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Las puertas se abren finalmente a las 7:00 am hora marroquí y el caótico trasiego de personas comienza a romper la paz matutina. Se estima que entre 3.000 y 5.000 marroquíes cruzan todos los días la frontera entre la ciudad española autónoma de Melilla y Marruecos. En su mayoría son mujeres que pasan a través del cruce fronterizo de Barrio Chino y llevan todo tipo de mercancías. Se las conoce como las ‘mulas’ de Melilla.
Dobladas y doblados por el peso de los gigantescos fardos, en su interior pueden llevar ruedas de segunda mano, ropa, rollos de tela, zapatos, mantas, artículos de tocador y artículos para el hogar, todo ello destinado a los mercados de Marruecos.
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Al salir la luz del sol, la gran cantidad de polvo que se generan los porteadores no deja ver la valla que separa el enclave español de Melilla de Marruecos. Algunos porteadores hacen entre tres o cuatro viajes al día, llevando hasta 100 kg, al final del día, y si las cosas va bien, pueden ganar entre 5 y 15 euros. Las condiciones de semi esclavitud son inhumanas, el acarreo de cargas pesadas, de entre 40 y 100 kilos, provocan peleas frecuentes, abusos, atracos, aplastamientos, avalanchas y hasta muertes.
Todas las imágenes son de José Colón, miembro del colectivo fotográfico MEMO.
Melilla es un punto de entrada crucial de las mercancías en el norte de África. Siempre y cuando un porteador o porteadora pueda llevar físicamente esta carga, que se clasifica como equipaje personal, Marruecos lo consiente porque lo deja en régimen de franquicia.
El enclave español tiene la particularidad al estar fuera de la Unión Aduanera Europea, que puede aplicar su propio impuesto, el IPSI (Impuesto sobre la Producción, los Servicios y las importaciones), con el que se puede jugar con ventaja sobre la importación directa desde el otro lado de la frontera, donde las tarifas son más caras.
Este negocio “atípico” permite al comercio de la zona y las empresas extranjeras evitar el pago de las tarifas, ya que es legal pasar cada vez que se trate de equipaje personal sobre las espaldas de las ‘mulas’. Según la delegación del gobierno en Melilla, el valor de este comercio, que algunos llaman directamente “contrabando”, alcanza los 440 millones de euros anuales.
De acuerdo con el semanario marroquí Al-Ayam, este negocio también significa cada año alrededor de 90 millones de euros en “mordidas”, que los agentes de policía y de aduanas estacionadas en las fronteras del Magreb de Ceuta y Melilla, se embolsan.
El cinismo de todo esto; es que tanto un lado como otro de la frontera, ambos gobiernos coinciden en que este tipo de comercio, legal para ambos países, es un medio de vida para miles de familias y hay que protegerlo.
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