El sexo en las cárceles españolas

Sí. En las prisiones también se folla, aunque no todo sea como en las series americanas. A Jorge De La Hidalga ni le suena Orange is the new black, ni sus atractivas protagonistas enfundadas en los monos naranjas y caqui de un penitenciario femenino estadounidense y que se lo montan en las capillas, en los baños y en las lavanderías, pero sí sabe cómo funcionan estas dinámicas en el talego en España, donde el sexo no está permitido, pero tampoco se llega a prohibir formalmente.

“Me tuve que abstener durante cinco años de relaciones sexuales mientras estaba dentro”, recuerda el responsable del blog ​Info Prisión, que se creó en 2008 para dar apoyo a las familias de los presos de forma gratuita. “¿Es muy duro?”, le pregunto mientras gira la cuchara en su taza de té. “Durísimo. Pero también uno es preso y por muchos derechos que tenga, cuando uno delinque, debe de haber limitaciones. El sistema español es demasiado flexible como para quejarse”, dice.

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España es uno de los pocos países de Europa en contar con cárceles mixtas, en las que viven más de 65.700 presos, según los últimos datos publicados por ​Instituciones Penitenciarias a finales del pasado mes de septiembre. Un total que lleva cuatro años consecutivos en caída y en el que las mujeres apenas representan el 8%.

A pesar de haber permanecido nueve años en prisión, De La Hidalga sigue defiendo el sistema penitenciario español y los paliativos que ofrece a las necesidades físicas de los presos a través de las comunicaciones vis a vis, el vínculo telefónico y algunos permisos para los que mantengan una relación sentimental estable.

Además de las comunicaciones por cristal (abiertas para todos durante unos 40 minutos por semana), los familiares y allegados de los detenidos pueden optar por ​distintos tipos de encuentros vis a vis: el familiar (una vez al mes con una duración de entre una y tres horas; pueden asistir como máximo cuatro personas); de convivencia (con la pareja sentimental e hijos que no superen los diez años de edad, de hasta seis horas) y el íntimo.

Las habitaciones para estos encuentros suelen ser pequeñas, con un mobiliario esencial (una cama, una mesita y una silla) y un baño. “Algunas son muy frías, otras más acogedoras, depende de la cárcel”, explica De La Hidalga. “Algunos hacen trucos: piden una comunicación familiar y echan un kiki también ahí, controlando que no vayan a asomarse los funcionarios”, añade.

No es necesario estar casados, pero hay que demonstrar la existencia de un vínculo estable. Estos permisos en la práctica son muy fáciles de obtener tanto para parejas homosexuales como heteros, siempre que exista documentación (certificado de empadronamiento, de convivencia o libro de familia) y que el visitador no tenga antecedentes penales. Se pueden pedir en todos los regímenes, aunque en primer grado es más complicado de obtener -en España, solo hay un 2% de presos en este tipo de régimen cerrado-.

Desde hace algunos años, también hay otra manera para solicitar un vis a vis. Unas asiduas visitas por cristal durante unos tres-seis meses o mantener una correspondencia con una presa de otro módulo a lo largo de algunos meses pueden ser suficientes para obtener el permiso. En ningún caso, de acuerdo con el autor del blog Info Prisión, se autorizan encuentros íntimos entre dos hombres que compartan la misma cárcel.

¿Y el que no tenga pareja? “Se joroba“, zanja. Desde el punto de vista de un preso, no sé cómo el sistema podría solucionar el problema del sexo. Soy también de la opinión que hay que tener un control. No creo que la respuesta adecuada sea que entren meretrices en las celdas, como pasa en algunas prisiones corruptas de América Latina”, recalca. ” No hay una solución intermedia. Solo queda recorrer a lo que se llama la aleMANITA“.

Cada uno soluciona el problema a su manera. De La Hidalga se evadía a través de la escritura, dando vida a Vis a Vis, una novela que se publicó en 2010 y que contiene varios pasajes de “sexualidad pura y dura”. “La escribí dentro y te puedes imaginar que sin sexo yo mismo estaba que me subía por las paredes”, recuerda el autor.

El tema de la masturbación entre rejas no es un asunto de escaso relieve. En 2012, un recluso que estaba cumpliendo condena en una prisión de Michigan (EE.UU.) llegó a denunciar al Estado por ​denegarle su derecho a consultar material pornográfico pese a su “síndrome de masturbación crónica”. Su queja fue desoída por los jueces, pero la lucha por acceder a revistas de adultos alcanzó otro Estado, Connecticut, donde un grupo de presos lanzó una campaña de protesta para proteger su “derecho constitucional al porno” frente a la prohibición de las autoridades, que consideraban estas publicaciones como una “amenaza para la seguridad” del personal penitenciario.

Los detenidos españoles pueden considerarse afortunados frente a sus homólogos de EE.UU., donde numerosos Estados consideran la masturbación como una verdadera infracción al reglamento de las cárceles. En casi todo el país, no se permiten visitas conyugales íntimas, ni se distribuyen condones, a pesar de las altas tasas de HIV y de hepatitis entre los presos. A los colombianos, no les va mejor. Ellos sí tienen derecho a encuentros privados con sus parejas, aunque el hacinamiento de las estructuras prácticamente hace que ​resulte imposible tener un rato de intimidad.

La masturbación es un tema secundario en las cárceles españolas, según De La Hidalga. “Se da por hecho que existe y ya está”, explica. Lo mismo pasa con la pornografía, puesto que los funcionarios suelen hacer la vista gorda con las revistas. El tema homosexual, en su opinión, es mucho más delicado. Cada mes los presos reciben entre dos y cuatro condones, pero mantener relaciones homosexuales no está muy bien visto en los módulos masculinos y se prefiere mantener cierta discreción. “Entre las mujeres se acepta mucho más. En un estudio que hice, calculé que alrededor del 55% de las mujeres mantienen relaciones homosexuales en la cárcel y cuando salen vuelven con sus esposos y novios. Para los hombres, este porcentaje baja hasta el 35%. Los presos que mandan en los módulos masculinos tienen machacas para todo: uno que le lava la ropa, otro que le trae cigarrillos y otro también para necesidades físicas”, agrega.

Pese a la existencia de cárceles mixtas, los contactos entre los dos sexos en el día a día no son nada fáciles. Existen momentos muy puntuales de encuentro, como por ejemplo algunos talleres socioculturales. “No sabes la imaginación que le echa la gente. He visto personas gritarse por los muros para empezar una correspondencia y obtener así un permiso para un vis a vis; he ido a proyecciones de películas en las que los tíos se arrastraban a escondidas por debajo de las butacas. La imaginación es portentosa y ahí se busca cada uno la vida”, recuerda el autor de Vis a Vis.

¿Y qué pasa con la otra mitad de la pareja que vive fuera de la cárcel? Larry Smith, el marido de la expresa ​Piper Kerman, el personaje que inspiró la serie Orange is the new black, escribió en un artículo publicado en ​The New York Times: “¿Habría visitas conyugales? No. ¿Estaba yo autorizado a ver otras mujeres? No. ¿Estaba ella autorizada a frecuentar otras mujeres? Le dije que hiciera todo lo que necesitara”.