Artículo publicado originalmente por VICE en inglés.
CIUDAD DE MÉXICO— Durante casi un año, el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador ha estado tentando a la suerte. Ha insistido en continuar con sus conferencias de prensa matutinas, las cuales realiza en persona. Viaja por todo el país casi todos los fines de semana, con frecuencia sin usar mascarilla. Recientemente, en diciembre, afirmó que las mascarillas no eran “indispensables”. Pero su suerte se acabó el fin de semana, cuando se convirtió en el más reciente líder mundial en anunciar un diagnóstico positivo por COVID-19.
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“Los síntomas son leves pero ya estoy en tratamiento médico. Como siempre, soy optimista. Saldremos adelante todos”, escribió López Obrador en un tuit durante la tarde del domingo.
El anuncio de su diagnóstico cayó como una bomba en México, devastado por las muertes por covid, las cuales se han disparado hasta las nubes, cada día generando un nuevo récord. El país registró un nuevo máximo de muertes por el virus el 21 de enero, con 1.803 decesos, y actualmente ocupa el cuarto lugar a nivel mundial en fallecimientos después de casi un año de medidas limitadas de cuarentena y la falta de restricciones en los vuelos tanto a nivel nacional como internacional.
En la Ciudad de México, los vendedores ambulantes se agolparon alrededor de las radios escuchando la noticia del diagnóstico del presidente. Otros mexicanos estaban pegados a sus teléfonos leyendo la noticia. “Dios mío”, dijo Daniel Rosa Ramírez, un guardia de seguridad en la capital. “Y ha estado yendo a todos lados como si todo fuera normal”.
Durante el fin de semana, López Obrador inauguró un cuartel de la Guardia Nacional en el estado de San Luis Potosí. Las fotos del evento lo mostraron caminando junto al jefe del ejército, Luis Cresencio Sandoval, ambos sin portar mascarilla.
El viernes, López Obrador publicó una foto en la que se encuentra en una llamada telefónica con el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, junto a su secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, de nuevo sin mascarilla, sentado en una pequeña habitación alrededor de una mesa. Mencionó que uno de sus temas de conversación fue la pandemia del coronavirus.
El diagnóstico positivo de López Obrador lo coloca junto a varios otros líderes mundiales populistas que han restado importancia a la pandemia de coronavirus y luego han dado positivo, como el brasileño Jair Bolsonaro y el expresidente de Estados Unidos, Donald Trump. A los 67 años y con antecedentes de hipertensión arterial, el nivel de riesgo de López Obrador es especialmente alto. En 2013 se sometió a una cirugía después de sufrir un ataque al corazón.
“La enfermedad del presidente, aunque incómoda, no sorprende en absoluto”, dijo Xavier Tello, analista de salud pública mexicano. “Se ha negado a usar una mascarilla y ha estado en varias reuniones con muchísimas personas. En su política personal y su círculo cercano no permite el uso de mascarillas. Y digamos que ha estado violando mucho el distanciamiento social”.
Desde que comenzó la pandemia, López Obrador ha minimizado en repetidas ocasiones la importancia de usar mascarillas y rara vez se le ha visto usando una. En diciembre afirmó que cuidarse a uno mismo de forma general era más importante que usar una mascarilla para evitar los contagios. Al inicio de la pandemia mostró infamemente una colección de amuletos que describió como sus “guardaespaldas” contra el virus.
Incluso Hugo López-Gatell, el subsecretario de Salud de México que lideró la respuesta contra el covid, fue visto sin mascarilla durante las vacaciones en un bar en una playa popular, a pesar de alentar a sus compatriotas mexicanos a quedarse en casa.
El diagnóstico de López Obrador llega en un momento especialmente desafiante en México, donde muchos hospitales ya están saturados al tiempo que se implementa un ambicioso programa de vacunación.
El plan incluye cinco fases, basadas únicamente en la edad. López Obrador estaría en la fase dos —tentativamente programada para febrero— y ha dicho que no planea saltarse la fila para recibir la vacuna. El plan de México tampoco incluye excepciones para aquellos con problemas de salud preexistentes.
López Obrador dijo que la secretaria de Gobernación de México, Olga Sánchez Cordero, se encargaría de impartir sus conferencias de prensa matutinas diarias mientras se recuperaba.
Si la condición de López Obrador empeora y fallece por coronavirus, según la ley mexicana, Sánchez Cordero se haría cargo temporalmente y se convertiría en la primera jefa de estado en la historia de México. El congreso mexicano tendría entonces 60 días para nombrar un sustituto.
“Obviamente, lo primero que queremos es que el presidente se recupere, no le conviene a México tener un presidente enfermo o una crisis constitucional si el presidente estuviera ausente”, dijo Tello.
“Sin embargo, creo que debe haber una lección aquí. Cuando se recupere, él mismo tiene que ser el primero en difundir esa lección, porque se requiere un cambio en la mentalidad de mucha gente y sobre todo, de la gente que lo sigue”.