Música

Bikini Kill “está de regreso” en 2019, pero siempre ha sido relevante

Kathleen Hanna dari Bikini Kill saat konser Desember 2016 lalu

Podría sentarme aquí a escribir sendos argumentos sobre cómo la reunión de la legendaria banda de punk Bikini Kill, anunciada este martes para algún momento de este año, no podría haber llegado en mejor momento. Es, después de todo, un punto válido. ¿Qué mejor fénix para renacer de las cenizas que siguen chispeando del último par de años en la historia colectiva de las mujeres que este grupo, cuyo latido ha sido siempre nuestra rabia?

En sus gritos, sus guturales gemidos, sus “SLUT” garabateados con marcador en sus vientres, Bikini Kill es uno de los símbolos más potentes de feminidad desafiante que ha habido en los anales del punk rock y, en este momento, es verdad que su regreso se siente especialmente necesario y particularmente justificado. Pero dejarlo en eso sería señalar el significado que tiene Bikini Kill en el presente, tal vez incluso contenerlo en el ahora, cuando la cosa es más enredada y mejor que eso.

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Durante casi 30 años, la música de Bikini Kill ha sido un talismán para las personas a las que les han echado su feminidad en contra. En 1990, la baterista Tobi Vail, el ritmo furioso y deliberado de la bajista Kathi Wilcox, y el inconfundible aullido de la vocalista Kathleen Hanna, se unieron para hacer un ruido que se negaba a ser intimidado por la patriarcal escena punk de Washington, en contra de la cual se formó la banda. Su música (creada a la mitad del trabajo con otros actos como Bratmobile, Heavens to Betsy y Huggy Bear, quienes ayudaron a crecer la influyente escena que ahora conocemos como riot grrrl) es especial porque se basa en la premisa de que los mismos rasgos que se utilizan como razones para marginar la feminidad, se pueden transformar en herramientas de insurrección. En el coro de “Double Dare Ya“, del casete de la banda de 1991 Revolution Girl Style Now!, Hanna dice: Dare you to do what you want / Dare you to be who you will / Dare you to cry, cry out loud / I get so emotional, baby. [En español: Atrévete a hacer lo que quieras / Atrévete a ser quien tú quieras / Atrévete a llorar, grita fuerte / Me pongo tan emocional, baby].

No por nada son de las palabras más famosas en el catálogo de Bikini Kill. Son como un manifiesto de lo que se trataba la banda ––y riot grrrl en general. Mucho después de su ruptura en 1997, estas letras han seguido resonando en los oídos de miles de fans: la furia que emana de ellas, y de todas las otras cosas dolorosas a las que Hanna dio voz, no ha disminuido en su poder o electricidad.

Necesitamos a Bikini Kill en 2019 no solo por el momento cultural que vivimos actualmente, sino porque nunca dejamos de necesitarlas. Su música es esta cosa dinámica que respira y ha acompañado a muchas de nosotras a lo largo de nuestras vidas. El movimiento #MeToo se ha caracterizado por el hecho de que las batallas contra el patriarcado que antes se llevaban a cabo, dejaron de ser privadas o individuales, y ahora es seguro hablar de ellas públicamente, sin tapujos ni vergüenza. Como tal, esto ha cambiado el mundo. Antes, sin embargo, había bandas como Bikini Kill, que podían expresar claramente las sombrías cosas que el resto de nosotras muchas veces no podíamos articular, ofreciendo sus letras como conductos para la confusión y la ira producidas por un mundo implacable al que nunca le ha importado, ni ha mostrado interés, en escuchar.

La fama relativa de Bikini Kill y su notoriedad como las altas sacerdotisas del movimiento riot grrrl, también ha significado que han sido, a lo largo de los años, descubiertas por adolescentes hambrientas de alternativas al rock dominado por hombres, actuando como droga de entrada a una forma diferente ver el mundo. Que les gustaran, llevó a muchas mujeres a ponerse en contacto con otro tipo de música que, como la de Bikini Kill, entendía la necesidad de aprender políticas de género más radicales (riot grrrl, aunque desesperadamente emocionante, definitivamente tuvo sus limitaciones), y en general, a convertirse en las personas que somos hoy.

Es extraño sentir que te están dando permiso, pero eso es lo que hizo Bikini Kill en mi vida, echando luz sobre la escena de hardcore punk de chicos pesados en la que crecí y diciéndome que mis sentimientos, ––aunque diferentes a todo lo que vi que expresaban las bandas masculinas encima del escenario–– eran dignos, tal vez incluso más dignos de exploración, y en cualquier forma que yo considerara conveniente. No creo que fuera la única.

Necesitamos a Bikini Kill ahora porque siempre las hemos necesitado. Siempre se necesitan más mujeres al frente, siempre se necesita más feminidad encima del escenario, siempre se necesita menos machismo en el rock, siempre se necesita que la etiqueta “mujer” sea más grande en todas las formas y plataformas posibles. Bikini Kill demostró que era posible en 1990, ––e incluso si no se hubieran reunido para 2019, lo seguirían mostrando hoy.

Este artículo se publicó originalmente en Noisey UK.

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