Un par de disparos al aire silenciaron una riña en la zona de bares, al interior del recinto en donde cada año se celebra la Feria de Chilpancingo, en la capital del estado de Guerrero. Salieron del arma de un hombre —a quien hasta el momento nadie se atreve a identificar— a eso de las 6 de la mañana del pasado 31 de diciembre.
Hasta el momento no hay una versión clara del motivo que originó la pelea entre los asistentes a la fiesta más importante del estado, pues los testigos se han negado a contar su historia. En medio del caos generado por la trifulca, uno de los asistentes alcanzó a hacer una llamada a la Policía Auxiliar y los uniformados acudieron de inmediato.
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Pero no llegaron solos.
Un grupo de hombres con armas largas se apostó al lado de los agentes. La gente huyó como pudo. Entre ellos, la persona que hizo el disparo. En dicha área del recinto —ubicado en el barrio de San Mateo, en pleno centro de la ciudad— sólo se quedaron dos jóvenes: Jorge Arturo Vázquez Campos y Marco Catalán Cabrera, que esa noche habían ido a divertirse y a tomar unos tragos.
Los policías fueron sobre ellos y el grupo de civiles armados se esfumó en algún momento. Según amigos de Jorge Arturo —quienes vieron la escena mientras corrían para alejarse de la zona de bares— los agentes golpearon y subieron al par de jóvenes a una patrulla.
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Cuando los vehículos se alejaron, los amigos telefonearon a los padres de Jorge Arturo y les recomendaron ir de inmediato a buscarlo a los separos municipales, conocidos como ‘la barandilla’.
A partir de ese momento, asegura la familia de Jorge Arturo —la única que accedió a contar su versión a VICE News—, comenzó el horror y, tras días de incertidumbre y desespero, los cuerpos de ambos jóvenes fueron encontrados el 4 de enero. Estaban desmembrados y repartidos en tres bolsas negras de plástico, en un libramiento al norte de Chilpancingo.
“En esta ciudad ya nadie vive seguro”
Jorge Arturo Vázquez era padre de una bebé de dos años y su asesinato dejó a su familia y a sus amigos destrozados. Era el mayor de tres hermanos, tenía 30 años y desde hacía unos meses había abierto una barbería en el centro de la ciudad.
“La gente lo conocía porque era de muy buen carácter. Le gustaba ser solidario con los demás, aunque no los conociera”, asegura un familiar suyo, a quien se identificará como María por cuestiones de seguridad.
A Jorge Arturo, dicen, casi nunca se le veía enojado. Vivía con su novia y su pequeña hija en un departamento dentro de la casa de sus padres, le gustaba la fiesta y también era muy deportista.
Cuando sus amigos cercanos supieron la noticia de su asesinato publicaron mensajes donde lamentaban los hechos y recordaban algunos de los rasgos que identificaban al joven, quien incluso fue parte de los equipos deportivos representativos de la capital guerrerense, al sur de México.
“Lo conocí en la secundaria y me invitó a jugar básquet al Inter de Cd. Bravos; me defendió en más de una ocasión de batos más rucos y, aunque convivía poco con él, cuando nos encontrábamos era buen momento para cotorrear. Jorge era una leyenda en las porterías del fútbol infantil y trabajaba en su barbería hasta en días festivos. Nos hizo sentir orgullosos por tener a un amigo tan comprometido con su chamba”, se lee en una de dichas expresiones en redes sociales.
En Chilpancingo, cuentan sus habitantes, ya nadie vive seguro. El miedo, que lo invade todo en esta ciudad de cerca de 273.000 habitantes, hace que muchos se nieguen a dar sus testimonios en entrevistas telefónicas por temor a represalias. Incluso con la promesa del anonimato.
“Acá todo se sabe / Las llamadas intervenidas son cosa de todos los días / He tenido que cambiar de número cada determinado tiempo para que no me espíen / Es muy peligroso hablar por celular, no tardarían en venir a matarme”, afirman diferentes voces consultadas por este medio.
La intimidación policiaca es otro asunto del que frecuentemente se quejan. La gente que denuncia la comisión de crímenes está expuesta a distintos tipos de amenazas por parte de los uniformados.
Chilpancingo es la segunda ciudad de México con más alto porcentaje de ciudadanos sintiéndose inseguros, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana, realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) y dada a conocer el pasado 17 de enero. De acuerdo con estos datos, 95.4 por ciento de sus pobladores considera que es peligroso vivir ahí.
A su vez, la organización Semáforo Delictivo reporta que 2017 fue el año con más asesinatos en la capital de Guerrero, desde 2013. Incluyendo las últimas cifras de diciembre, hubo 260 homicidios, en comparación con los 243 del 2016, que es el año que más se le acerca.
Un GPS perdido en la Sierra de Guerrero
“Fueron seis días enteros sin dormir. Seis: desde que supimos que habían ‘levantado’ a Jorge Arturo y hasta que nos entregaron su cuerpo”, recuerda María. Durante ese tiempo les dijeron de todo.
Cuando llegaron a ‘la barandilla’, justo la madrugada de su desaparición, los encargados les informaron que un grupo de amigos de los jóvenes ya habían pasado por ellos. La familia dice estar segura de que eso no ocurrió.
Luego fueron a la Fiscalía General del Estado (FGE), donde tras abrir el caso e iniciar con las pesquisas les informaron que la última ubicación que habían detectado de ellos correspondía al GPS del celular de Jorge Arturo, en Chichihualco, un punto de la sierra ubicado a una hora en auto de Chilpancingo.
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“Ese indicio nos lleva a pensar que los torturaron antes de matarlos. Se los llevaron hasta allá y luego los regresaron y dejaron sus restos acá en la capital”, dice la familiar de Jorge Arturo.
Horas después de que identificaran plenamente el cuerpo de Jorge por sus tatuajes, la FGE dio a conocer que los elementos de la Policía Preventiva Municipal de Chilpancingo estaban bajo investigación por los hechos.
El 8 de enero pasado la dependencia anunció la detención de uno de estos elementos. Se trata de Nicolás N., a quien ya se imputó y vinculó a proceso por su probable responsabilidad en el caso.
María dice que su familia no cree en esa versión. Sospechan que se trata de un teatro armado para deslindarse de las verdaderas responsabilidades y que en realidad lo que pasó es que los policías los entregaron a una célula del crimen organizado. Aún no entienden por qué.
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En entrevista para VICE News, el Vocero de Seguridad del Grupo de Coordinación Guerrero, Roberto Álvarez Heredia, aseguró que ellos tampoco tienen aún todas las piezas del rompecabezas, que la investigación sigue abierta y que toca esperar la resolución de la FGE.
Lo único seguro es que este lunes 22 de enero renunció el Secretario de Seguridad Pública de Chilpancingo, Esteban Espinosa Montoya, justo por el caso de los dos jóvenes secuestrados y asesinados brutalmente. Al presentar su dimisión dijo que pidió su separación del cargo para que las investigaciones pudieran realizarse de manera más ágil y objetiva.
Mientras tanto, las familias esperan resultados con el alma en vilo. María dice que tienen miedo, que no saben en quién confiar. “Lo peor es que no sólo se trata de Jorge y Marco. Los desaparecidos y asesinados son muchos, muchos más. Todo Chilpancingo es un infierno”.
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