Además de ser una bala, “el Tosti” es la cabeza de un imperio de tostadas ubicado al sur de la Ciudad de México: La Chaparrita.
Es rara la persona que visita las tierras que vieron nacer a Frida Kahlo y que no flaquea ante el encanto de estos tradicionales antojitos. Basta con llegar, preguntar por un lugar donde comerse un buen ejemplar y cualquiera señalará hacia la misma dirección: las entrañas del Mercado de Coyoacán.
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No importa el día de la semana que sea, luego de caminar entre pasillos desde los que se asoman sandías, piñatas y pirámides de jitomates, chayotes y papas en estricta simetría, uno siempre encuentra la forma de llegar hasta su icónico puesto anaranjado y amarillo.
Una vez en terrenos de La Chaparrita, “el Tosti”, que en realidad se llama Rafael Díaz Hernández, se encarga de llamar la atención y logra que hasta el transeúnte más perdido haga oídos sordos a su férrea fuerza de voluntad y se siente a probar cualquiera de las opciones que él pregona a grito herido.
El hombre no para. Estrecha la mano de clientes fieles a sus largas mesas; ayuda a descargar los quesos, verduras y mariscos que va a comprar todos los días al mercado de La Viga o al tianguis de La Merced; transporta desde su cuartel gastronómico en Xochimilco los guisos que prepara su esposa (con ayuda de algunas manos extra) y logra tener tiempo para supervisar el negocio y pregonar a todo el que pasa las bondades que vende sobre tortillas fritas.
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Los 365 días del año, sin importar la nacionalidad de los paladares que lo frecuentan, su gusto o no por la comida condimentada, o hasta las negativas de sus clientes a comer carne, en este templo a la mexicanidad hay al menos 15 guisos distintos para disfrutar con un agua natural de frutas (de a litro) en mano.
Después de acomodar a un nutrido grupo de extranjeros frente a las fuentes rebosantes de ceviche de camarón y de pescado, “el Tosti” confiesa que no hay día que no se coma una tostada de pata, la estrella de la casa.
Según dice, le recuerda a su mamá: una de las fundadoras del mercado, conocida por todos como “la Chaparrita”, y quien cortó el listón inaugural del puesto.
La de tinga de pollo y la de camarón atraen muchos reflectores, y las de picadillo, bistec, champiñones, pollo en mole negro, pulpo, jaiba y surimi (solo por mencionar algunas) son residentes oficiales de su carta por una buena razón: basta con salpicarlas con cualquiera de las salsas, para llegar sin escalas al paraíso de los gustos culposos necesarios en la vida de cualquier ser humano.
Con una sonrisa casi eterna, que apenas se borra cuando ve que algún cliente potencial se sienta a comer con la competencia de al lado, Rafael recuerda que ha visto tostadas desde que estaba en la guardería.
El negocio lo empezó su madre, Ernestina Hernández, en 1956. En ese entonces ella vendía nopales, bolsitas con habas, manojos de hojas de pápalo y huajes, cebollas y montoncitos de aguacate.
Un día se le ocurrió empezar a vender tostadas y, aunque no vendían muchas (Rafael se convirtió en su asistente personalísimo desde los ocho años), no pararon hasta que las recomendaciones boca a boca empezaron a hacer lo suyo.
“Tengo los papeles donde consta que mi mamá compró el primer local en $2.5 pesos de aquellos años”.
Por eso, él sabe perfecto cómo se mueve cada hilo de la empresa. No solo tuvo que aprender a hacer los guisados, sino también a lavar trastes, a hacer las salsas y las mismas tostadas, a saber regatear desde pequeño en la Central del Abastos y a lidiar toda su vida con proveedores de lácteos y hasta con los que le surten la mejor pata de res.
Hoy administra, junto con algunos otros miembros de su familia, cinco locales dentro del mercado; atiende de las 11 de la mañana a las 6 de la tarde y hace alrededor de 200 tostadas en un día de poca afluencia.
El domingo (que es cuando tienen más comensales) llega a preparar hasta 3 mil y, en una ocasión, luego de que le hicieran un reportaje que se transmitió por televisión, llegó tanta gente que se acabaron sus tostadas y tuvo que comprar todas las de otros locatarios del mercado. Aquel glorioso día rompió récord: vendió 10 mil.
Tal y como le prometió a su madre antes de morir, “el Tosti” está dispuesto a seguir siendo una bala, con tal de revivir diariamente una de las leyendas que más sabor le dan a Coyoacán. No por nada dicen que, una vez que se pone un pie dentro de ese mercado, todos los caminos conducen a “La Chaparrita”.
Puedes visitar al “Tosti” en el Mercado de Coyoacán en la Calle Xicoténcal, local principal 183.