Antonio de la Rosa es el más adecuado para definir a Antonio de la Rosa: “Es un idiota que me cae bien”. Además, es un artista plástico que cree que los límites se los pone cada uno. Que ha experimentado con su cuerpo en acciones y que pinta, dibuja y escribe. Su trabajo es radical, y siempre esquivando el formato del artista “que ejecuta la acción y se convierte en centro del espectáculo”. Y, por eso, se ha dado de bruces en alguna ocasión con la censura.
Se ha implantando prótesis de silicona en su pecho, para experimentar desde el punto de vista femenino la violencia en Ciudad Juárez. Y también puso 25 gramos de cocaína en una mesa en Casa de América para consumo público. Lleva dos décadas provocando reacciones, no de una manera vacía, ni de cara a la galería. “Solo que mis ideas deben de caminar por un terreno controvertido y supongo que a algunos les resultará provocador”. Es fácil aplicarle adjetivos -underground, extremo, divertido…- pero lo mejor es ver su trabajo. Para ilustrar la entrevista, Antonio, que nunca documenta sus acciones, nos ha mandado algunos ejemplos de su último proyecto. Y nos encantan.
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Vice: Te hemos atracado de vuelta de Sitges, ¿qué hacías allí?
Antonio de la Rosa: A la proyección de la película Me quedo contigo. Es un proyecto del que formé parte desde la concepción y en el que realicé diferentes funciones también durante el rodaje.
¿De dónde sale este proyecto?
Estaba yo en México inmerso en un trabajo alrededor de los feminicidios de Ciudad Juárez. Artemio Narro, el director, estaba harto del mundo del arte y buscaba una historia para saltar a otro medio. Le propuse en nuestras conversaciones la idea con la inversión de roles que sucede en la película y comenzamos los dos a escribir la historia con más ilusión que perspectivas. Pasaron años y finalmente el proyecto se puso en marcha.
Vamos a remontarnos un poco en el tiempo, ¿cómo empiezas en el mundo del arte?
Creo que al mundo del arte propiamente no he entrado nunca, pero si realicé algunas instalaciones que tuvieron cierto interés como por ejemplo la que se realizó en el desaparecido Garage Pemasa, allá por 1998 o 1999. Fue por iniciativa propia tras una sonada censura por la Comunidad de Madrid. Echando la vista atrás casi todos los pocos proyectos que logro sacar adelante vienen de iniciativas similares o espacios independientes.
¿Tú cómo te defines?
Un idiota que me cae bien.
Siempre te ha gustado la provocación.
Me resulta inevitable provocar reacciones cuando traduzco mis reflexiones dentro de un proyecto artístico. Mis ideas deben de caminar por un terreno controvertido y supongo que a algunos les resultará provocador.
Me contaron que una vez reuniste un buen montón de cocaína en una acción en Casa de América… Yo no lo pude ver, ¿cómo fue eso?
Se trataba de una especie de festival donde se mostraban performances provenientes de las artes escénicas y de las artes visuales; Casas en Acción creo se llamaba. Los proyectos se distribuían entre Casa de América y la Casa Encendida. En ese momento y ahora mismo, no me interesa o mejor dicho, me tiene agotado, el formato del artista que ejecuta la acción y se convierte en centro del espectáculo. Desde ahí construí un performance donde el público fuera, arropado por múltiples elementos ambientales, el responsable del desarrollo de la acción. El material eran 25 gramos de coca a consumir en público y grabados por una cámara de vídeo, que además proyectaba la imagen a tiempo real en otra sala del palacio de Casa de América que es donde se realizó la acción. Romper la barrera del consumo de droga en privado es obviamente otro de los conceptos que encerraba la acción.
Y también el tema de ponerte pechos, ¿cómo surge esa idea? ¿Cuánto duró y cómo fue la experiencia?
Creo que en el 2004 se me invita a participar en un proyecto a realizar un trabajo alrededor de los feminicidios donde todos los artistas somos hombres. Yo solo conocía el asunto por la prensa, ni siquiera había estado en México y mucho menos en Ciudad Juárez. Ante tal desconocimiento y con un tema tan complejo, desde un principio antes de cualquier viaje de aproximación al terreno de trabajo, propuse someterme a una intervención para implantarme prótesis de silicona en el pecho para tratar de invertir mi posición masculina introduciendo un elemento de vulnerabilidad. Las dos intervenciones quirúrgicas se realizaron en México y no me sometería a la extracción de las prótesis hasta una vez terminado el proyecto. El asunto duró cuatro años. Una vez finalicé el proyecto que se titula 2 tetas y un fracaso, todo volvió a una normalidad muy similar a la que sentía portando las tetas de silicona.
Te gusta experimentar con tu cuerpo y con drogas también.
Es muy diferente lo que me puede gustar en mi vida personal que cuando me enfrento a un proyecto artístico. De ninguna manera son similares, ni la forma de aproximarme ni la intención. Cuando decido introducir las drogas en una propuesta o realizar una transformación física, lo que solo he realizado en una ocasión, es motivado por los significados que condensa y no por la búsqueda de una autosatisfacción de corte hedonista.
¿Existen los límites en un peformance?
Supongo que los tendrá, no se decirte. El límite lo define el artista.
Cuéntanos tus planes de futuro… ¿A qué le estás dando vueltas?
El futuro es algo que últimamente no entra en mis planes. Sí estoy continuamente pensando nuevas acciones que terminarán en el cubo de la basura, visto mi calendario de exposiciones. Considero que esto del arte o la creación es un trabajo de equipo y no una lucha por la autoafirmación; por lo que si no veo interés y nadie me invita o ayuda a materializar alguna de mis ideas, eso sí en condiciones de trabajo decentes, pues permitámoslas volatilizarse. Como te digo, el futuro no es mi motor y voy al ritmo de mis posibilidades, pero acepto cualquier tipo de proposiciones deshonestas. Lo más a la vista que tengo es una publicación por la editorial de Canadá. Se trata de una recopilación de posts de Facebook. Son unos dibujos que fui sacando los dos últimos años. Convertía a Facebook en mi espacio de discusión y exhibición por ser la única y mejor herramienta de la que disponía.