Ya no le carguemos más la mano al bueno de Boateng. Alemania había logrado sofocar el partido a su favor como lo hacen las anacondas: con sus toques pulcros y su dominio territorial le quita el balón al equipo hasta que pita el árbitro. Para infortunio suyo, al equipo que le quitó el balón es al que más cómodo se siente sin la pelota. Italia nunca siente pánico cuando está contra las cuerdas, con los centrales compartiendo área chica con el arquero. Así iba el partido: nada espectacular y un partidazo.
Özil adelantó a la mitad del segundo tiempo, y luego, ya sabemos, Boateng, penal, y empate sordo hasta la tanda de penales.
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Y entonces, una tanda de penales tan larga como la que más en la historia. Nueve tiradores, y casi la mitad de fallos. Falló Özil contra el poste; Müller y Schweinsteiger. Pero, quizá las yerros más ostentosos —agravados sin duda por el resultado final—, fueron los de Zaza y el de Pellé. El primero realizó una hiperbólica carrera hacia el balón, idéntica a las del patio del recreo.
El segundo anunciaba a Neuer que le tiraría a la Panenka. Hábil y canchero, no cumplió con su promesa pero falló por un lado de la portería.
Por si les interesa acá esta la tanda de penales completa. Alemana espera al anfitrión o al improbable en las semifinales.