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La Gavia era para Raybel Jacobo Dealmonte, ‘El Tequilero’, mandamás de una célula del grupo criminal Guerreros Unidos, justo lo que su nombre significa: su guarida o madriguera.
Pero desde poco más de un mes, La Gavia es, además, un pueblo abandonado más a causa de la violencia. Aunque bastante diferente. Sus habitantes, gran parte de ellos, familiares de Raybel Jacobo, no eran víctimas, sino victimarios.
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La cueva de ‘El Tequilero’, a sólo seis kilómetros de la cabecera de San Miguel Totolapan, en la región conocida como Tierra Caliente en el estado de Guerrero, al sur de México, podría guardar algo más inquietante que la temible célula de Guerreros Unidos. Podría despejar una incertidumbre nacional relacionada con el paradero de los 43 estudiantes normalistas desaparecidos entre la noche del 26 y la madrugada del 27 de septiembre de 2014.
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Los ‘tequileros’ alardeaban frente a sus víctimas de secuestro, que en los cerros de La Gavia enterraron a una parte de los normalistas desaparecidos.
El 3 de julio pasado, VICE News y otros siete periodistas de distintos medios, entramos a La Gavia, un lugar ‘prohibido’ para extraños y, por supuesto, para la prensa. Sabíamos que los pobladores habían huido después de un operativo de la Agencia de Investigación Criminal (ACI) el pasado 19 de junio, y que ‘El Tequilero’ se había visto obligado a dejar la madriguera sin la cobertura de la población.
En efecto, la guarida está vacía. La mitad de la gente se fue en mayo cuando Raybel Jacobo pidió a todas las familias que mandaran a sus hijos con él para que les enseñara a ser hombres; los que quedaron, fieles a Raybel, salieron a finales de junio, poco después de ese agresivo enfrentamiento entre ‘tequileros’ y elementos de la AIC, quienes ingresaron de madrugada supuestamente para detener al grupo criminal.
Ahora se puede caminar por sus calles lodosas en las que berrea por hambre el ganado huérfano; no cualquier hato de bueyes y vacas, sino ejemplares finos, que hacen suponer que los habitantes se dedicaban a actividades lucrativas.
Durante minutos, en La Gavia sólo se oyen ladridos, relinchos, bramidos y el agua que corre en un arroyo cercano.
Las familias de La Gavia
Los hombres tocaron a la puerta. Era principios de mayo. No salir a atenderlos era como escribir a la muerte.
Cuando la abuela abrió, en su puerta había seis hombres armados, rostros conocidos, algunos incluso eran familiares cercanos, niños a los que vio crecer, que jugaron con su hijo, por lo tanto que conocían bien a la familia. En La Gavia, un pueblo de 375 habitantes, casi todos están emparentados.
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Los hombres querían saber cuántos niños había, de qué edad. Y en ese hogar, sólo había un menor de nueve años, su nieto.
Ellos le dijeron a la abuela que estaban ahí por órdenes de Raybel, quien quería que le mandaran a sus hijos.
—Les vamos a enseñar a disparar, a que se hagan hombres, pues—. La abuela les dijo lo que esos hombres ya sabían: que ahí sólo había un niño de nueve años.
—Por lo pronto, podría llevarnos comida a la casa de seguridad, vigilar en los cerros y a avisarnos cuando venga el gobierno—.
La abuela dijo que daría el recado a su hijo y a su nuera.
Raybel necesitaba a cada hombre o niño del pueblo para repeler las incursiones a La Gavia de parte de integrantes de la Familia Michoacana.
De acuerdo con investigaciones del grupo de autodefensas Movimiento por la Paz de San Miguel —conformado en diciembre de 2016 para contener la violencia que se había desatado en la zona—, Raybel antes de estar en Guerreros Unidos formaba parte de la Familia Michoacana y por eso integrantes de ese grupo criminal hacían incursiones a ese pueblo para vengarse de la traición.
El 20 de marzo de 2016, en plena fiesta patronal, ingresó un grupo de hombres armados —supuestamente de la Familia Michoacana— a San Antonio La Gavia, pueblo pegado a La Gavia, en el que también Los Tequileros tenían control. Después del ataque en el que fueron asesinadas al menos cinco personas surgió el movimiento de autodefensa en la cabecera, y dejó de ser su territorio de Los Tequileros.
El 7 de abril de este año, a Los Tequileros les fueron a tirar a la entrada del pueblo a cinco de sus integrantes asesinados.
Para no entregar a nuestros hijos, buscamos ayuda del Movimiento por la Paz. Mandamos a alguien con el recado, nos dijeron que nos daban el apoyo si estábamos decididos a salirnos, recuerda la abuela.
Unos días después que les pidieron a sus hijos para que formaran parte de Los Tequileros, la madrugada del 7 de mayo de 2017, unas 50 familias salieron de La Gavia, con sólo lo que llevaban puesto. Dejaron atrás casas, ganado y siembras.
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Teníamos miedo de salirnos por eso seguíamos ahí, sabíamos que Raybel nos iba a seguir para vengarse de nosotros. Además porque ese era nuestro pueblo, donde está nuestra casa, nuestros animales, pero para qué íbamos a seguir ahí, si se llevaba a nuestros hijos. Por eso nos arriesgamos a irnos.
Durante unos nueve años los pobladores de La Gavia vivieron ahí sabiendo que sus vecinos “no eran gente buena”, pero como a ellos no les hacían nada ni les exigían nada, cohabitaban en el mismo pueblo. Se iban enterando cada vez de cosas más feas.
Para muchos de ellos, al principio era difícil aceptar que Raybel era un delincuente, el jefe de una banda que secuestraba, violaba y mataba, con otros delincuentes que también eran de La Gavia y de otros pueblos cercanos.
Antes era bueno, hasta nos daba lástima porque su familia no tenía dinero, no tenían ganado, vivían de vender leña, la cortaban y la llevaban a vender a la cabecera. A Raybel siempre le gustó beber y le gustaba beber bueno, pero no le alcanzaba con lo de la leña. Como tenía vicio no le daba vergüenza pedir cooperación para comprarse su tequila.
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La maestra ‘Soledad’ dio clases en La Gavia cuatro años. Hace tres que pidió su cambio.
Cuando comenzó a ponerse muy feo, todos los maestros que estábamos en La Gavia pedimos nuestro cambio. Los hombres que tenía Raybel en la comunidad nos iban a pedir dinero. Nos decían: dice el jefe que ahora va a necesitar tanto, empezó pidiéndonos 500 (unos 25 dólares) pero le fue subiendo, las últimas veces nos fueron a pedir 1.500 (75 dólares) a cada uno, y aunque lo hacían de forma amable, sabíamos que lo teníamos que dar, ya sabíamos que en otros pueblos había secuestrado a maestros, pero darle siempre 1.500 era imposible, era más de la mitad de nuestra quincena y todavía teníamos que pagar pasajes, comer, mantener a nuestra familia. Pedimos nuestro cambio y gracias a Dios nos lo dieron y nos salimos, y creo que por eso estamos vivos ahora.
En La Gavia había preescolar, primaria y telesecundaria, pero cuando los maestros pidieron su cambio y nadie más se quiso ir a trabajar allá, niños y niñas se quedaron sin clases.
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Dicen en los medios que Raybel es el jefe de Los Tequileros, los que estuvimos ahí el tiempo suficiente nos dimos cuenta que Raybel sólo era el que ejecutaba las órdenes que daba en ese entonces el presidente municipal (priísta) Saúl Beltrán Orozco. Raybel era el jefe ante el público, pero Saúl era quien estaba atrás dando las órdenes.
Algunas veces nos mandaba a llamar Raybel para hacer algunas cosas, como arreglar las escuelas, pero otras veces lo hacía de forma directa Saúl; por ejemplo, en sus actividades de gobierno, los mismos hombres de Raybel nos iban a decir que el jefe nos necesitaba y nosotros no íbamos a dar clases, sino que nos íbamos a las actividades públicas de Saúl.
Para nosotros es claro: el jefe es Saúl.
Incluso, en mayo de 2017, el noticiero En Punto de Televisa reveló que Javier Olea, titular de la Fiscalía General del Estado (FGE) sabía que Saúl Beltrán Orozco era el verdadero jefe, como lo comentan los pobladores.
La autodefensa en San Miguel
Los Tequileros llevan años secuestrando y matando. Varios de esos secuestros han sido masivos. En alguna ocasión se llegaron a llevar consigo 10 y hasta más de 20 personas. Durante 2014, 2015 y 2016, esa forma de plagios se volvió novedad, no sólo en pueblos de San Miguel Totolapan, sino de los municipios de la región de Tierra Caliente, entre ellos, Arcelia, Tlalchapa, Tlapehuala, Ajuchitlán y Coyuca de Catalán.
Por toda esa violencia sin contención, que comenzó en el periodo del alcalde Saúl Beltrán Orozco, para diciembre de 2016, San Miguel Totolapan era un pueblo abandonado, sin corridas del transporte público, con la sucursal bancaria cerrada, con negocios quebrados y la mayoría de casas deshabitadas.
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Casi todos teníamos en nuestra casa a alguien que había sido secuestrado, o un pariente al que Los Tequileros habían quitado la vida, o lo habían asaltado, o le cobraban piso (extorsión) para llevar a cabo sus actividades. Era tan grave que pensamos que el 90 por ciento de la población habíamos sido víctimas de Los Tequileros. Por eso, la mitad de la población del municipio se había ido de sus pueblos, cuenta un integrante del Movimiento por la Paz.
Los integrantes de este movimiento afirman que de 25.000 habitantes del municipio, para diciembre del 2016 apenas había unos 12.000.
Pero San Miguel Totolapan fue noticia nacional hasta el 12 de diciembre del 2016, cuando familias de la cabecera secuestraron a la mamá de ‘El Tequilero’, a María Félix Jacobo, y a 23 personas más que creían tenían relación con el grupo criminal, entre ellos una regidora, para intercambiarlos por un vecino: el ingeniero Isauro de la Paz Duque, plagiado por la banda criminal un día antes.
Ese día surgió la autodefensa. También fue el día en que el gobernador de Guerrero, Héctor Astudillo Flores, y las fuerzas de seguridad federal y estatal se ocuparon de San Miguel Totolapan y de La Gavia.
La estrategia desesperada de las familias ante el nuevo secuestro fue efectiva. ‘El Tequilero’ devolvió a Isauro de la Paz ileso y el movimiento entregó a la madre del criminal, liberó al resto de retenidos y exigió al gobierno estatal entrar a La Gavia a desmantelar el grupo de Los Tequileros y a detener al diputado Saúl Beltrán Orozco, a quien también señalan de ser el verdadero jefe de esa célula de Guerreros Unidos.
Pero el gobierno de Héctor Astudillo Flores dijo que no podía permitir que la población fuera rehén de dos grupos criminales. Astudillo aseguró que el movimiento de autodefensa tenía relación con La Familia Michoacana. El 12 de mayo de 2017, fuerzas de seguridad pública federal y estatal ingresaron a San Miguel a desamar al movimiento de autodefensa y aunque La Gavia sólo está a seis kilómetros, se quedaron apostados en San Miguel.
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En junio, una semana después de la incursión de los integrantes de la AIC, el gobernador Astudillo anunció que 600 elementos de diferentes corporaciones buscaban a Raybel Jacobo en La Gavia. Para entonces, los habitantes de los pueblos cercanos ya sabían que ‘El Tequilero’ no estaba esperándolos, pues se había ido al día siguiente. Incluso, aseguraron que policías federales ayudaron a salir de ahí a los habitantes que quedaban.
Integrantes del Movimiento por la Paz, incluso, revelaron el nuevo paradero de ‘El Tequilero’ y sus hombres de confianza, pero el operativo de los 600 policías no fue a buscarlo a San Miguelito, en la frontera con el municipio de Heliodoro Castillo, a donde dicen que se fue a refugiar.
El hecho es que hasta la fecha no han detenido a Raybel y la justicia federal otorgó un amparo a Saúl Beltrán Orozco para que no sea detenido. El Congreso local nunca inició un juicio político contra el diputado a pesar de la solicitud explícita de integrantes del Movimiento por la Paz. Lo único que consiguieron es que Saúl Beltrán pidiera licencia.
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El vocero de Seguridad Pública del gobierno estatal, Roberto Álvarez Heredia, aseguró que el gobierno del estado de Guerrero ya había actuado contra Los Tequileros desde antes del secuestro de la madre de Raybel por habitantes de la cabecera.
La prueba de eso, dijo, son las seis órdenes de aprehensión que ha girado la Fiscalía General del Estado para detener a Raybel Jacobo, pero indicó que desconocía si en algún momento la Fiscalía hubiera emitido orden contra Beltrán Orozco.
La Fiscalía dijo a través del área de Comunicación Social que ese tipo de información sólo podía proporcionarla el vocero de Seguridad Pública, Roberto Álvarez. Sólo informó que durante 2016 y 2017 había cumplimentado 15 órdenes de aprehensión por sucesos relacionados con hechos de violencia en la región, pero por cuestiones procesales no podían señalar detalles.
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Durante nueve años, desde que Raybel Jacobo inició sus nexos con La Familia Michoacana en 2008 —de acuerdo a versión de integrantes del Movimiento por la Paz de San Miguel—, La Gavia fue un pueblo al que se podía ingresar, pero era poco probable que se saliera bien.
Se sabía que era el centro de operaciones de Raybel y aunque estaba muy cerca de la cabecera, ni policías, ni militares hacían incursiones. Se convirtió en una guarida para Raybel y en una celda para los habitantes. A ellos les controlaban sus entradas y salidas a la cabecera. Es probable que este poblado también sea una sepultura para personas secuestradas por Los Tequileros que hasta la fecha no han aparecido.
Esa podría haber sido la tumba de la mitad de los normalistas desaparecidos durante la noche del 26 y la madrugada del 27 de octubre del 2014, de acuerdo a la versión de René García Verástegui, ‘El Jalapo’, uno de los primeros detenidos por el Movimiento por la Paz en diciembre del 2016.
‘El Jalapo’ reveló a los integrantes del Movimiento que la madrugada del 27 de septiembre recibieron en Cocula a un grupo de unos 20 estudiantes normalistas para llevarlos a La Gavia, que los hicieron caminar por pueblos como lo hacían con otros secuestrados, que luego de matarlos, llevaron maquinaria pesada para cavar una fosa profunda y ahí los sepultaron.
El Movimiento por la Paz, dice uno de los integrantes, se guardó esta información para no entorpecer la interlocución con el gobierno estatal y federal y porque era prioritario enfrentar a Los Tequileros para acabar con el régimen de terror impuesto en los municipios de la Tierra Caliente.
Sin embargo, luego de que fueron desarmados y de que en junio los habitantes de La Gavia leales a Raybel se salieron para esconderse de forma dispersa, decidieron informar a los medios de comunicación lo que pudiera ser una pista sobre el paradero de los 43 normalistas desaparecidos.
La confesión de ‘El Jalapo’ tenía sentido para el Movimiento por la Paz, porque en una de las mantas que colgaban los carteles de Guerrero para acusarse entre ellos por la desaparición de los normalistas, se señaló a ‘Chente Popoca’, como una de las personas que conocía a donde fueron llevados los estudiantes.
‘Chente Popoca’, dicen los integrantes del Movimiento por la Paz, era en 2014 el jefe de Raybel Jacobo y La Gavia fue el lugar al que llevaron a cerca de 200 personas secuestradas, a los que hacían caminar por veredas para evadir los retenes en las carreteras.
Algunas de esas víctimas cuando fueron liberadas dijeron que caminaron por los cerros, que casi no les daban agua y menos comida.
La Gavia después de los Tequileros
La orilla de la carretera por la que se accede a La Gavia es una larga suma de tierras fértiles, pero desatendidas. Durante muchos años en esas tierras no se ha sembrado maíz, ni calabazas, ni frijoles. Nada.
Son tierras copadas por huizaches en las que se montan hierbas silvestres. De tan tupido, parece un muro de vegetación impenetrable. Luego aparecen tierras de pasto y forraje. Se intuye que en lugar de la agricultura, en La Gavia lo que se les da es la ganadería.
No tardan en aparecer las cabezas de ganado bovino y caprino. En el pueblo, anda una parte del ganado buscando comida. Otros están en los corrales. Braman porque ni siquiera tienen agua. Están abandonados desde hace más de un mes, cuando fue la famosa refriega en la que murieron tres agentes del AIC y un sicario.
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Todavía quedan muchas dudas sobre este operativo, pero en ese entonces aún quedaban en La Gavia unas 50 familias que estaban con Raybel apoyándolo de diferentes maneras en las actividades ilícitas.
Los hombres jóvenes eran parte del grupo Los Tequileros, los hijos estaban en entrenamiento, las mujeres hacían su parte cocinando alimentos para las personas que llegaban ahí contra su voluntad.
Se nota que en La Gavia circulaba buen dinero. El ganado que ahora deambula sin dueños, son cabezas con títulos de registro, dos o tres caballos de carreras, perros de caza.
Nada que ver con los burros flacos y los perros sarnosos que quedan en otros pueblos abandonados por los pobladores.
En La Gavia, la mayoría de los habitantes no eran víctimas, sino victimarios.
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