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Salud

El infierno que vive la gente que tiene una alergia extrema al látex

Para algunos, cualquier objeto casero es fuente de miedo y ansiedad.
Imagen: Pixel Stories

La peor pesadilla de Julie Marshall es un globo de látex. "Tengo pesadillas con bombas de las que no puedo escapar. Es ridículo", dice. Otras cosas que le producen angustia son las bandas de caucho, la licra, el maíz, la mayoría de frutas, los stickers que traen las frutas y cualquier objeto que entre a su casa sin que ella lo haya revisado meticulosamente. Su vida no es nada fácil: debe lavar todo constantemente en su casa, no puede comer alimentos preparados en otros lugares porque los trabajadores usan guantes, gasta horas en el teléfono hablando con fabricantes que no están seguros de si sus productos contienen látex o fueron hechos con equipos que contenían la sustancia y a menudo rechaza las invitaciones de sus amigos porque no sabe en qué ambiente se estaría metiendo.

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Marshall es alérgica al látex del caucho natural o, mejor, a las proteínas de la savia lechosa que se extrae de los árboles de caucho, que después se convierte en látex. Casi el 6% de la población de Estados Unidos padece esta alergia.

La mayoría de las personas alérgicas al látex no se ve afectada al nivel de Marshall. Por lo general, cuando toca cosas altamente alergénicas, como condones, curas o guantes de cocina, se le inflama la piel o le salen ronchas. Pero a algunas personas les da asma con solo respirar las proteínas de látex que están suspendidas en el aire. También es común volverse alérgico a la comida que contiene proteínas parecidas a las del caucho, como los aguacates, kiwis y bananos. Y, a una minoría desafortunada, le toca la peor parte: taquicardia, problemas para respirar, shock o incluso algo más grave.

En Estados Unidos, las alergias al látex entraron en el radar médico a finales de los ochenta y a principios de los noventa, cuando una cantidad alarmante de pacientes con espina bífida comenzó a presentar una anafilaxis peligrosa y severa durante las cirugías. Por esa misma época, muchos doctores y enfermeras reportaron problemas de salud e incluso dejaron sus trabajos por eso. Los investigadores concluyeron que el gran culpable era el látex.

Uno de esos investigadores es Kevin J. Kelly, profesor y presidente interino del Departamento de Pediatría de la Universidad de Carolina del Norte, en Chapel Hill. "Resultó que los individuos que se sometían a cirugías con frecuencia y cuya naturaleza inmunológica era alérgica, tenían un riesgo mayor", dice Kelly. "Si tiendes a ser alérgico al polen y a esas cosas, o sufres de asma, tienes una mayor probabilidad de volverte alérgico al látex."

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Muchos equipos médicos contienen látex, pero en esa época el mayor problema eran los guantes. La sustancia está presente en más de 40.000 productos; sin embargo, unos pueden producir más alergia que otros. Los más alergénicos son aquellos que, como los guantes y los globos, se hacen sumergiendo en látex moldes de porcelana, que luego se exponen por unos minutos a una temperatura de 60 grados centígrados. Cosas como las llantas de caucho de los carros se exponen a 315 grados centígrados por una hora, lo cual destruye por completo la proteína dañina.

El incremento de VIH y hepatitis durante los ochenta hizo que se usaran más los guantes de látex para proteger a los médicos y enfermeras de posibles infecciones. Los guantes no solo contenían altas cantidades de esa proteína alergénica, sino que eran lubricados con polvo de almidón de maíz, y esto los convertía en una bomba aérea para los alérgicos. "El polvo de almidón de maíz se agarraba a la proteína y se dispersaba en el aire", dice Kelly. "A principios de los noventa, vimos cómo al menos 10% de todos los trabajadores en la salud se estaba volviendo sensible al látex".

Por eso, muchos hospitales prohibieron los globos de látex y en algunos centros médicos se comenzaron a usar guantes sin látex y a ofrecer procedimientos libres de la sustancia a los pacientes. Muchos productores de guantes redujeron la proporción de látex en lo que vendían. Kelly dice que varios trabajadores con alergia al látex pudieron retomar sus trabajos; sin embargo, no todos los lugares hicieron el cambio y los problemas permanecen. Por ejemplo, es común que los tapones de los frascos de remedios sean hechos con látex. Y como esos medicamentos se usan metiendo la jeringa directamente a través de la superficie de caucho para extraer la medicina que luego se inyectará a los pacientes, los médicos recogen látex en todo el proceso.

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El látex es más difícil de evadir de lo que se cree. The American Latex Allergy Association menciona el potencial que tienen los colchones y sofás hechos con látex de contaminar el aire con alergénicos. Y como las alergias se refuerzan unas a otras, las reacciones son impredecibles. Por ejemplo, una persona podría tener una reacción muy fuerte a una pequeña cantidad de látex durante la primavera si sufre también de otras alergias como la alergia al polen. En otra época, podría estar expuesta a grandes cantidades de látex y aún así generar una reacción leve.

En teoría, cualquiera debería poder llamar al fabricante para saber si el producto que compró contiene látex. Pero los fabricantes no siempre saben la respuesta. Consideremos esta declaración de la Fundación Lance Armstrong, en respuesta a una duda expresada en una página web sobre las pulseras LiveStrong: "Las pulseras LiveStrong son hechas 100% de caucho de silicona sintético y no contienen nada de látex. Eso sí, no podemos garantizar que en la fábrica en la que se hacen no se produzcan otros productos de látex, así que si tienen una alergia seria y terminal al látex, no les recomendamos que usen las bandas".

Por eso, aunque un hospital le asegure que su espacio es libre de látex, o la etiqueta de un producto diga que no contiene látex, a Julie Marshall le queda difícil sentirse totalmente segura. Esa angustia permanente es otro aspecto importante de su condición que ha sido poco estudiado; se siente drenada todo el tiempo por el estrés que le produce mantenerse alerta de no estar expuesta al látex.

Para ser claros, Marshall es un caso atípico. La mayoría de los alérgicos al látex no experimentan nada parecido. Y puede que muchos otros problemas en su salud estén implicados, no solo la alergia al látex. Pero, de cualquier manera, Marshall quiere que otras personas sepan que, por más extremo que parezca, ser perseguido en sus pesadillas por globos es posible.

"Yo creo que hay mucha gente que tiene una alergia al látex mucho peor de lo que se imagina, o de lo que le gustaría admitir. Como uno no quiere estar enfermo o cambiar su estilo de vida, uno dice: 'Ah, es una alergia, no es gran cosa'", dice ella. "Espero que por lo menos la situación por la que estoy pasando tenga un impacto positivo en otras personas y las anime a ser precavidas antes de que sea muy tarde".

Este artículo fue publicado originalmente en Tonic, nuestra plataforma especializada en temas de salud.