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El infierno de ser homosexual en África

Marc Serena se recorrió África de norte a sur para buscar historias de sexo prohibido en países donde el salirse de la norma puede pagarse muy caro.

La homosexualidad está castigada con la pena de muerte en siete países del mundo y en 78 es ilegal. Uno de los epicentros de esta homofobia es África, donde algunos gobernantes tienen una especie de cruzada personal contra la gente que no sigue los estándares sexuales.

Para intentar mostrar esta realidad, de la que en el mundo occidental no tenemos mucha idea, el periodista y escritor de libros de viajes Marc Serena decidió irse a África para investigar en primera persona cuál era la situación. De aquél viaje, que duró siete meses entre 2011 y 2012, nació el libro ¡Esto no es africano! (Editorial Xplora, 2014). Quisimos hablar con él para que nos contara cosas sobre su viaje y la situación actual del continente africano respecto a los temas de género.

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VICE: En primer lugar, ¿me puedes hablar  un poco sobre tu trayectoria como escritor de viajes? ¿Cómo llega uno a dedicarse a eso?

Marc Serena: Ha sido muy poco premeditado. Aún me siento incómodo con la etiqueta de “escritor”, quizás porque nunca la he buscado. El tema es que a los 25 años conseguí reunir los ahorros para comprarme un coche, pero en lugar de gastármelos en esto, hice un viaje por el mundo durante un año, a lo mochilero. Conviví con 25 jóvenes de mi edad, 25 años, y lo conté en un libro, La vuelta de los 25 (Ediciones B), que cambió mi vida. Fue considerado uno de los mejores libros de viajes en España aquél año y se ha convertido en un éxito en Asia, donde incluso me fui de gira. ¡Tengo más lectores en Shanghái que en Madrid! Creo que el libro gustó allí porque lo consideraron útil: saber que piensa nuestra generación sirve para comprender el futuro.

Volviendo a tu viaje por África, ¿de dónde parte la idea inicial de hacerlo?

Mi primer viaje a los 25 fue muy inocente, pero después de conocer tantos lugares llegué a la conclusión que una de las injusticias más gordas y de las que yo era menos consciente era que hubiera gente perseguida en tantos y tantos países solo por amar a personas que la sociedad no considera adecuadas. Quería leer sobre esto y no encontré nada… Así que me fui a preguntar.

¿El objetivo estaba claro desde el principio o surgió una vez comenzado el viaje?

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Estaba claro, aunque no sabía por qué países pasaría ni que me encontraría. Tampoco tenía contactos, no fue hasta que estuve sobre el terreno que los fui consiguiendo. En muchos países las personas con las que estaba hablando son consideradas la vergüenza nacional,  terroristas que merecen sufrir la misma persecución.

¿Qué países recorriste?

Crucé África de norte a sur: Egipto, Túnez, Argelia, Marruecos, Mauritania, Senegal, Cabo Verde, Costa de Marfil, Ghana, Camerún, Kenia, Uganda, Tanzania, Zambia y Sudáfrica. Unos 10.000 kilómetros para escribir un pequeño atlas de la sexualidad disidente. Un libro que ahora mismo parece imposible que se traduzca y publique en África porque es el gran tabú de continente.

¿Cuáles son las historias más impactantes con las que te encontraste?

Creo que todas las historias lo son. Me impactó conocer cómo es ser lesbiana en el África subsahariana, donde la mutilación genital femenina es habitual.

O asistir a una boda clandestina entre dos chicos en Costa de Marfil, dónde gais y lesbianas hacen tanta vida en común que han creado un dialecto propio que les sirve para hablar sin riesgo de ser entendidos.

El último capítulo está dedicado a uno de los pocos imanes abiertamente gais que hay en el mundo: vive en Ciudad del Cabo y participa en la manifestación del orgullo de su ciudad.

Según tu criterio, ¿cuál es el país africano con mayores problemas en lo referente a la libertad sexual? ¿Nos puedes explicar algún caso concreto?

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Uno de los casos que más me preocupan es el de Nigeria, porque recientemente ha aprobado una legislación aún más represiva,aunque ya hay zonas donde existe la pena de muerte. Es el país más poblado del continente y sus ciudades están creciendo exponencialmente. Pero la situación está muy extendida por todo el continente.

En Camerún hay una abogada, Alice Nkom, que considera que se vive un nuevo apartheid. Las comparaciones son siempre problemáticas pero el sufrimiento es incalculable: se está mandado a prisión a personas en base a suposiciones, apariencias, rumores… ¡Son juicios totalmente injustos! ¿Cómo un juez puede determinar cuál es la sexualidad de alguien? ¿Por qué en las comisarías de tantos países se sigue torturando con presuntos “exámenes anales”? Hay casos delirantes: se ha tomado como prueba para condenar a algunas personas un SMS de amor o que un chico bebiera Baileys, al ser considerador un “licor de mujeres”.

¿Quiénes suelen tener más problemas gais, lesbianas, bisexuales, trans o intersexuales?

Ahora mismo no ser estrictamente heterosexual equivale a sufrir la persecución máxima. El colectivo LGBTI se ha convertido en el más perseguido de África. A pesar de que la situación es alarmante e insostenible, muchos medios de comunicación de nuestro país lo obvian.

Pero si comparamos, las personas trans son seguramente las más vulnerables, porque también son las más visibles. En muchos países puedes ser quien quieras… siempre que lo vivas a escondidas.

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En muchos casos la represión no solo viene desde la sociedad, sino que a veces el más intolerante es el propio gobierno, ¿no? ¿Dónde se han dado los casos más brutales?

El presidente de Gambia, Yahya Jammeh, dijo el año pasado que esta es “una peste” que se debe combatir como con los mosquitos que causan la malaria “o incluso de un modo más violento”. Robert Mugabe, presidente de Zimbabue, ha repetido varias veces que “los homosexuales son peores que los cerdos y los perros”. Dice que nunca le diría a su perro que es gay porque se ofendería. En Liberia hay una premio Nobel presidiendo el país, Ellen Johnson–Sirleaf y también defiende las mismas ideas.

¿Por qué crees que en África se dice siempre que la homosexualidad es una mala influencia occidental? ¿Hay algo de verdad en eso?

Es una mentira total, y hay antropólogos, sociólogos e historiadores que se han dedicado a demostrarlo. En el libro cuento como el que podría ser el primer beso entre dos hombres del que hay constancia en la humanidad se encuentra en África mismo.

Lo que pasa es que a veces se utilizan palabras extranjeras y un corpus teórico foráneo para definir a estas realidades, porque medios de comunicación, gobiernos y universidades locales sólo lo abordan de manera peyorativa. Pero estas realidades son africanas… ¡Hay grupos étnicos que permiten que una mujer se case con varias mujeres de manera tradicional!

Lo que cuento en el libro es que lo que realmente no es africano son estas leyes que legitiman esta violencia y que en su mayoría datan de la época colonial.

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Pero no todo es represión contra la diferencia sexual en África, ¿no? ¿Encontraste algún oasis de libertad?

¡Muchos! En cada ciudad, barrio o familia existen pequeños oasis de libertad. Encontré algunos fascinantes, como los cabarés de música raï de Argelia, dónde hay hombres que pueden cantar abiertamente su amor por los otros hombres. De noche y allí dentro pasan cosas impensables en un país dónde está mal visto que una mujer se tome una cerveza en un bar cualquiera.

El país de África que para mí es un referente es Cabo Verde, en especial por su respeto a las personas trans. No son “una trans” sino simplemente una vecina, una prima, una amiga… y tiene nombre.

¿Cuál crees que es el futuro que les espera a los homosexuales y a las personas que no siguen el estándar sexual en África a corto, medio y largo plazo? ¿Tiene pinta de que vaya a cambiar algo?

Ahora mismo la situación es terrible y me llena de alegría saber que en estos países hay gente que quiere cambiar esta situación y que está jugándose la vida por ello. Hay lesbianas que han sufrido varias violaciones correctivas pero que siguen jugándose la vida para poder vivir en paz.

Por desgracia, desde España no estamos a la altura de este sufrimiento, a mucha gente le parece ajeno. En realidad ni siquiera hay un poco de humanidad en lo que al derecho de asilo de refiere.

Es un síntoma de que aquí el tema tampoco está solucionado: ¿cómo puede ser que en toda la historia del fútbol profesional de nuestro país aún no haya salido ni un solo jugador ni un entrenador del armario? ¿O que El Corté Inglés y la Casa del Libro sigan vendiendo impunemente libros que afirman que la homosexualidad se puede curar con terapia?

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