Es la medianoche que separa noviembre de diciembre del 2019. Casi 50.000 lugares —entre butacas y cancha— del legendario Anastasio Girardot ocupados en espera de un personaje global tan nuestro como “Mi Gente” pero tan suyo como la bandeja paisa. Un hito que pocos viven. Un capítulo especial en el cuento. Y así pasa. Proyectiles, pantallas, botargas, invitados —de Bad Bunny a Jhay Cortez, Nicky Jam, Cazzu y Prince Royce, entre otros—, colores, sonrisas, lágrimas, discursos, más de 50 canciones y una despedida que duele pero que sana. La vuelta a casa del niño de Medellín, discutiblemente, el show más especial, afectivo y completo en la carrera de José Álvaro Osorio Balvin.
Afuera del sector del Obelisco, Colombia lleva más de una semana saliendo a las calles a marchar exigiendo mejor educación, garantías individuales y tratamiento justo a líderes sociales e indígenas, compromiso con el acuerdo de paz, aprobación de medidas contra la corrupción y una serie de demandas más que tienen como destinatario al presidente Iván Duque. Y bajo esa coyuntura, que se suma a la de las estrellas mundiales de la música tomando una bandera y una cacerola para salir a empujar el cambio, J Balvin es señalado. El hombre de mayor relevancia actual nacido en algún punto de la geografía colombiana no se pronuncia a favor del paro nacional o, lo hace de maneras criticables.
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No obstante, esa noche, sobre el pasto que alguna vez bendijeron Osorio y Aristizábal, José hizo las paces. No con sus amigos, familia, o los millones de colombianos que le exigían darle valor a su estatus desde otros frentes más allá de la música. Esa noche, José hizo las paces consigo mismo.
“Le pido al Gobierno que por favor los escuche. Que si están marchando es porque algo no anda bien. El pueblo te lo pide. Yo pido paz, amor, necesito que nos escuchen. Yo nunca pensé que después de ser artista me iba a convertir en la voz del pueblo. Y es verdad, a veces tenemos tanto poder que nos escuchan y exigen más que a cualquier presidente”, dijo Balvin, notablemente emocional, durante uno de los momentos finales del ahora mítico concierto del 30 de noviembre de 2019 en la ciudad de la eterna primavera.
Más allá de lo sucedido o no a raíz de su mensaje, y del compromiso genuino o no que haya detrás de él, Balvin dio un primer paso para devolverse a su país y a su persona –distíngase de su personaje. Y de ahí en adelante, no queda más que seguir avanzando y, entonces sí, cumplir con nuestra tarea: entenderlo.
En tiempos donde la biopics musicales se fabrican en montones y donde las historias se encuentran, se cuentan y se venden mejor que nunca, el valor que hay detrás de la narrativa particular de un ídolo de la talla de J Balvin, es simplemente incalculable. Sí, se ha contado ya todo lo bueno. Festivales, charts, colaboraciones, colecciones, desfiles de moda, cheques, jets, modelos, seguidores y todas esas unidades de éxito del homo digitalis. Sin embargo, el momento y circunstancias que han puesto al nacido en el barrio de Belén por encima de las montañas que lo rodearon durante su infancia, van más allá que eso.
Spotify produjo y estrenó hoy Made in Medellín, podcast formado por seis episodios y dos interludios donde el propio Balvin junto a sus padres, amigos cercanos e incluso su exnovia –con quien mantuvo una relación por diez años–, María “La Mona” Osorio, reconstruyen la historia del artista latino más importante del siglo, desde su principio hasta su presente. Dentro de esa hora de contenido sonoro, está José, Josecito, no con cifras y satisfacciones, pero sí con ambiciones, emociones y verdades declaradas en este confesionario.
De Ferraris prometidos, perros calientes a la mitad de la noche, neveras vacías en Miami y decenas de anécdotas más que retratan a Balvin desde un estado natural. Más natural de lo que nos, y él mismo, han vendido. Además, se asume. Un chico de clase media que tenía que relacionarse y acercarse a otras zonas fuera de la suya para estar en las barriadas. Y dentro de esa declaratoria, no oculta pero sí pocas veces mostrada por su parte, también hay un poco de perdón hacia los suyos.
Cada episodio del podcast aborda capítulos distintos de su vida tras bambalinas. El primero, su ciudad, la ciudad entre montañas, el lugar donde el reggaetón refloreció a lo largo de la década pasada por su capacidad para hacerse explotar como mercado local para expandirse posteriormente al resto del planeta. El sitio donde un género recobró oxígeno en el momento justo en que la música en español se encontraba en un valle profundo del que logró salir gracias a productos artísticos como el de Balvin, Maluma, Karol G, Piso 21, Sebastián Yatra y más –léase, la escuela subterránea de rap y r&b de Medallo.
“Conozco mucho a J Balvin y poco a José porque me dediqué mucho al personaje”
Posteriormente, nos encontramos con las diferencias entre José y J Balvin, quizás el episodio más claro y necesario de la serie, donde se narra uno de los pasajes obscuros más recientes en la historia del ídolo paisa: el periodo de severa depresión y ansiedad que Balvin vivió entre septiembre y noviembre del año pasado. “Conozco mucho a J Balvin y poco a José porque me dediqué mucho al personaje”, dice en un fragmento del capítulo. “Hubo momentos en los que J Balvin me ganó y ahí caí en muchos errores. Los cuales como que siempre tratan de volver a darme. Y por eso pasan estas cosas de ansiedad que me dicen ‘¡Hey, primero estás tú!’”.
Dentro de esas palabras, resuena el arrepentimiento y, sobre todo, el perdón. De nuevo, no hacia afuera, pero hacia adentro. Porque las exigencias y compromisos que se ponen sobre un humano nunca se sobrepondrán a la salud mental, tema que, hoy en día, parecemos no comprender aún.
Parece una justificación hueca, pero por primera vez, saliendo de la boca de su propio protagonista, puedo entender a J Balvin. Una persona que demuestra que el dinero y la fama pueden ser circunstancia –y para muchos, pretexto– pero también causa. La depresión le puede tocar hasta al Dalai Lama. Si hay un desbalance químico te tocó y punto. No discrimina. Si te va a tocar una depresión o una ansiedad, te tocó. Yo cambiaría todo lo que otros piensan que es la felicidad porque mi cerebro siempre estuviera funcionando de una manera normal”.
El resto de episodios van de sus relaciones, amistades, sueños y familia. Struggle y hustle. Los componentes que han hecho de Balvin ser Balvin. “El universo, afortunada y lamentablemente, siempre te escucha”, dice. Y en su trabajo hay razón.
El podcast sabe, suena y se siente, a una carta de reconciliación que comenzó a escribirse en la noche de Medallo hace casi dos meses. Y más aún que eso, parece ser un subtexto que toca fibras de distintas dimensiones donde se lee, con lentecitos de mucho aumento, el papel que juega la salud mental dentro de nuestros contextos, así habiten un penthouse en París o un caserío en lo profundo de San Juan.
Como mexicano, seguidor del fenómeno pero, al final, observador externo, quizás esto sea suficiente para mí. Quizás José tenga que ir más allá para curarse a él y a los suyos. Más en el momento que vive Colombia hoy en día. Pero, de principio, esto suena a un buen comienzo. Y es que el auxilio va más allá de lo visible. De los gritos que pueda dar en un concierto o de los captions que pueda poner en su Instagram.
“Cuando puedo ver a la gente y platicar en meets and greets siempre hay alguien que se me acerca y me dice ‘gracias a lo que dijiste, ayer fui al psiquiatra’. Les pregunto, susurrando ‘¿Y cómo te fue?’ ‘Me siento mejor’, dicen”.
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