El futbol es cíclico. Al Real Madrid le toca esta vez vaciar el repertorio de elogios del mundo por su paso arrollador y su estilo de juego alegre, dinámico, letal. Sin Cristiano Ronaldo, Isco, ni Bale en la cancha, el Madrid le dio un baile al Barça como no se veía en años. Dicen que el futbol da revanchas y los madridistas cobraron la suya anoche.
No sabemos qué retórica tan exuberante presuman los discursos de Zidane para motivar a un equipo que quedó en ruinas en la era Mourinho; nadie quería ver ni en pintura a los de blanco. Pero el francés rescató la química en la cancha y en el vestuario, factor que muchos directores técnicos suelen olvidar o menospreciar. La fórmula del apapacho generoso con base en el esfuerzo de sus jugadores le ha dado una liga, dos Champions, dos Supercopas de Europa, un Mundial de Clubes, y una Supercopa de España. En resumen, el Madrid de Zidane ha ganado todas sus finales disputadas.
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Anoche, el “cómo” del tanto de Benzema es el mejor ejemplo de lo que fue el Real Madrid y el Barcelona. La jugada que da vida al segundo de los “Merengues” es para alegrar a los madridistas y preocupar a los culés:
Los de blanco se lucen, le hacen la faena a los blaugrana, algunos hasta se dan el lujo de dar dos pases consecutivos de “taquito”, e incluso en el error recuperan fácil y rápidamente. Benzema, motivado, carga contra la línea defensiva del Barça, mantiene la posesión y es él quien materializa, con dos toques, el momento que vive el Madrid y la debacle del Barcelona.
Los tiempos han cambiado. El Real Madrid y sus aficionados viven la era que ansiaban desde hace años.