Artículo publicado originalmente por Motherboard Estados Unidos.
Este lunes, el New York Times publicó una escalofriante investigación en la que la publicación compró un enorme conjunto de datos “anónimos” de ubicación proveniente de teléfonos inteligentes a un comerciante tercero, les quitó el anonimato, y rastreó a personas comunes en sus vidas cotidianas—incluyendo paradas sensibles en lugares como Planned Parenthood, sus casas, y sus oficinas.
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El artículo deja al descubierto lo que han sospechado por años quienes son conscientes de su privacidad: las aplicaciones en tu teléfono inteligente te están siguiendo, y a pesar de todas las conversaciones sobre la “anonimización” y las afirmaciones de que los datos solo son recolectados en conjunto, nuestros hábitos son tan específicos —y usualmente únicos— que los identificadores anónimos pueden ser diseñados a la inversa y usados para rastrear a personas individuales.
Junto con la investigación, el New York Times publicó una guía para manejar y restringir los datos de ubicación en aplicaciones específicas. Esto es más fácil en iOS que en Android, y es algo que todo el mundo debería estar haciendo periódicamente. Pero creo que el mejor aporte, no es solo que necesitamos ser más escrupulosos con las configuraciones de nuestros datos de ubicación. Es que necesitamos ser mucho, mucho más restrictivos con las aplicaciones que instalamos en nuestros teléfonos.
A donde sea que vayamos, estamos cargando un dispositivo que no solo tiene un chip GPS diseñado para rastrear nuestra ubicación, sino una conexión a Internet o a LTE diseñada para trasmitir esa información a terceros, muchos quienes ya han monetizado esos datos. Los datos de ubicación en bruto pueden ser recolectados rastreando las torres de teléfonos celulares a las que se conecta el teléfono de uno, y la mejor forma de garantizar la privacidad sería tener un celular sin conexión a Internet, un iPod Touch, o ningún teléfono. Pero para la mayoría de la gente, eso no es práctico, así que creo que vale la pena revisar los tipos de aplicaciones que tenemos instaladas en nuestro teléfono, y sus ofertas de valor—tanto para nosotros, como para sus desarrolladores.
Una buena pregunta para hacerse cuando se evalúan las aplicaciones es “¿por qué existe esta aplicación?”
Las primeras decisiones de diseño de Apple, Google, y desarrolladores de aplicaciones nos siguen atormentando más de una década después. Hablando históricamente y a grandes rasgos, hemos estado dispuestos a gastar cientos de dólares por un teléfono inteligente, pero nos resistimos a la idea de gastar 99 centavos de dólar en una aplicación. Nuestra renuencia a pagar cualquier dinero por aplicaciones se ha convertido en un costo desconocido pero masivo para nuestra privacidad. Incluso la fabricación de una aplicación insignificante de linterna o de ruidos de pedos no es gratis, y la abrumadora mayoría de aplicaciones “gratis” no son altruistas—están diseñadas para hacer dinero, lo que usualmente significa recolectar y revender los datos de uno.
Una buena pregunta para hacerse cuando se evalúan las aplicaciones es “¿por qué existe esta aplicación?” Si existe porque cuesta dinero comprarla, o porque es la extensión gratuita de un servicio que cuesta dinero, entonces es más probable que se sostenga a sí misma sin recolectar ni revender tus datos. Si es una aplicación gratuita que existe con el mero propósito de acumular grandes cantidades de usuarios, entonces lo más probable es que ha sido monetizada al venderle datos a anunciantes.
El New York Times señaló que muchos de los datos utilizados en su investigación provinieron de aplicaciones gratuitas del clima y de resultados deportivos que se daban la vuelta y vendían los datos de sus usuarios; cientos de juegos gratuitos, aplicaciones de linternas, y aplicaciones de podcasts que piden permisos que no necesitan realmente con el propósito específico de monetizar los datos de uno.
Incluso las aplicaciones que no obtienen abiertamente datos superficiales usualmente funcionan de esa manera: Facebook y su paquete de aplicaciones (Instagram, Messenger, etc) colectan cantidades de datos sobre uno y sobre el comportamiento de uno dentro de la aplicación misma, pero también directamente del teléfono (Facebook recorrió grandes distancias para ocultar el hecho de que su aplicación de Android estaba recolectando datos de registros de llamadas). Y Android en sí mismo es un ecosistema de teléfonos inteligentes que también sirve como otro aparato de colección de datos para Google. A menos de que uno se sienta particularmente inclinado con leer las políticas de privacidad que tienen una longitud de docenas de páginas por cada aplicación que uno baje, quién sabe qué información personalizada las aplicaciones de noticias, podcasts, aerolíneas, compra de tiquetes, viajes, y redes sociales están recolectando y vendiendo.
Este problema está empeorando, no mejorando: Facebook convirtió a WhatsApp, una aplicación que lograba ser lucrativa con una tarifa de suscripción de un dólar al año, en un servicio “gratuito” porque creía que podía hacer más dinero con un modelo de negocios basado en anuncios.
Lo que esto significa es que el modelo de negocios dominante en nuestros teléfonos inteligentes es uno que se basa en monetizarlo a uno, y solo poniendo atención de forma obsesiva a los permisos de las aplicaciones y buscando alternativas pagadas es que uno puede minimizar estos impactos. Si esto te molesta, tus únicas opciones son deshacerte de tu teléfono inteligente por completo o repensar cuáles son las aplicaciones que quieres tener instaladas y actuar de acuerdo a ello.
Puede que sea momento de deshacerse de todas las aplicaciones gratuitas de un solo uso que son básicamente sitios web con tamaños repensados. Hablando de forma general, es más seguro, en términos de privacidad, acceder a los datos de uno en un navegador, incluso si es más inconveniente. Pensándolo bien, tal vez sea momento de borrar todas las aplicaciones y empezar a utilizar únicamente aplicaciones que respetan la privacidad de uno y que tienen modelos de negocio sostenibles que no dependen de monetizar los datos. En iOS, esto podría significar usar más aplicaciones de Apple de primera, incluso si no funcionan tan bien como las versiones gratuitas de terceros.