El ano no tiene género, todas las personas tenemos uno. Sin embargo, para muchos varones con pene (recordemos que también existen los varones trans) está totalmente vedado. Inexistente, intocable, impenetrable y prohibido. La posibilidad de sentir placer a través de él es negada. Esto tiene que ver, primero, con cómo se construyen las masculinidades y con los mandatos que las atraviesan y, segundo, con que seguimos relacionando las prácticas sexuales a la orientación sexual y la identidad de las personas.
Noelia Benedetto, psicóloga y sexóloga, sostiene que “en nuestra sociedad heterocisnormativa se ha desarrollado una relación de poder entre quien tiene el privilegio de penetrar y quien es factible de ser penetrado”. Esto aplica a todas las orientaciones: “quienes penetran se ven como varones ‘legítimos’ y quienes son penetrados, ya están pensados como ‘menos varones’, como una pérdida del valor del status quo, o más relacionados con las feminidades”, agrega.
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Los mandatos de la masculinidad normativa construyen varones que deben ser proveedores, autosuficientes, independientes y racionales a quienes no se les permite la emocionalidad. En cuanto a su sexualidad, siempre deben estar dispuestos a tener sexo, tener un “buen rendimiento” en ello, se los presiona por tener una iniciación sexual temprana y asumir un rol activo teniendo múltiples conquistas. Y, por supuesto, deben ser heterosexuales. Todo esto, además, se ve reforzado constantemente en las conversaciones con sus pares y cuando son sancionados por los mismos por no cumplir con alguna de estas condiciones.
A simple vista puede parecer que no tiene sentido que una zona del cuerpo tenga tanto impacto sobre el concepto de masculinidad de un varón, pero si observamos en un rango más grande, en la sociedad y la cultura que nos atraviesa con todos estos mandatos, quizás se entienda mejor. Basta con pensar en algunas expresiones: “romper el culo” o “entregarlo”. Se refieren en un tono violento y degradante a la persona que es penetrada y la dejan en un lugar de pasividad, como si no tuviera voz en la relación sexual y solo estuviese sometida a la voluntad de quien penetra.
Incluso en el encuentro sexual entre varones, las posiciones son estancas, hay toda una situación en relación a los estereotipos de género. Juan Pablo Ares se presenta como oso, bisexual, Secretario de Nuevas Masculinidades de la Federación Argentina LGBT+ (FALGBT) y Referente de Zona de la misma organización. Cuenta que cuando ha hablado con varones en alguna aplicación de citas, la compatibilidad de los roles de penetrar/ ser penetrado determinan también la posibilidad de un encuentro. “Esa penetración anal es la única que define si habrá sexo o no. No podemos pensar un sexo mucho más amplio entre personas que se disfrutan en sus cuerpos”, dice.
Todas las partes del cuerpo son potenciales zonas erógenas
A.L. un día decidió probar la estimulación anal y, aunque le gustó, dice que a la vez le fue raro y estuvo mucho tiempo dudando “por puro prejuicio”. Noelia argumenta que si nuestras representaciones sociales enganchan con algo de lo negativo a cierta práctica o a cierta zona del cuerpo es muy difícil que la podamos erogeneizar. “Imaginate un varón heterosexual que durante un encuentro lo empiezan a estimular analmente, a lo mejor entra en contradicción. Lo sensitivo le devuelve algo placentero, pero todas sus representaciones sociales a nivel cognitivo le empiezan a plantear algo de lo negativo de decir que eso no le tiene que gustar, o directamente no registra nada positivo porque ya hay una cuestión que, de antemano, lo bloquea”, agrega.
A.N., también varón heterosexual, cuenta que no tuvo tantos prejuicios al explorar su zona anal, pero sí al conversarlo con otros varones. “Los varones, en general, no hablamos con mucha comodidad de la sexualidad. Ni siquiera tenemos conversaciones sobre sexo con las personas con las que queremos tener sexo, que es ilógico. Para cualquier otra actividad que fuéramos a compartir con alguien, por ejemplo ver una película, preguntamos qué tipo de película te gusta. Ahora, preguntarte qué tipo de sexo te gusta o qué tipo de sexo me gusta a mí, no lo hacemos nunca. Asumimos que todo el mundo sabe qué es lo que va a pasar y en realidad a lo que vamos es a ese guion cultural aburrido del sexo casi reproductivo. Lo único que compartimos del sexo es, generalmente, desde una perspectiva de la conquista y desde ese lugar del trofeo de la mujer, sobre todo en la heterosexualidad”, dice Juan.
El guion cultural del sexo del que habla Juan hace referencia a lo que nos ha enseñado la educación pornosexual, falocentrista y coitocentrista, donde toda la atención está puesta en el pene del varón, en su erección, en el tamaño que ese pene tiene, en cuánto tiempo puede durar esa erección y en su orgasmo. La coreografía sexual incluso siempre tiene el mismo orden: algunas caricias, sexo oral, penetración y orgasmo (del varón).
Y con tantos prejuicios hacia el ano es por lo menos irónico que el punto G de las personas con pene (conocido como punto P) se encuentre, justamente, en el culo. “A partir del ingreso por vía anal, aproximadamente 6 cm a partir de la entrada del ano, está la próstata de las personas con pene. Eso lo que hace es conectar con una estimulación directa de la próstata y, por lo tanto, la vivencia orgásmica es mucho más intensa y mucho más placentera que vía indirecta, como se estimularía, por ejemplo, en el momento de penetrar a alguien”, explica Noelia.
Es tanta la resistencia de algunos varones a que les toquen el ano que evitan el exámen de próstata indicado entre los 40 y 45 años, lo cual puede generarles problemas de salud.“Es un examen fundamental para los cuerpos con pene”, dice Juan. “La próstata es un indicador importantísimo, y tenemos que entender que en la decisión de no hacerse el examen se cruzan dos cosas: los mandatos de masculinidad que sugieren que los varones no tenemos que ni consultar al médico —lo cual hace que lleguemos siempre tarde a los diagnósticos porque no vamos si no tenemos síntomas serios—, y el hecho de que vas a ver a otro médico, generalmente es un varón, que te va a meter un par de dedos en el culo”.
Es que, como señala Noelia, dados los imaginarios que tenemos, si un varón deja que algo ingrese a su ano, se pone en cuestión su identidad y su orientación, inclusive cuando se hace por salud.
La clave es ir de a poco
F.V tiene 33 años y dice que el tema de la estimulación anal “ya está asumido” y es de disfrute diario. Cuenta que a sus 17 años conoció a una chica que le dio la confianza suficiente para proponerle probar la estimulación, pero que le llevó mucho tiempo porque él todavía “no estaba preparado para romper con ese prejuicio de sentir placer de esa forma siendo hombre. Con mucha paciencia pudimos lograr disfrutarlo”. Tiempo después conoció a otra chica que también lo hizo sentir cómodo y empezaron a practicar pegging*. “Hoy por hoy es una de las cosas que más disfruto a la hora de tener sexo. El hecho de romper ese tabú tan fuerte que hay hace que la conexión sea mucho más real y el placer mucho más intenso”, dice.
Vale aclarar que cuando hablamos de estimular la zona anal, no hablamos únicamente de la penetración, hay miles de maneras de hacerlo: con las manos, con la lengua o con algún juguete que podés usar solo o con otras personas. Eso sí, los cuidados son muy importantes ya que es un lugar donde puede haber bacterias que nos generen infecciones.
Para empezar no son recomendables los enemas, con un baño está bien. El ano no tiene lubricación propia, por lo cual asegurate siempre de tener a mano un lubricante compatible con los preservativos. Una vez el preservativo se utiliza en el ano, se tira. Si vas a introducir juguetes, que tengan una base que haga de tope ya que si no la tienen se corre peligro de que queden dentro del ano y, si los compartís, siempre con preservativo. Para el sexo oral-anal es conveniente armar un campo de látex. Podés hacerlo cortando un preservativo y extendiéndolo de manera que no haya contacto directo entre el ano y la boca. Tené en cuenta que la estimulación anal es una práctica que requiere mucha paciencia; hacelo de forma gradual, podés empezar solo y, cuando te sientas cómodo, hacerlo con tu pareja. Si duele o molesta, quizás no estás usando suficiente lubricante o vas muy rápido. El sexo anal no es cuestión de aguante, siempre podés parar e intentarlo en otra ocasión.
Noelia dice que es importante no tirarse a la pileta en compañía sin haber probado cómo se siente la estimulación anal individualmente. Recomienda comenzar por estimular los bordes del ano durante las actividades autoeróticas para registrar cómo se siente el cuerpo en esa situación y tratar de conectar con las sensaciones placenteras y no con los razonamientos o juicios, recordando que el ano es una zona tan erógena como las demás.
La sexualidad se construye a través de las experiencias, pero también de la comunicación. No solo con nuestros compañeros y compañeras sexuales, sino también con nuestras amistades. “Si podemos discutir y pelearnos por política, podemos discutir también por sexo, hablar de sexo y debatirlo. Hay que hablar más de sexo, hay que leer de sexo también, hay que aprender de sexo. El varón tiene un lugar donde no aprende, supuestamente el varón sabe”, dice Juan. Discutir, debatir y sobre todo desligar prácticas y zonas del cuerpo a cierto género u orientación sexual podría hacer de nuestra sexualidad y nuestros vínculos experiencias mucho más disfrutables.
*práctica que consiste en la penetración por parte de la mujer al hombre por medio de un dildo o una prótesis.