La vida de Aldo Simocini es muy bizarra. Probablemente no lo conoces pero su trayectoria en el fútbol es un ejemplo inspirador de resistencia humana.
Aldo estudió informática en la Universidad de Cesena, en Italia. También es portero de la selección nacional de San Marino, la cual “tiene el orgullo” de estar en el último lugar de la clasificación de la FIFA junto con Bután.
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Los jugadores de fútbol de países pequeños como San Marino casi nunca llegan a las ligas profesionales. Si nos enfocamos en el fútbol europeo, estos equipos solo ayudan a sumar algunos puntos al resto de los países del continente que juegan a nivel profesional. Sin embargo, haber nacido en un país en el que apenas se puede formar un equipo debido a su pequeña población (32.538 habitantes) ha permitido que Aldo se enfrente a los mejores jugadores del mundo.
Hace unas semanas, jugó contra Inglaterra en el Estadio de Wembley durante las eliminatorias de la Eurocopa 2016 y dejó una buena impresión a pesar de que le metieron cinco goles. Días después del partido, fuimos a su ciudad natal para reunirnos con él para que nos hablara sobre el concepto de la derrota.
Ha jugado cuarenta partidos con San Marino y nunca ha visto a su equipo ganar o empatar. Su promedio de goles es de 4.33 por juego (537 en 124 partidos, para ser exactos). No obstante, también conservan el récord del gol más rápido en la historia de las eliminatorias de la Copa Mundial (contra Inglaterra, en un partido que terminó 7-1).
Recoger el balón de la parte trasera de la portería una y otra vez puede llegar a ser una tarea frustrante, pero Aldo es un símbolo nacional y no piensa dejar el equipo, al menos hasta que ganen un partido. Su última y única victoria en 27 años —una derrota histórica para Liechtenstein durante un partido amistoso— se remonta al 28 de abril de 2004.
Nos reunimos frente al Palazzo Pubblico de la Ciudad de San Marino. La pequeña república está llena de turistas rusos comprando frenéticamente pieles, perfumes y bolsos.
Aldo es alto y robusto. Tiene la inocencia de los estudiantes universitarios. Tomamos algunas fotos y comenzamos a: lo dejé contar la historia de cómo llegó a la selección nacional. Fue el 6 de septiembre de 2006 y San Marino tenía un partido contra Alemania.
“Tenía 19 años y era la primera vez que jugaba después de un horrible accidente automovilístico. Ni siquiera sabía si podría volver a jugar fútbol. Perdimos 13-0 pero no nos importó”.
Ser el portero de San Marino es lo mismo que ser un tiro al blanco: Aldo ha dejado entrar 120 goles en su portería. Seguro es muy intimidante empezar un partido con esos antecedente tan pesimistas. “Honestamente, perder por seis, siete u ocho goles no es nada agradable. Para nadie. Ni siquiera para mí. Me da mucho coraje cuando me doy cuenta que los otros jugadores corren mil veces más rápido que nosotros”.
“Estamos conscientes de la diferencia entre nuestro equipo y el de nuestros oponentes, pero nunca entramos al campo con la idea de que vamos a perder. Lo más importante es no decepcionarse cuando te meten el primer gol. Debes mantener el marcador lo más parejo posible. Una buena parada puede animarte”.
Aldo se ha hecho inmune a la depresión que acompaña a la derrota y ahora es capaz de ver el lado positivo de las cosas: “Un jugador profesional no podría tolerar tantas derrotas, seguro colapsaría. Vivo como si estuviera soñando y siempre hago mi mejor esfuerzo: para mí es un privilegio y todos los partidos han sido una gran experiencia”.
Aldo es un chico normal en circunstancias extraordinarias. Entró en contacto con un mundo que no le pertenece. “Nunca podría entrar a una selección de fútbol realmente importante”, dijo. “He jugado contra personas como Van Persie y Rooney, pero nunca he entrado a un equipo que juegue en las ligas profesionales. Si no es una paradoja, entonces no sé qué es”.
Dijo que cuando mira a otros porteros, a menudo se pregunta: “¿Cómo sería mi vida con un poco más de suerte? ¿Si me dieran la oportunidad de participar en equipos de alto nivel?”, dijo nervioso mientras jugaba con una botella de agua que estaba en la mesa.
¿Cuáles son las dificultades de jugar contra los mejores equipos del mundo?
“Desafortunadamente, me parece que los árbitros no nos toman en serio”, dijo. “Silban como si el resultado fuera solo una formalidad y nada más, es muy molesto”. A veces los oponentes no muestran el debido respeto. “Mis compañeros de equipo me dijeron que la selección nacional de Ucrania se burló de nosotros y celebraron su victoria 8-0. Es humillante porque, como somos el equipo más débil, solo se comportan así con nosotros. Ni siquiera entendí los 13 goles que nos metió Alemania. Una cosa es honrar el compromiso y otra es castigarnos de esa forma”.
Por suerte, esos incidentes fueron la excepción. “La estrategia de otras selecciones nacionales es diferente. Por ejemplo, Inglaterra: son unos auténticos caballeros y nos hicieron sentir que estábamos a su nivel”. Aldo nos presumió con orgullo su fotografía con el portero ingles Joe Hart. “También la usé como mi foto de perfil en Facebook”, dijo.
Pasó algo similar con Zlatan Ibrahimovic, durante un partido contra Suecia. “Uno de mis compañeros le pidió que tratara de ser gentil porque estábamos jugando muy mal. Zlatan dijo: ‘No te atrevas a verlo de ese modo, solo concéntrate en dar lo mejor de ti’. Perdimos 5-0 pero al final del partido, Zlatan vino a felicitarme”.
Aldo Simoncini y Joe Hart. Foto cortesía de Aldo Simoncini.
En San Marino las cosas son muy distintas; ahí no hay un estadio Wembley con noventa mil personas. “Tenemos unas cuantas fans que están pendientes de nosotros y nos demuestran su apoyo cuando jugamos en casa”.
“Claro que no se puede comparar con las grandes naciones europeas y el noventa por ciento de nuestro estadio lo llenan las personas que apoyan al otro equipo. Cuando juego con mi club, Libertas, apenas hay poco más de cien fans. En los playoffs finales se llegan a presentar máximo 250 o 300 personas”.
Aldo Simonici es un hombre que puede jugar contra el equipo italiano de Prandelli (en el que intercambió playera con Gianluigi Buffon) y jugar contra el equipo de una liga ordinaria de fútbol una semana después.
En Europa es muy natural sentir empatía con un equipo que entra al campo a pesar de saber cómo va a resultar el marcador. “A veces, después del partido, el público grita ‘¡San Marino! ¡San Marino!’ y quieren que nos tomemos fotografías con ellos o nos piden nuestros autógrafos como si en serio fuéramos celebridades. Incluso le envié mi camiseta a un niño de Grecia. Nadie nos paga por jugar: lo hacemos por nuestra patria y Europa lo entiende”.
Aún así, su carrera le da algunas ventajas. “Una vez, un profesor me reconoció cuando estaba presentando un examen”, dijo. “No había estudiado nada y aún así saqué 24/30. Digamos que tuve mucha suerte”. También ha habido ocasiones en las que el colegio choca con el deporte: “El 9 de septiembre de 2013 tenía que ir a Leópolis para un partido contra Ucrania [cuyo marcador fue 9-0] pero me quedé en casa a estudiar álgebra y geometría. Sé que cuesta trabajo imaginar que un portero de una selección nacional europea rechace un partido solo porque tiene un examen. Pero saqué una buena calificación”.
Aldo ya aprendió a manejar esta clase de situaciones, su única opción es seguir y disfrutarlo. “Sé que estoy en una posición privilegiada”, dijo. “Conozco a muchos porteros de la Premier League que a los que les gustaría estar en mi lugar”.
“¿Y cómo te ven en San Marino?” le preguntamos. Creíamos que era muy querido, al menos en su país de origen.
“La mayoría de los habitantes de San Marino esperan con ansías una nueva y aplastante derrota. No nos rendimos y siempre jugamos lo mejor posible para callar a los críticos”, respondió, “En Sarajevo casi clasificamos. En Bulgaria, algunos fans nos sorprendieron al darnos sus bufandas. ¡Además fue unas semanas antes de que casi incendiaran su estadio!”.