El Culto: Eric Cantona

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Grado de culto: el estándar publicitario

Existe un anuncio de fútbol realmente memorable que destacó del resto en mi niñez. Lanzado por Nike en 1994, el anuncio apreció en varios lugares: en folletos donde se anunciaban las nuevas botas Tiempo, entre las páginas sagradas de las revistas deportivas, y en los anuncios durante la media parte de los partidos de Champions League.

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Pero el anuncio que recuerdo con más claridad es un espectacular de 5×14 metros colocado sobre una avenida concurrida en mi ciudad natal. Al principio atrajo mi atención por el rojo sangre de la Cruz de San Jorge que servía de fondo para una imagen en blanco y negro. El anuncio no sólo era visualmente fascinante y rayaba en la provocación: solía vivir a varios kilómetros de Swansea, lugar donde es muy raro ver la bandera inglesa desplegarse con tanta fuerza y perfección.

Pero aunque el fondo era poco familiar, la figura frente a ella era fácilmente reconocible. Para un niño de 8 años, Eric Cantona estaba entre los hombres más famosos y fascinantes del planeta. El francés, quizás, fue el jugador con más impacto en la Premier League, el jugador estrella del campeón Manchester United y una enigmática maravilla. Cantona segregaba indiferencia, despreocupación, sin embargo, hacía cosas que sólo las horas de práctica y dedicación podían hacer posible. Vestía sus camisetas con el cuello levantado como símbolo de rebeldía que molestaba a los conformistas. Cantona era sin duda el mejor y le importaba muy poco lo que se pensara de él.

El ’66 fue un año grandioso para el fútbol inglés. Nació Eric. Imagen vía

Lo que me atrajo del espectacular anuncio en ese entonces era el despliegue puro de arrogancia presente en la forma de su boca, la inclinación de sus párpados, y el ángulo del cuello de su camiseta. Hasta podía imaginarme el resto de su cuerpo: el ángulo de su espalda y la posición de sus manos sobre la cintura. Todo añade al efecto del mensaje: el nacimiento de Cantona es una logro aún mayor que el triunfo de Inglaterra en el Mundial.

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La arrogancia es una virtud… siempre que se pueda sustentar. Pocos podían hacerlo como Cantona, quien además de futbolista era un gran incitador del caos. Para el final de la temporada 93-94, el United se coronó campeón consecutivo de la Premier League por segunda vez, y aseguró el doblete con cuatro goles sobre el Chelsea en la final de la FA Cup. Cantona fue elegido Jugador del Año por la Asociación de Jugadores Profesionales y el jugador del año por los fans del United, después de anotar 18 goles en liga y un par de penaltis para hundir al Chelsea.

Esto lo convirtió en la máxima estrella del espectáculo del país. En una época donde Inglaterra sufría una transición importante en el fútbol, Cantona restauró el estilo, la provocación y la confianza que habían desaparecido el fútbol inglés. Fue un hombre con un brillo único. Sólo él podía aparecer en un anuncio donde un francés era más importante que el logro deportivo más grande de Inglaterra.

Punto de entrada: fila principal en Selhurst Park

¿Qué entendemos cuando nos enteramos de que dos de los momentos clásicos del fútbol en el último cuarto de siglo han sido actos de violencia? ¿Qué podemos pensar de los franceses si fueron ellos los protagonistas de ambos? Por supuesto, me refiero al cabezazo de Zidane en la final del Mundial de 2006, y la poco convencional presentación de Cantona con el público del Selhurst Park en enero de 1995.

Ambos explotaron ante las provocaciones, perdieron el control y rompieron contundentemente las reglas del fútbol, concretamente aquellas que establecen que no debes agredir físicamente a alguien. El cabezazo de Zidane a Materazzi fue un acto de agresión puro, la antítesis del estilo de juego de “Zizou”. Pero Cantona fue más allá. Nos dio la sensación que hubo cierta gracia en el fondo del caos que provocó en las gradas del Selhurst Park.

El partido se disputó el 22 de enero de 1995, cuando el United viajó al sur de Londres para enfrentarse al Crystal Palace. Tres días antes, Cantona había metido un gol para ganar por la mínima al Blackburn Rovers. Esta vez se había convertido en el villano tras de ser expulsado por agredir a Richard Shaw al sentir un empujón del defensor del Palace.

Cantona se digirió hacia el túnel –no era su primera vez– pero en el recorrido se distrajo por un fan del Palace. El hombre era Matthew Simmons, quien había bajado 11 filas para decirle a Cantona que regresara a su amado País, pero de una manera poco amable.

Los siguientes segundos forman parte de la memoria colectiva del fútbol inglés. La caminata afrancesada de Cantona hacia los vestuarios y la cabeza moviéndose de un lado a otro. De repente, después de unos pasos, Cantona se eleva por el aire con su pierna derecha estirada y se lanza contra la grada. La mujer sentada al lado de Simmons no puede creer que sea testigo de un acto de violencia de este tipo en un estadio de fútbol inglés. Después: caos absoluto. Pero antes de la tormenta, el silencio reinaba sobre la gente antes de que Cantona se elevara y cayera sobre los anuncios.

Simmons (parado arriba de la ‘D’) comparte sus buenos deseos con Cantona // PA Images

La FA castigó a Cantona con ocho meses sin poder jugar y, por lo tanto, se perdió el resto de la temporada. El United perdería el campeonato por un punto. Pero el episodio más perdurable se dio en la rueda de prensa organizada después de que Cantona fuese sentenciado a 120 horas de trabajo comunitario. En un pequeño cuarto atisbado de gente, los periodistas aguardaban una cita hasta que Cantona habló lentamente: “Cuando las gaviotas siguen al bote del pescador es porque creen que arrojará sardinas al mar”. Silencio, excepto por el sonido de las cámaras que sacaban fotos. Entonces, agradeció a la prensa reunida, se paró y se marchó de la sala. Los periodistas insistieron, siguieron al pescador con la esperanza de su recompensa, pero Cantona se había esfumado. La arrogancia para decirlo y la maestría para hacerlo es digno de culto.

El momento: filer à l’anglaise (“marcharse a la inglesa”)

Al regresar de su suspensión en septiembre de 1995, Cantona volvió a instalarse rápidamente en el cuadro todopoderoso de Alex Ferguson. Le esperaban dos títulos de Premier League consecutivos, y una FA Cup en 1996, cuando Cantona anotó el único tanto en la victoria contra el Liverpool. La prensa confirmó su adulación por el francés al otorgarle el premio al futbolista del año, mientras que su estatus en el United se inmortalizó al recibir el brazalete de capitán después de la salida de Steve Bruce.

Siete días después de ganar su cuarto título en cinco años en Old Trafford, Cantona anunció que se retiraba del fútbol profesional. Pocos lo vieron venir: tenía 30 años, sólo había perdido dos partidos de liga en la temporada, y era el líder de asistencias. Menos de seis meses antes había anotado el gol que vivirá hasta que el último fan del United deje de existir en este planeta. La noticia fue toda una sorpresa, y en un abrir y cerrar de ojos Cantona ya no estuvo nunca más.

Haciendo retrospectiva, el hecho de que Cantona tomara una decisión tan atrevida habla del carácter de este personaje. Sabía que no podría seguir siendo el jugador más importante del United, y no tenía intención de verse relegado a un puesto menor. Se despidió a su manera, a su estilo para evitar envejecer en la memoria y restarle importancia al recuerdo.

Quizás Cantona, más que cualquier otro jugador, debería ser recordado como el catalizador del increíble éxito del club durante el reinado de Alex Ferguson. Ayudó al United a pasar de un buen equipo a un gigante, y le mostró a los jóvenes Giggs, Scholes, y Beckham el brillo de la grandeza. Fue inquieto y temperamental. De hecho, Cantona fue la encarnación perfecta del fútbol inglés para alguien no nacido en la Isla.

Palabras finales

“Algunos jugadores con reputación respetada y bien establecida se sienten atemorizados y vencidos por el tamaño y las expectativas [del Manchester United]. No fue así con Eric. Él era indiferente, sacaba el pecho, levantaba la cabeza, y miraba a su alrededor como diciendo: ‘Soy Cantona, ¿tan grande eres? ¿Lo suficiente para mí?’” – Alex Ferguson.

Texto: @Jim_Weeks // Ilustración: @Dan_Draws