En un país políticamente fragmentado, encontrar puntos de convergencia resulta complejo, si no es que imposible. Sin embargo, lo que vivimos ayer en el Parque Simón Bolívar, en la segunda jornada de Rock al Parque, nos da una pequeña esperanza de poder encontrarnos en la diferencia.
Al menos en la música lo estamos logrando.
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Hubo de todo un poco. Bandas malas y presentaciones épicas. Un inicio lento y poco prometedor y un final totalmente satisfactorio. Hubo hardcore y world music, reggae y PC music, deathcore y afrobeat, actos políticamente reivindicadores y combativos, y actos que levantaron polémicas y discusión. Diverso tanto en su sonido como en su mensaje y obvio, en la gente. Más de 60.000 personas, distribuídas en tres escenarios, venidas de todas partes, vestidas de todos los colores y aterrizando en el festival gratuito más grande del continente, encontrándose e indentificándose entre sí como una reunión de pensamientos y generaciones unidas a través de un mismo hilo: la música.
Y aunque la jornada aparentemente no prometía grandes cosas en un momento, al final nos voló la cabeza:
Escenario Plaza:
La jornada en el escenario principal de Rock al Parque comenzó de forma lenta. Rock pop, una banda emocionada y comprometida tocando un ritmo extraño para este escenario y poco público. Pero el cartel tenía dos grandes nombres internacionales y una cuota latina por descubrir, la cual gratamente podemos decir que puso a vibrar esa plaza de adoquín.
Cerca de las cuatro de la tarde lo mexicanos de Machingon iniciaron el desmadre con sus máscaras de lucha libre y su hardcore ranchero en el que incluso sonó un cover de Vicente Fernández. En este día la potencia del hardcore mandó y los bogotanos de Distracción demostraron por qué este es uno de los géneros más populares de Bogotá y es que la agresividad de esta música resume perfectamente el caos y la ira de la capital. Distracción prendió el escenario a punto de gritos de una forma tan enérgica que su vocalista bajó a cantar junto a ese público que sudó y sangró con entrega.
Después llegó una de las grandes sorpresas del día: Los caleños de Desnudos en Coma. Un poco de hardcore, un poco de post rock, un poco de nu metal, un poco de emo, es imposible definir el genial sonido de este grupo que subió a dejarlo todo en la tarima y se ganó a un público que lo recibió con los brazos abiertos. Y para cerrar la cuota nacional, Syracusae provocó varios de los pogos y mosh pits más violentos de este año.
Desde Estados Unidos, Walls Of Jericho comandados por Candace Kucsulain, dio un show llenó de potencia y al final de la jornada Suicide Silence cerró de forma perfecta un día lleno de energía y muy buenos conciertos.
Escenario Lago:
La cosa empezó con la nueva sangre del rock colombiano. El Mad Tree demostró la contundencia de un sonido que se está metiendo y germinando en el sonido emergente local. Luego de eso, Jupiter & Okwess, directamente desde la República del Congo, prendió una fiesta escrita desde las músicas africanas, un afro funk y afrobeat venenoso, una vuelta a la raíz, al sonido del continente negro donde inició todo y que sigue vigente y fuerte hoy en día como se demostró en el momento en que compartió tarima con Rafael Espinel de la banda colombo belga La Chiva Gantiva, con quienes comparten ese sentimiento del desenfreno brutal.
Así la cosa, caída la noche, el camino quedó abierto y dispuesto para que Antibalas nos dejara con la boca abierta. Un ensamble estadounidense que encarna el sonido del afrobeat descendiente del enorme Fela Kuti y nos regaló una versión memorable del “Che che colé” de Héctor Lavoe. Con una impecable descarga de percusión tribal y un virtuosismo increíble en los vientos, nos dejaron saber lo relevante que es el world music cuando empieza a darle la vuelta al mundo.
Escenario Eco:
La competencia para estas apuestas arriesgadas que engalanaron el escenario más pequeño en el Rock al Parque no estaba fácil. Mientras nombres más reconocibles en el cartel hacían presencia en los otros dos escenarios, paralelamente este fue un espacio para el descubrimiento. Para dejarse sorprender por actos como The Inspector Cluzo, un par de agricultores y musicos franceses que le imprimieron a la tarde un sonido de rock crudo y salvaje.
Más tarde vendría HMLTD para dejarnos anonadados. Los ingleses no se iban a guardar nada en su primera presentación en Sudamérica y esta fórmula en tarima lo demostró: canciones eclécticas, una presencia demoledora sobre el escenario y el cantante, bendito frontman, comiéndose el festival de un solo bocado. Rock al Parque le apostó a una joven banda de Londres que está haciendo estragos en su escena y nos mostró que en las islas se siguen cocinando proyectos destinados a marcar época. Una locura impecable que estamos seguros, más de uno agradece haber conocido anoche.
El cierre, esperado por muchos, estaba a cargo del colectivo feminista ruso Pussy Riot. La pregunta que surgió y quedó para muchos es si estaban esperando una banda de punk, y la respuesta fue contundente: Definitivamente Pussy Riot no era eso y quienes llegaron al Escenario Eco esperando pogo se fueron a los pocos minutos. Ahora, lo que hicieron las rusas sobre el escenario debe leerse más como un performance en el que enviaron un mensaje en contra de las élites políticas y económicas mundiales a ritmo de hard techno, pop del más rosa e incluso gabber en pleno Rock al Parque. Ahora súmenle la puesta en escena del colectivo drag capitalino Las Tupamaras, que levantaron los ánimos de la gente que no entendía que carajos estaba pasando. Un coctel bien explosivo, a lo Pussy, y un hackeo definitivo para los que entendieron su presentación como un tema de discurso en un momento totalmente necesario para el país y para el mundo.
Así lo vivimos: