Artículo publicado originalmente por VICE Estados Unidos.
Assam, un estado remoto en el este de India, recientemente ha sido noticia internacional por algo que parece bastante mundano: un censo.
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Pero el Registro Nacional de Ciudadanos de la India (NRC, por sus siglas en inglés) es más que eso. Diseñado para identificar a los inmigrantes ilegales en Assam, el NRC ha sido acusado por grupos de derechos humanos de ser una herramienta de discriminación. Alrededor de 1.9 millones de ciudadanos fueron excluidos de la lista final: su futuro como ciudadanos hindúes ahora es incierto.
Si se les despoja de su ciudadanía, estas personas pueden verse obligadas a vivir sin el derecho a trabajar, votar o recibir ayuda en un país que se niega a reconocerlas. Los medios internacionales han clasificado el NRC como una herramienta del nacionalismo hindú del primer ministro Narendra Modi y su partido de derecha, el BJP; decenas de grupos de derechos humanos lo llaman una extensión de la agenda antimusulmana del partido, lo cual incluye la revocación de la autonomía de la mayor parte de la Cachemira musulmana.
Pero la comunidad de musulmanes bengalíes en Assam está atrapada en medio de una amenaza que se extiende más allá del censo nacional. El clima cada vez más volátil y la degradación ambiental amenazan con arrasar sus hogares, sus comunidades y la tierra misma que solía ser prueba de su ciudadanía hindú.
Assam se encuentra dividido por el río Brahmaputra, una gran vía fluvial que a veces se extiende por kilómetros de un banco a otro. El río está lleno de miles de islas temporales de poca altura, conocidas como chars. Los chars se forman cuando el sedimento transportado desde el Himalaya por la fuerte corriente del río se acumula en los pliegues de su lecho. Después de algunos años, el proceso se invierte y la corriente del río desgasta los bordes de las islas. Entonces, la tierra desaparece inevitablemente.
Los chars son un fenómeno geológico único, y durante más de cien años, los inmigrantes bengalíes y sus descendientes han reclamado esas masas de tierra transitorias como su hogar. Saltando de isla en isla, los habitantes de los chars viven un estilo de vida agrícola y seminómada: son de tierra y de donde no hay tierra.
A pesar de la naturaleza inestable del río, es un hogar para aquellos que de otro modo no tendrían hogar. Más de dos millones de musulmanes bengalíes ahora subsisten con dificultades en unos 2.600 chars. Pero, a medida que las condiciones físicas y sociales del lugar cambian a su alrededor, las probabilidades se ponen cada vez más en su contra.
Ahora que el NRC demanda que comprueben su herencia, estas comunidades del río bengalí están luchando por proporcionar la documentación que demuestre sus lazos históricos con Assam. Los documentos que confirman la identidad (transcripciones escolares, registros ancestrales, certificados de propiedad de la tierra) se han convertido en el único medio para mantener algo tan fundamental como la ciudadanía. Como comentó un residente de uno de los chars, “es necesario mantener el registro al día… ese documento ahora vale más que la tierra misma”.
Monser Ali, de 90 años, recuerda la erosión de Tarabari —anteriormente el puerto de barcos más grande en Brahmaputra—, luego del terremoto de Assam en 1950. “Mientras abordaban los barcos y embarcaciones para tierras desconocidas y lejanas, ¡lloraban desconsolados!”, dijo durante una entrevista reciente. “Vimos la vida y las pertenencias de las personas quedar bajo el agua, flotar y ser arrastradas por el vasto mar”.
La vida en un char es difícil y está definida por la impermanencia y la escasez. Las inundaciones estacionales del monzón se llevan hogares, escuelas, mezquitas y niños. La erosión hace que la construcción de infraestructura permanente, como carreteras y/o red eléctrica, sea imposible. Puede tomar una hora llegar a una isla en lancha de motor, y hasta cuatro horas llegar a un hospital. El aislamiento físico permite al gobierno descuidar los servicios educativos y de salud sin riesgo de repercusiones. La vestimenta islámica tradicional y el dialecto bengalí de los residentes de los chars, conservados en parte debido a su limitado contacto con otros, a menudo son utilizados por los continentales para etiquetarlos como inmigrantes ilegales de Bangladesh. Las distancias geográficas entre los chars dificultan la organización de esta comunidad.
Debido a la dificultad única de probar la residencia en tierras temporales, la comunidad fluvial se ha vuelto particularmente vulnerable a los ataques a su ciudadanía por parte de grupos etnonacionalistas y antiinmigrantes.
“Tu tierra es tu identidad”, le dijo a VICE un líder de la comunidad y víctima de la erosión del río. (El líder pidió permanecer en el anonimato debido a la tensa atmósfera política). “Si te quitan tu tierra, te conviertes en un blanco fácil para aquellos que quieren borrar tu identidad”.
Los chars están en un estado constante de flujo, lo que ha hecho que sea imposible para muchos proporcionar documentación consistente de la propiedad de la tierra. Las comunidades se ven divididas por la erosión, lo que complica aún más el proceso para mantener un registro. Kanak Boruah, profesor de la escuela Dakshin Godhuni en el distrito de Barpeta, nos explicó que la pobreza y el desplazamiento dificultan el acceso a recursos educativos limitados. La alfabetización ronda el 20 por ciento en los chars, y en su char solo el 6 por ciento de las personas saben leer y escribir. Es imposible para muchos tan solo entender sus documentos, ya no hablemos de someterlos a un proceso de verificación que ha demostrado ser arduo y poco confiable.
“El gobierno dice que ha llevado a cabo campañas televisivas sobre el [proceso del NRC]”, nos dijo Hassein. “¿Pero cuántos hogares en las islas tienen televisores? ¿Cuántas personas saben leer los periódicos? Por el contrario, debería haber programas y equipos especiales en las islas que le dieran a conocer a la gente ese proceso”.
Incluso para aquellos que pueden proporcionar la documentación requerida, no es raro que esta desaparezca en las inundaciones estacionales. Muchos han recurrido a medidas extremas debido a la desesperación por preservar sus identidades. Cuando el agua alcanzó los techos durante las históricas inundaciones de julio, la gente se negó a abandonar sus hogares. Sin los documentos, las propiedades físicas eran su única esperanza de mantener la ciudadanía.
Otros han seguido pagando impuestos por una tierra que el río se tragó hace mucho tiempo. “Si se quejan ante el gobierno de que el río arrasó sus tierras y que aún están pagando impuestos por ellas, temen que el gobierno se vengue y cuestione su ciudadanía”, dijo un líder o panchayat de la aldea. “Sin embargo, si dejan de pagar esos impuesto [por la tierra submarina], el gobierno tomará sus tierras y, junto con ellas, su identidad”.
La discriminación geográfica en Assam se remonta al colonialismo británico. Impulsado por el auge del cultivo del té a mediados de 1800, el imperio británico transformó implacablemente la topografía física y social del valle del río Brahmaputra. A medida que cientos de miles de trabajadores bengalíes emigraron a la zona para trabajar en las plantaciones de té, los gobernantes británicos y los nativos de Assam comenzaron a temer al cambio demográfico. Entonces, los británicos instituyeron el “Sistema de línea” en 1920, un conjunto de reglas con las cuales los británicos demarcarían la tierra en la que podían asentarse los inmigrantes o los pueblos indígenas. El objetivo del Sistema de línea, según se dijo, era prevenir los conflictos étnicos, pero la división de la tierra sirvió en gran medida para instigar un conflicto por los derechos de propiedad.
Obligados a establecerse en zonas ribereñas indeseables, los inmigrantes bengalíes pobres poblaron cualquier tierra disponible y asequible. Los chars no fueron reclamados por los nativos de Assam, y además el suelo aluvial resultó ser notablemente fértil para cultivos como el arroz y el yute. Como dijo un jefe de aldea en el distrito de Gauhati, “[los inmigrantes bengalíes] buscaron tierras donde pudieran practicar el mismo tipo de agricultura que solían practicar en Bengala… De esta manera, se separaron del continente, y aquí es donde su identidad empezó”.
En el último medio siglo, una extensa red de presas, terraplenes y canales han modificado las ondulaciones naturales del río, convirtiendo al Brahmaputra en una importante vía industrial. La crisis climática, por su parte, ha intensificado el derretimiento de los glaciares en el Himalaya y esto, a su vez, ha incrementado la descarga de agua y sedimentos río abajo.
Tramos completos de un char pueden hundirse en el agua en un día. Las inundaciones estacionales se han vuelto más erráticas y peligrosas. Inevitablemente, a medida que el río devora las tierras de cultivo, las familias deben empacar sus pertenencias y reubicar sus vidas enteras. “En el pasado, los ancianos podían predecir cuándo vendrían las inundaciones”, dijo Jabbar Ali, un agricultor del distrito de Barpeta. “Pero ahora, no hay un época específica para ello. Llegan en cualquier momento”.
Esto ha hecho que el futuro de millones de personas en los chars sea incierto. Si bien los residentes de los chars son itinerantes por naturaleza, las comunidades desplazadas que no pueden reasentarse en otros chars enfrentan la desconfianza y las suspicacias de los continentales mientras buscan refugio y medios de subsistencia más cerca de tierra firme.
Por ejemplo, los habitantes de los chars suelen buscar trabajo en los mercados diurnos en tierra firme, donde son objeto de una discriminación que viene en la forma de robo de salarios y malos tratos. Yunish Ali, un trabajador de 28 años del mercado laboral de Hatigaon en Guwahati, dijo que se vio obligado a buscar trabajo en la ciudad después de perder varios acres de tierras de cultivo por la erosión. Su salario diario oscila entre las 350 y 500 rupias, o alrededor de cinco a siete dólares, pero por lo regular solo recibe una fracción de ese salario, y a veces trabaja durante semanas sin recibir pago alguno.
No se sabe con claridad cuál es el rumbo que tomarán las cosas, pero el temor de los grupos de derechos humanos es que si el gobierno hindú logra despojar a los residentes de los chars de su ciudadanía, podrá absolverse del deber de responder ante una creciente crisis humanitaria. Como explicó Saddam Hassein, un residente de 23 años de los chars que estudia para convertirse en maestro, “dado que las personas aquí no pueden presionar para exigir sus derechos debido a su falta de educación, siempre recibirán menos”.