trabajo sexual

Si las prostitutas ganan, todas ganamos: así se organizan las trabajadoras sexuales frente a la crisis del covid-19

Ahora más que nunca, los derechos de las prostitutas son nuestros derechos.
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Manifestación del Colectivo de Prostitutas de Sevilla. Imagen vía CPS

La noche del 13 de marzo tuve que coger un taxi desde Suanzes a Trafalgar para transportar el ordenador de la oficina a mi casa. Ya era oficial, nos habían metido el tripalium en nuestros hogares, de manera forzosa y sin vaselina. Para dar un servicio a la sociedad, supuestamente, o para salvar el capitalismo, seguramente. Porque aunque cobre por ello, el sueldo no lo gano escribiendo, lo gano atendiendo clientes consumistas, cabreados y también confinados para la web de unos grandes almacenes españoles.

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Durante esos primeros días del confinamiento estaba leyendo Playing the whore de Melissa Gira Grant y una pregunta rondaba mi mente: si de normal las trabajadoras sexuales lo tienen difícil ¿Cómo se las van a arreglar con el estado de alarma? Kenia García, miembro del Colectivo de Prostitutas de Sevilla y portavoz de la campaña por la regularización de las personas migrantes en el Estado español nos lo explica:

“Después del 14 de marzo nuestra actividad cambió y pasamos a asistir a nuestras compañeras ante la situación de emergencia, tal y como están haciendo los diferentes colectivos en cada territorio. Nosotras lo estamos haciendo en Andalucía, las compañeras de Nómadas en Valencia, AFEMTRAS en Madrid y las Putas Libertarías del Raval y OTRAS en Barcelona. Cada una en su territorio intentamos ayudar a las compañeras que nos van contactando mediante redes de apoyo y asociaciones aliadas a las que vamos derivando los casos que nos van llegando”.

Básicamente, mientras la ciudadanía y el gobierno las juzga, las silencia, las castiga y las victimiza, estas mujeres se están uniendo y organizando para ayudarse entre ellas. Porque la crisis sanitaria ha magnificado sus problemas, dejándolas en la calle o encerradas en clubes acumulando deuda, sin dinero, sin papeles y sin leyes que las amparen: “Nosotras necesitamos que la sociedad nos reconozca, es una manera de superar el estigma, porque la marginalización es violencia […], debilita mucho a las mujeres para que se consideren a sí mismas sujetos activos de derecho”.

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Al igual que ha sucedido con el resto de trabajos feminizados a lo largo de la historia, las prostitutas siguen estando en entredicho. Es absurdo tener que explicar en 2020 que el trabajo sexual es trabajo, cuando lo que deberíamos estar haciendo es replantearnos el trabajo en sí, implique sexo o no. Lucía Fernández, miembro y portavoz del CPS, es tajante con el tema: “Claro que es un trabajo, es una actividad económica reconocida por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea desde el 2004. Si puede ser una actividad económica puede ser un trabajo. Podemos discutir si trabajo por cuenta propia o ajena o constituido en cooperativas, pero lo que no vamos a negociar es una cuestión de derechos y dignidad; que nos nieguen nuestro estatus de trabajadora. Ese estatus es lo que te da luego pie a poder formar parte de la sociedad. Vivimos así, te guste o no”.

Y añade: “No nos podemos olvidar que para que España recibiese el rescate bancario en la crisis de 2008 a las putas nos metieron en el PIB. Está todo el mundo comiendo pan de prostituta y cuando necesitamos que nos rescaten no nos dan nada”. Por ello, llama la atención esa actitud incoherente de “para ellas, pero sin ellas” que mantienen tanto partidos políticos como algunas organizaciones feministas, sustentándose en datos y estadísticas más que cuestionables y ofreciendo planes de ayuda de doble filo e inaccesibles para la mayoría.

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Porque no es que el gobierno de Pedro Sanchez no esté haciendo nada. El Ministerio de Igualdad ha ampliado el Plan de Contingencia contra la violencia de género durante el confinamiento para reforzar la protección de las mujeres víctimas de explotación sexual, de trata con fines de explotación sexual y de las mujeres en contexto de prostitución -que no es lo mismo que mujeres que ejercen la prostitución. Lo que viene a significar que solo te ayudan si pasas su examen y te pueden considerar víctima. Como bien apunta Kenia:

“La situación en la que nos encontramos ahora ha evidenciado aún más la necesidad urgente de que este oficio sea reconocido como trabajo para que podamos hacer frente a todos los abusos que hemos sufrido desde que empezó el estado de alarma. Más que nunca el gobierno tendría que tener la voluntad de sentarse con nosotras y diseñar unas políticas o unas leyes que nos protejan realmente”.

Siendo conscientes del poco margen de maniobra que deja nuestro presente en cuestiones económicas y laborales, desde su experiencia personal, tanto Kenia como el resto de compañeras del CPS pronostican un aumento de mujeres ejerciendo: “La prostitución que se ejerce por voluntad propia no deja de ser consecuencia de la situación en la que se encuentran las mujeres -especialmente las migrantes o de clases desfavorecidas- en nuestra sociedad. Nosotras vemos que muchas de las compañeras provienen de sectores precarizados como la hostelería, el trabajo de cuidados o la limpieza, trabajos de por sí mal pagados. Además, muchas son también madres solteras, con hijos aquí y en sus países de origen, o incluso a toda su familia a cargo, por lo que la prostitución es una alternativa, una opción más para sobrevivir”.

Al inicio del estado de alarma nos tuvimos que centrar en ayudar a sanitarios y contagiados. Hemos obedecido, cada uno hemos hecho lo que hemos podido. Pero tras dos meses de confinamiento ya va siendo hora de dejar los aplausos y enfrentarse a la realidad. Si el salario medio no da para pagar el alquiler de una vivienda ¿cómo se supone que vamos a trabajar desde casa? Se nos llena la boca alabando el servicio de los llamados esenciales, pero nada cambia. Mientras los precarizados damos las gracias por mantener el puesto, los que precarizan están cogiendo la cacerola por el mango, exigiendo la permanencia de un sistema que se tambalea.

Dejemos de polarizar el debate desde los feminismos, de calificar los trabajos como buenos o malos y contribuyamos a la mejora de sus condiciones. De camino, podemos donar dinero a campañas como la recaudación de fondos auspiciada por AFEMTRAS, Aprosex, (N).O.M.A.D.A.S. y el sindicato OTRAS. Eso es el pan de hoy. Pero para el hambre de mañana vamos a tener que pedir al gobierno un modelo a la neozelandesa, que escuche, cuide y proteja a nuestras compañeras. Ahora más que nunca, los derechos de las prostitutas son nuestros derechos.

@mirenaossorno