, o como quieran, pero todo esto tiene mucho sentido. Hacerse estas preguntas y buscarles una respuesta se siente reveladoramente bien. Tan bien como sacudir el culo, aunque sea con torpeza.

«Nosotras estamos todo el tiempo cerradas sobre nuestro útero, sobre nuestro vientre, estamos todo el tiempo sosteniéndolo por miedo a una penetración que uno no quiere, por miedo a que manche, por miedo a que salgan cosas que uno no quiere ver, que uno no quiere oler, etc. Entonces vivimos en un estado que se marca mucho en la posición que adoptamos en espacios públicos. Los hombres están en una posición del espacio público súper expansiva, pero las mujeres estamos hasta de costado, a veces. Esa crispación de todo el vientre, del suelo pélvico, es una de las cosas que uno empieza a soltar, cuando uno empieza a hacer twerk».

Pero no es sólo un espacio de reflexión femenina, el twerking es incluyente, debe ser incluyente, y es por esto que también ofrece beneficios para los hombres que se acercan a la experiencia: «El twerk es una forma de equilibrar, bueno, es una manera de hacer circular la energía, la sangre, etc. En la cual uno equilibra lo que sea que le está pasando, uno puedo hacer twerk para darse energía, para seguir con algún tipo de ejercicio que demande energía física, o puede hacer twerk para calmarse y relajarse, también. Depende de la energía y la posición en la que tú lo hagas».

Preguntas y reflexiones son planteadas y respondidas a lo largo de la primera sesión del taller, en el que las participantes se van presentando y Fannie va comentando, explicando y exponiendo su corpus teórico para pasar, después, a la segunda etapa del taller: la práctica.

Ay, mover el culo. Uno no se da cuenta de lo muy inconsciente que es de su retaguardia hasta que intenta twerkear. Para Fannie, el acto del twerking es un ejercicio de memoria; el conocimiento está ahí, aunque sepultado por un sin fin de creencias que nos han hecho olvidarlo, pero está, basta con recordarla. En el twerkshop aprendimos que no es lo mismo mover el culo que las caderas y que, generalmente, lo que uno mueve cuando lo bate, no son las nalgas. El twerking es el acto de sacudir la grasa de los glúteos, por lo tanto, el movimiento de la carne y su rebote, es lo que uno debe aprender a dominar. La tarea no es nada fácil. Estuvimos por dos horas, en el twerkshop, haciendo ejercicios de contacto y aflojamiento. Moviendo y sobando culos. Fannie exponía videos de culos libres y politizados que, obviamente, twerkean asombrosamente.

Ya entradas en confianza, aprendimos a hacer twerking en diferentes posiciones: acostadas, paradas, arrodilladas y también vimos que hay etapas principiantes y avanzadas. Aprendimos a frotar culos para suavizarlos y relajarlos, nuestros culos también están tensos y para twerkear es imprescindible aflojar las nalgas (literalmente). Que la clave para twerkear debidamente es no mirarse el culo sino concentrarse en el acto, sentirlo y dejar que el músculo y la grasa reboten. Hay niveles principiantes y avanzados para el twerking, las más profesionales dominan el arte de mover sus nalgas una independiente de la otra (eso se ve brutal). Y, aunque no debería costar mucho esfuerzo, porque llega un momento en que la grasa rebota sola, sí se requiere condición física y múcha práctica. El twerking cansa, y cansa mucho.

Al salir del taller, eramos otras, ahora eramos unas entusiastas del movimiento consciente del culo, más conscientes de la joya política que tenemos detrás. Gracias Fannie Sosa por abrirnos el espacio para comprender que lo que hace Miley Cyrus y Rihanna, dificilmente se acerca a lo que la experiencia del twerking significa.

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Mueva el culo y no dude en asistir a un Twerkshop de Fannie Sosa. Para más información síga su Fan Page en Facebook.