El estofado de ardilla de Cole Alexander

No pasa nada si no te gusta el sabor de algo. No hay problema alguno en que no puedas comerte un filete crudo a causa del colesterol o de lo que sea. Como tampoco lo hay en no desear que te traigan una cobra viva ensartada en una tabla de cortar y ver a un chef vietnamita cercernarle la cabeza de un tajo y servirte su todavía palpitante corazón para que te lo comas crudo acompañado de una tacita de vino de arroz. De veras, no pasa nada.

Sin embargo, decidir si un tipo de animal merece vivir porque está “más evolucionado” que otro es una mierda propia de Josef Mengele. Ídem para el hecho de establecer tu dieta en base a si ciertas especies encajan o no en tu criterio de “adorabilidad”. Y doble ídem si tienes secuestrado y has obligado a que te obedezca a un miembro de alguna de esas especies a las que consideras “amigas”. Oh, y rehusar comer animales porque la gente de clase baja lo hace -porque les gusta o no tienen más remedio- es racista y es clasista.

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Ahora que ya hemos dejado esto claro, ahí va la receta de un estofado que nos hizo Cole, de los Black Lips, después de dispararle a una ardilla en el jardín trasero de su casa.

Ingredientes:

1 ardilla desollada, eviscerada y sin restos de bala (unos amables pueblerinos te adiestrarán en los tres procesos si buscas en youtube “how to process squirrel meat”).

1 pizca de sal marina

Pimienta al gusto del comensal

Un poco de mantequilla

1-2 patatas cortadas en dados

2 tallos de apio

1 diente de ajo

1 taza de arroz Mahattma al azafrán

1 cucharada de vinagre. Yo utilizo un vinagre especial que mi vecino puertorriqueño hace en casa con pimientos fermentados (creo), pero puedes utilizar vinagre normal si no tienes otra cosa.

Introduce todos los ingredientes en una cazuela, añade abundante agua y cocínalo a fuego lento hasta que desprenda un olor delicioso. Sencillo.

La cabeza la dejaré a pudrir en el jardín y luego utilizaré el cráneo como colgante. Será como las cadenas que se ponen los raperos. Y la cola me la pondré al cuello. Lo que cada uno haga con los restos es cosa suya (¿colgarlos de la antena?), pero recordad no desperciar nada de aquello que habéis cazado.