El ejército brasileño y los nativos se enfrentan en el Amazonas


(Todas las fotos cortesía de Munduruku Denúncia)

Aunque la economía brasileña ha tenido algunos topes recientemente, las ruedas de crecimiento llevan ya algún tiempo en movimiento, y el país tiene sed de fuentes de energía renovables que le ayuden a mantener su crecimiento industrial y económico. Por ello, a lo largo del último año, el gobierno brasileño ha estado trabajando en la presa Belo Monte en el río Xingu en el Amazonas. Por desgracia, el Xingu es uno de los últimos ríos vírgenes en toda la selva amazónica. Esto es sumamente deprimente, dado que el Amazonas abarca casi la mitad de un continente, y la razón por la cual los planes del gobierno de Brasil han enfrentado un enorme rechazo internacional.

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Al frente de esta ofensa contra la presidente Dilma Rousseff y su ejército de contratistas privados están las tribus amazónicas que han vivido a lo largo del río durante incontables generaciones. Como dijo el grupo (unas 20 mil personas en riesgo de ser desplazadas) en un comunicado: “Somos las personas que vivimos en los ríos sobre los que quieren construir presas. Somos los pescadores y los pueblos que viven en las comunidades ribereñas. Somos pueblos amazónicos y queremos que la selva siga existiendo. Somos brasileños. El río y la selva son nuestros supermercados. Nuestros antepasados son más viejos que Jesucristo”.

Los restos de algunos de estos antepasados ​​ya fueron profanados por las obras de construcción; las urnas con los restos ancestrales de la tribu Munduruku fueron desenterrados en los rápidos Sete Quedas, un lugar considerado sagrado por los indígenas de la zona. Tras el incidente, un manifestante dijo: “Estamos siendo testigos de la devastación de esta tierra. La isla de Pimental fue completamente destruida, sólo quedó un árbol de pie, y el agua está pútrida. Es muy impresionante”.

Esa agua putrefacta, contaminada por las obras, ha desatado una serie de casos de diarrea, y la población de especies de peces cazadas por su valor nutricional se han desplomado. Rutas de transporte clave que antes permitían el acceso de las comunidades a los servicios de salud y educación básica también han sido bloqueadas por la construcción de la presa.

Sin apoyo político o internacional tangible, y en riesgo de ser literalmente aplastados por la construcción de la presa, las tribus adoptaron el método de protesta visto recientemente en Occidente (sin objetivos claros y pocos resultados): la ocupación.

La ocupación de las presas y obras de construcción empezó desde junio pasado, y nuevas manifestaciones han llamado la atención de más miembros de las tribus y pescadores locales quienes ahora se manifiestan en solidaridad. Sin embargo, conforme las protestas (las cuales pueden durar semanas) se vuelven cada vez más populares, están enfrentando una mayor resistencia por parte de las tropas brasileñas y mercenarios enviados para proteger los intereses comerciales del gobierno.


Trescientas mujeres y niños deletrean “Pare Belo Monte” (“Alto a Belo Monte)”.

Y los guardias enviados a hacer frente a los manifestantes no son el típico guardia de seguridad de medio pelo; son soldados con armas, helicópteros y cualquier cosa que el gobierno brasileño considere necesaria para lidiar con personas que, pacíficamente, intentan defender las casas en las que sus familias han vivido por generaciones.

Para que esta fuerza desproporcionada fuera legalmente aceptable, la presidenta Dilma Rousseff firmó el decreto número 7957/2013 en marzo, el cual le dio luz verde para usar a la Guardia Nacional y otras fuerzas armadas como los guardaespaldas de su pequeño proyecto.


Un grupo de guardias de la presa Belo Monte vigila a los manifestantes.

A pesar de la amenaza tan real de violencia que representan los guardias armados de la presa (en especial tras la muerte de un hombre indígena, supuestamente en respuesta a la ocupación de una finca ganadera construida en tierra santa) las tribus se han comprometido a seguir protestando hasta que se cumplan sus demandas.

¿Pero existe esperanza para las tribus amazónicas? Platiqué con Maria Irigaray y Leila Salazar-López de Amazon Watch sobre la situación actual.

VICE: ¿Cuáles son los planes para el río Xingu?
Leila Salazar-López: El gobierno anunció hace poco sus planes para construir 23 grandes presas en los próximos ocho años. Aunque el número es inaceptablemente alto, está por debajo de las proyecciones realizadas por el gobierno anterior. El gobierno no ha dicho públicamente el porqué de la revisión de estas proyecciones, pero creemos que el cambio refleja un entendimiento de que la construcción de presas en el Amazonas seguirá enfrentándose a los desafíos legales y a retrasos costosos derivados de la fuerte oposición de las comunidades locales y las organizaciones internacionales.

¿Entonces las protestas están funcionando?
La construcción en Belo Monte se ha frenado en al menos siete ocasiones en el último año gracias a las protestas. Esto ha provocado una caída en las ganancias de los accionista, y algunas predicciones estiman que las compañías constructoras podrían perder hasta dos mil millones de dólares si las cosas continúan a este ritmo.

¿Qué consecuencias ha tenido la construcción de las presas sobre las poblaciones indígenas?
Maria Irigaray: Las consecuencias son severas y generalizadas. Hay problemas de contaminación de agua, bloqueo de rutas comerciales y de pesca, escases de alimentos, conflictos entre las comunidades porque algunas han recibido ofertas de dinero y otras no, un aumento en el consumo de alcohol y drogas, y muerte por el consumo de alimentos industriales.

¿Los jefes de las tribus han tenido alguna reunion importante con el gobierno? Tengo entendido que uno de los jefes tiene una petición en línea para frenar la construcción de la presa con 44 mil firmas hasta el momento.
Algunos jefes han tenido varias juntas con el gobierno, pero no existe un diálogo verdadero. La presidente Dilma no se ha reunido con ellos y ha enviado un mensaje claro que, a pesar de todas las protestas, la construcción de la presa en Belo Monte seguirá adelante.


Leila: La campaña de la presa Belo Monte sigue siendo el frente de batalla por el futuro de las comunidades, la selva, y los últimos ríos vírgenes en el Amazonas. Aunque la campaña no logre detener la construcción de la primera presa, es probable que la creciente controversia minimice el impacto negativo del proyecto sobre las comunidades y ecosistemas del río Xingu, aumente los costos financieros y dañe la imagen del proyecto, y ponga un freno a la planeación de futuras presas.

Gracias.

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