El tongo televisivo del año protagoniza la gala final de “Masterchef”

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La política no es el único terreno en que Twitter va por un lado y la realidad va por el otro. En las últimas semanas, durante cada emisión de “Masterchef” mi timeline se ha llenado sistemáticamente de todo tipo de improperios y palabras malsonantes cada vez que aparecían en pantalla “las gemelas”.

Las gemelas son Virginia y Raquel, dos andaluzas que han despertado la ira y la rabia del televidente tuitero, ese ser abyecto que cada noche se sienta en el sofá y convierte su móvil en un diván para desfogarse y soltar lastre. Y una vez más, al espectador de las redes sociales le ha quedado cara de idiota: Virginia fue la gran vencedora de la finalísima que emitió ayer La1. A ti también te jodió su victoria, y lo sabes.

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Las gemelas, grrr. Imagen de RTVE

Que levante la mano el que no haya deseado la eliminación de ambas a lo largo del programa. Su elección en el casting ya fue dudosa –una cocina de forma aceptable; la otra menos, pero el morbo de tener a dos gemelas compitiendo se impuso a la objetividad culinaria–, pero su participación esta temporada ha tenido todos los ingredientes para desear semana sí y semana también su expulsión: estrategia de brocha gorda, lágrima fácil, chascarrillos, sobreactuación, pesadez insoportable y ese tonito –y ya sabéis a qué me refiero– que ha convertido los miércoles en un via crucis solo apto para sibaritas del sufrimiento y la tortura consentida.

Ayer ganó Virginia, sí. Y aún nos seguimos preguntando por qué. Su competencia no era feroz, de acuerdo. Con José Luis nos hemos reído, de él y con él, pero seamos francos: ¿en qué cabeza cabe que pueda ganar “Masterchef” un tipo que agita las batidoras como si fueran cocteleras, que se equivoca constantemente, que suda como un gorrino y que coge paelleras ardiendo sin guantes?

Aquí Jose Luis. Imagen de RTVE

Jose Luis parece surgido de una película imposible dirigida por José Mota y escrita por Joaquín Reyes, José Luis es el que más vídeos ha dado, pero yo no tengo lo que hay que tener para ir a un restaurante regentado por él. Ángel, por su parte, es valenciano y no sabe preparar un buen plato de arroz; empezó horriblemente mal el concurso y ha acabado dominando algunas técnicas y ha mostrado una evolución encomiable, pero… ¿es suficiente para llevarse un premio de esta dimensión? No creo.

Ángel transmitía seguridad, pero no la suficiente. Imagen de RTVE

Y Rocío, la otra rival de la ganadora, nos ha gustado más por su pelea de gatas con Samantha que por su talento para la cocina. Visto así, la sospechosa victoria de la gaditana supone un triste desenlace para una cuarta edición decepcionante.

Rocío cocinando Dios sabe dónde. Imagen RTVE

Y es que si algo confirmó la final de ayer es que esta ha sido la peor edición de “Masterchef”. En lo televisivo y en lo gastronómico. Sin genialidades como el león come gamba ni personajes circenses con los que satisfacer la cuota freak, el público ha seguido esta edición con interés pero sin la pasión y la entrega de otras temporadas. A este clima grisáceo y algo aburrido ha contribuido el elevado grado de contención de los miembros del jurado. Jordi Cruz ya no humilla a sus discípulos, apenas hemos escuchado broncas y ese tonito cabreado del año pasado esta vez ha quedado en pequeñas regañinas más propias de un parque infantil que de un referente con esta dimensión y trayectoria. Y en lo gastronómico, qué decir. Platos que daban asco, errores de principiante, postres que no se atrevería a comer ni Falete, escasa imaginación y unas aptitudes técnicas que a lo sumo podrían impresionar al gerente de un McDonald’s.

Y es que si algo confirmó la final de ayer es que esta ha sido la peor edición de ‘Masterchef’

Es que ni la última gala estuvo a la altura. Hasta ayer, acostumbraba a pasar en finales de “Masterchef” que los candidatos a llevarse el título conseguían dejar bien al programa. Cocineros que durante diez semanas habían demostrado no saber lo que era una esterificación se convertían súbitamente en chefs de “El Bulli” en su etapa más experimental. Cocineros que no habían sido capaces de elaborar un postre en condiciones en la finalísima parecían capaces de vacilarle hasta a Jordi Roca. Y cocineros que habían exhibido la creatividad de una nuez de repente inventaban preparaciones de autor que daban el pego. Milagros de la tele, seguramente, pero cuando menos se conseguía dar apariencia de gala importante y de trabajo bien hecho.

Ayer ni eso. Por primera vez en la historia del concurso los finalistas necesitaron tiempo extra para acabar sus preparaciones; y por primera vez, también, los dos candidatos dejaron para la posteridad dos menús de muy baja exigencia creativa. Especialmente el de Virginia, la ganadora. Hombre, si se hubiera tratado de una gran final de cocineros de hospital, entonces sí que podría tener sentido su triunfo. Pero tratándose del formato televisivo de cocina más prestigioso a escala internacional, lo de personarse ante el jurado ilustre con unas anchoas en vinagre, un taco de carne marcado y un tocinillo del cielo tiene delito. Y lo que tiene aún más delito es que esas preparaciones le valieran la victoria. No sé, si es que hasta el realizador apenas hacía primeros planos de los platos, consciente de que en comparación con las finales anteriores aquello parecía el menú para un paciente recién trasplantado de hígado.

Si se hubiera tratado de una gran final de cocineros de hospital, entonces sí que podría tener sentido su triunfo

Desconozco si los platos de Ángel, el otro finalista, estaban más ricos que los de Virginia. Pero lo que sí era evidente es que su apuesta fue más imaginativa, técnica y atrevida. Y por supuesto más acorde a lo que siempre ha perseguido “Masterchef”: que la final mostrara con pelos y señales la evolución y el aprendizaje de un chef amateur. Virginia se limitó a maquillar y cuidar más la presentación de tres platos de domingo en su casa, y con eso tuvo suficiente para llevarse el gato al agua. En las redes ayer la palabra tongo era trend topic: nadie que haya seguido esta temporada y esté en su sano juicio puede llegar a creerse que Virginia sea la mejor cocinera de esta edición. Y mucho menos que ese menú merezca salir a hombros de un jurado integrado por Subijana, Arzak, Berasategui o Cruz. Por los motivos que sean –perfil, target de público, tipo de cocina…– interesaba la victoria de Virginia, y así se produjo. De primero de pucherazo.