SOYAPANGO, El Salvador – Blanca* mira nerviosamente a los otros clientes del restaurante para asegurarse de que nadie esté mirando o escuchando.
“Aquí, el control de las pandillas es total”, dice en voz baja.
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Blanca, quien le pidió a VICE World News que cambiara su nombre por temor a represalias, es la líder de un grupo comunitario en un barrio de Soyapango, al norte de la capital, San Salvador. El control total que la pandilla MS-13 tiene sobre su comunidad significa que no es seguro revelar su ubicación exacta.
El presidente salvadoreño, Nayib Bukele, cuya relación con Estados Unidos sigue siendo tensa, anunció este mes que duplicará el número de soldados del ejército en un esfuerzo por combatir las pandillas, parte de una controvertida estrategia de seguridad que ha sido ampliamente criticada por ser ineficaz.
“Duplicaremos nuestra Fuerza Armada en los próximos 5 años, iniciando hoy. Cada quince semanas, entrará un grupo de nuevos soldados”, tuiteó el presidente, con el objetivo de aumentar los 20.000 soldados del ejército a 40.000.
Después de asumir el cargo en 2019, el presidente Bukele instituyó rápidamente una nueva iniciativa de seguridad llamada” Plan Control Territorial”, que tiene como objetivo recuperar el poder del gobierno en territorios controlados por las pandillas. El controvertido plan permanece en secreto, y Bukele incluso afirma que la mayor parte nunca será revelada al público en general.
Desde entonces, el gobierno ha pregonado una caída en los homicidios como resultado del programa, pero periodistas y críticos apuntan a un supuesto pacto entre el gobierno y las pandillas como la verdadera razón de la disminución.
En la comunidad de Blanca, dijo, “el Plan Control Territorial es una mentira. Dura poco tiempo, mientras la policía y los soldados están en funcionamiento. Pero una vez que se van, el barrio vuelve a la normalidad; vuelve a estar bajo el control de los pandilleros”.
“Nadie puede llamar a la policía [en su comunidad], ni siquiera para trasladar a un paciente de emergencia. Si llamas al 911 y llega una patrulla por alguna razón, entonces los pandilleros se quejan y esa ofensa podría incluso costarte la vida”, dice Blanca. “En caso de emergencia, se debe llamar a la pandilla y ellos autorizan o no la llamada a la policía o a una ambulancia”.
La fase IV del Plan Control Territorial anunciada a principios de este mes se llama “Incursión”. Pero ya ha sido criticada por analistas y expertos en seguridad en El Salvador, quienes dicen que ha militarizado la seguridad pública. Este último capítulo de la estrategia fue lanzado por el gobierno luego de un reciente repunte en los homicidios y la masacre de cuatro estudiantes ocurrida el 15 de julio.
“Las instituciones gubernamentales administran el poder de dos maneras: ley y fuerza”, dijo Luis Enrique Amaya, consultor en temas de seguridad ciudadana.
Pero en algunas partes de El Salvador, las pandillas operan de manera similar.
“Si alguien más establece ‘leyes’ o normas en estas áreas y usa la fuerza para hacerlas cumplir, ese otro actor se está comportando como el gobierno; está quitando poder y control. Esto es lo que pasa con las pandillas”, dijo Amaya.
Amaya enfatizó que los ejemplos que ha descubierto en su investigación no se pueden generalizar para todo El Salvador, pero dijo que no ha “encontrado ningún elemento que me haga pensar que el poder ha cambiado de manos, es decir, que las pandillas han dejado de controlar los territorios”.
La militarización de la seguridad pública en El Salvador ya existía antes de Bukele. Desde 2009, el entonces presidente Mauricio Funes comenzó a poner soldados en las calles, y para 2016, cuando El Salvador presenció el nivel más alto de homicidios en las últimas dos décadas, tanques, Humvees y vehículos blindados circulaban por las calles de San Salvador.
Sin embargo, el ambicioso plan territorial de Bukele busca reforzar los esfuerzos anteriores, y el aumento del número de soldados en las calles ha obligado a las pandillas a mantener un perfil bajo, dijeron los observadores.
“La diferencia es que ahora los pandilleros ya no están a plena luz del día, ahora ya no se les ve en las calles. Se fueron a la montaña”, dijo un policía en San Salvador, quien pidió permanecer en el anonimato.
“Pero la realidad es que las pandillas siempre están extorsionando”, dijo el oficial. “La gente no las denuncia por el mismo miedo; es mentira que la policía esté aquí todo el tiempo. Cuando nos vamos, los pandilleros vuelven a controlar sus territorios”.
“Si quieres ver si el plan está funcionando, ve a las comunidades, ve cómo va [el plan]”, dijo. “El otro día vinieron cinco pandilleros que querían matar a mi esposa. Afortunadamente, logramos capturarlos”.
Una residente local de Soyapango dijo que “hay fronteras” creadas y reforzadas por las pandillas rivales. En su barrio, hay un mercado en el territorio de la otra pandilla. Dice que solo las mujeres mayores pueden cruzar la frontera de la pandilla para ir de compras, pero “si mi hermano va a comprar aunque sea unas verduras allí, es seguro que no regresará”.
Aunque empezó a ver un cambio en su barrio cuando Bukele empezó a lanzar diferentes fases del Plan Control Territorial, no duró.
“Fue un poco traumático ver un tanque enorme en el barrio y las calles llenas de soldados. Pero al menos hubo un cambio”, dijo. “Los policías instalaron un puesto de policía improvisado. Luego hubo un par de jóvenes que se atrevieron a ir de compras al centro comercial. Y no pasó nada. Pero después de semanas, la pandilla volvió a tomar el control”.