El momento más influyente y definitorio en la historia de la música popular sucedió a mediados de los sesenta y la mitad de los setenta. Fue en ese espacio de tiempo donde se llegó al clímax del rock blanco de guitarras, encabezado por bandas legendarias como los Stones, Beatles, Zeppelin, Pink Floyd y otras más.
La mayoría de esas bandas se influenciaron en la música de Chuck Berry, Bo Diddley, Muddy Waters, Howlin’ Wolf y otros músicos afroamericanos que definieron la estética de uno de los movimientos contraculturales más influyentes e importantes del siglo pasado: el rock. Si algo como eso hubiese sucedido en esta época, lo que esos chicos de Inglaterra y Elvis hicieron habría sido considerado como una gran apropiación cultural, pero evidentemente los tiempos eran otros.
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Comulgo con Elijah Wald, historiador norteamericano que plantea que el rock blanco comenzó su lenta pero inevitable caída cuando incorporó elementos de música clásica europea a su fórmula. Un género que por sus orígenes y síncopa era indiscutiblemente bailable, se transformó en uno más bien contemplativo. Las juventudes (siempre a la vanguardia de la fiesta y el baile), comenzaron a perder previsiblemente cierto interés en el género.
En aquellos años el rock (como le sucedió antes al tango, al jazz y ahora al reggaetón) fue descalificado por la sociedad occidental como un género incendiario debido a sus altas dosis de sexualidad. Esa es la razón por la que los músicos blancos y la industria musical intentaron a como dé lugar que su música fuera considerada “música seria”. Pero, ¿qué música puede ser más seria que la música clásica? Así pues, comenzó la debacle del género y las producciones de rock no se han vuelto más que versiones de los mismos riffs de guitarra que se han escuchado hasta el hartazgo. No voy a negar que cada tanto se editan discos de rock que vale la pena reconocer pero esos son solo excepciones y últimos suspiros de un género moribundo.
Prácticamente a la par del ascenso del rock, en Jamaica se desarrollaba la llamada “cultura del soundsystem”: fiestas callejeras que enfrentaban a sistemas de sonido rivales y que programaban mayoritariamente rocksteady, ska y eventualmente reggae y dub. El campo de batalla enfrentaba a potentes sistemas de sonido móviles que eran seguidos por gente con ganas de bailar. Estos enfrentamientos de sistemas de sonido con bocinas colosales en los barrios desfavorecidos de Kingston era algo que sucedía con regularidad.
La competitividad no se reducía a quién tenía el sistema más ruidoso, ese solo era el principio, pues los dueños de los soundsystems empezaron a producir material exclusivo para su equipo: dubplates o rolas que solo eran tocadas por el soundsystem que las había creado. Además se agregó otro elemento de gran influencia: el toaster que a la postre se convertiría en uno de los arquetipos del MC del hip hop.
Además del toaster, el hip hop también heredó la competitividad (que se origina cualquier actividad que tiene sus raíces en la calle) y la figura del DJ. Kool DJ Herc nació en Kingston, y llevó la idea del soundsystem al llamado Boogie Down Bronx y las fiestas callejeras (sí, tal y como lo vieron en su tele). En una de esas fiestas Herc organizó en el multifamiliar que habitaba lo que se considera como el nacimiento de la cultura hip hop. Está claro que el hip hop se ha convertido en el movimiento contracultural más importante de los últimos cuarenta años, y esto en gran medida se debe a lo que el género heredó de la cultura de los enfrentamientos de sistemas de sonido jamaiquinos.
La música popular también heredó el remix de la cultura del soundsystem, una práctica que King Tubby perfeccionó detrás de su consola de cuatro canales y su cámara de eco. Con su consola, Tubby tenía la capacidad de alterar la estructura de una canción favoreciendo los bajos y agregando ecos a las voces, generando así variaciones de un mismo riddim. Es ahí dónde la era del remix podría considerarse inaugurada, para eventualmente ser ampliamente explotada por otros géneros dentro de la arena de la música electrónica.
Y hablando de riddims es imposible olvidar el “sleng teng riddim“, que es el primero que se creó de manera absolutamente digital (con un teclado Casio MT40) y que es también fundamental para los desarrollos de la música popular; pues es la base del “Dem Bow” de Shabba Ranks que a su vez es una de las piedras angulares rítmicas del reggaetón. El sleng teng Riddim es una de las bases del dancehall, que por supuesto, es otro género asociado a la cultura del soundsystem en Jamaica.
La fiesta en Jamaica durante los sesenta y setenta tuvo una influencia mayor y mucho más importante y marcada en la música popular de las generaciones venideras, que las ya mencionadas iteraciones del rock.
Mi más sentido pésame, el rock ha muerto.
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