La hipnosis erótica me dio el orgasmo más intenso de toda mi vida

Cuando lo conoces por primera vez, Neil, un güey normal pero atractivo con una camisa de lino y un par de jeans, podría parecerte un ñoño si no fuera alguien tan inclasificable. Basándome en su apariencia, nunca pensaría que este ex informático se gana la vida dándole a la gente los orgasmos más alucinantes del planeta. Pero, sí, este güey con una estatua de Ned Flanders en su librero y caricaturas de Snoopy en la pared hace precisamente eso en su austero departamento de Nueva York.

Neil no provoca estas sensaciones con manos mágicas o un pito que pondría celoso a Ron Jeremy. De hecho, ni siquiera se quita la ropa. Lo que Neil hace es recostarte en un sillón, decirte que te sientes más pesado, que tienes mucho sueño y luego te despierta y provoca en ti la sensación más intensa de placer sexual que jamás hayas experimentado. ¿Cuál es su secreto? El clásico truco al que recurren en las caricaturas de superhéroes de segunda: hipnotismo.

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Neil se considera un “hipnotizador erótico”. Utiliza interruptores ubicados en el subconsciente para estimular e intensificar las sensaciones de orgasmo al punto que resultan verdaderamente increíbles. Alucinante es una descripción muy exacta en muchas formas. No es una habilidad muy práctica, y probablemente sea un mal uso de una práctica que lucha por tener credibilidad, pero las personas han hecho mal uso de las técnicas médicas para su propio beneficio desde que han existido la medicina y el egoísmo.

Igual que muchas historias modernas de llamados sexuales, Neil se involucró en el campo por internet. Trabajaba como programador y tenía un trabajo con su “propia oficina y conexión a internet” y un día se topó con un foro para güeyes a los que les gustaba usar la hipnosis como una herramienta sexual. La mayoría de estas personas pertenecían a la comunidad sado y utilizaban la hipnosis como una forma de control, algo mucho más exótico y difícil de conseguir que un simple par de esposas.

Neil, quien se metió en esto de la hipnosis después de verla en acción en sus caricaturas, compró algunos libros sobre el tema y comenzó a jugar con otros güeyes que conocía en línea. Después de volverse considerablemente talentoso, tomó un curso de certificación en una escuela de hipnosis en Manhattan (la cual no quiso nombrar). Se volvió tan bueno cautivando a las personas, tanto para darles placeres carnales como para otras cosas más convencionales (y aburridas), que en 2008 renunció a su trabajo y se dedicó de tiempo completo a dar estas sesiones en su casa.

Ahora, todos sus clientes (principalmente hombres, principalmente homosexuales) se enteran de él por otros clientes o por sus anuncios en las esquinas más picantes de internet. La mitad de su negocio es legítimo (intentar dejar de fumar o seguir una dieta) y la otra mitad lo es un poco menos, pero definitivamente es mucho más divertida que negarte el delicioso sabor de un cigarro o una segunda dona.

Fui con Neil para averiguar qué tan bien me podía hacer sentir usando sólo su voz y mi mente.

Comenzó la sesión con un largo discurso sobre la historia de la hipnosis; fue interesante, aunque un poco aburrido (fue un poco como preguntar sobre el trabajo y la familia en la primera cita). Después me dijo cómo funciona. Primero somete a la mente consciente (la parte que está en control, hace todas esas preguntas estúpidas y ordena el mundo) para poder hacerle sugerencias a la mente inconsciente (la parte que controla nuestros sentimientos, sensaciones, hábitos y todas esas cosas en las que no piensas hasta que sucede algo realmente malo o, como es el caso en la sesiones de Neil, muy, pero muy bueno).

Hablamos un poco sobre mis límites, y le dije a Neil que no tengo problema con quitarme la ropa o que me toquen, pero me precoupa un poco, igual que a muchos, que me hagan hacer algo que no quiero. Neil me dijo que nunca haría eso, pero incluso si quisiera, es imposible para la hipnosis obligar a alguien a hacer algo que va contra su naturaleza, como robar un banco, matar a alguien o querer coger con un miembro de la familia Kardashian.

No utilizó un reloj de bolsillo ni frases como “Sientes sueño, mucho sueño” para hipnotizarme. En lugar de eso, Neil me pidió que me acostara en un sillón y me dijo que me relajara una y otra vez, y algo sobre una bola de luz que se movía por mi cuerpo, relajando poco a poco todos mis músculos. El proceso completo es, intencionalmente, aburrido.

Después de despertarme de lo que se sintió como los primeros momentos del sueño o esa sensación de ligereza al final de una sesión de yoga, Neil me preguntó qué me gustó y qué no. Hablamos un poco sobre las sensaciones, y después me hizo regresar a ese estado, esta vez caminaba por la playa y encontraba una casa. Iba de una habitación a otra mientras me relajaba, hasta llegar al sótano, donde Neil me pidió que entrara a la Habitación del Olvido, que suena a una mala película de Bond o al lugar al que un cura te llevaría para que lo toques bajo la sotana. Una vez adentro me dijo que cuando despertara, cada que lo viera tocarse la oreja, me quitaría un prenda.

Neil me despertó y todavía podría recordar todo sobre esa habitación y su sugerencia. Cuando tocó su oreja, mi mente consciente, igual que después de una mala cita, me dijo que no había forma de que Neil me hiciera quitarme la ropa.

Pero estaba determinado a lograrlo, así que lo intentamos una vez más. Esta vez, mientras estaba hipnotizado, Neil me dijo que cuando despertara, incluso si recordaba lo que me hanbía dicho, me quitaría la ropa, porque si no lo hacía me sentiría muy incómodo hasta que lo hiciera.

Cuando desperté de nuevo, pensé que tenía todo bajo control, que no me podría manipular, pero sentí un un extraño cosquilleo en mi cuerpo y pude ver, en mi mente, que me quería quitar el suéter. Hablé de ello con Neil y me dijo que me veía un poco inquieto. “¿Hay algo que quieras hacer?”, me preguntó. Sin más, me quité el suéter. Pero el cosquilleo seguía presente así que me quité prenda tras prenda intentado hacer que parara. Sentado en el sillón en ropa interior seguía sintiendo esa necesidad de quitarme todo. No era un sentimiento de obligación, era simplemente algo sugestivo. Carajo, este güey es bueno.

Me acosté de nuevo y entré en un trance profundo pero consciente, principalmente del frío que tenía desnudo sobre el sillón. Neil hablaba, lo sabía, pero no pude recordar lo que estaba diciendo. Me despertó de nuevo y me preguntó cómo me sentía. “Genial”, le dije. Después, tocó mi muñeca, y una onda de cálido placer invadió mi cuerpo e hizo que mi pito se pusiera firme. Me soltó y la sensación se desvaneció. “Se siente bien, ¿cierto?”, me preguntó. Volvió a tomar mi muñeca y la sensación regresó, con más fuerza. Se siente como ese momento en el que tu ritmo se acelera y sabes que estás in crescendo y a punto de descargar. Si un orgasmo es como caer por un acantilado, esto fue como estar parado en el borde, viendo el abismo con el viento detrás. Es realmente increíble.

Neil tomó mi muñeca unas cinco o seis veces, dejando unos segundos pasar entre cada contacto. Cada que me soltaba, quería más. En lugar de eso, me hizo regresar al trance, al más profundo de todos. Estaba consciente de que Neil estaba hablando y dando órdenes, pero no me podía concentrar. En lugar de eso pensaba en jugar billar, en viejas cintas, en Chuck Bass de Gossip Girl (¿En serio? ¿Gossip Girl?), y en un hotel de la época de la Prohibición. Un collage de imágenes aleatorias que parecían no tener nada en común. Fue como un sueño, sólo que sin narrativa o lógica alguna.

Cuando Neil me despertó me preguntó cómo me sentía. “Genial”, dije de nuevo. Después me dio un golpecito en la frente y dijo “Control. Párate”. Me paré. “Juega con tu pito”. Jugué con mi pito, el cual rápidamente se puso más duro. Me volvió a tocar la frente y dijo, “normal”. Me detuve y regresé a la normalidad. Lo único que pude hacer fue reír. La hipnosis es una droga increíble. Neil volvió a tocar mi frente: “estatua”. Me quedo completamente quiero. Después movió mis brazos, los cuales se quedaban quietos donde el los colocaba. Seguía estando soprendido. Otro golpe y otro, “normal”, y mi manos cayeron a mi lado.

Neil juntó mis muñecas y dijo: “esposas”. Mis muñecas quedaron pegadas y no se querían separar, por más que intentaba. Estaba virtualmente esposado. Fue una sensación extraña, no fue como tener las esposas de la vida real, las cuales están definidas por tu lucha contra ellas. Más bien se sentían como algo voluntario. Como si fuera la posición normal de tus manos. Pero cuando intenté separarlas resultaron tan inseparables como las gemelas Olsen en una fiesta. Entre más luchaba, más firmes se sentían. Neil dijo: “libera” y mis manos cayeron a mi lado. Las movió detrás de mi espalda y las volvió a esposar.

Con un golpe en la frente, Neil dijo: “sensible”, y después puso su mano en mi pecho. Fue como si salieran rayos de sus dedos y atravesaran mi cuerpo, cada rayo hacía que mi verga se pusiera más y más dura. Movió su mano por mi pecho y era como uno de esos globos de Sharper Image, en los que la electricidad fluye por donde está tu mano. Fue increíble.

Todavía tocando mi pecho, Neil liberó mis manos y me hizo jugar con mi pito. En cuanto lo toqué, sentí más placer de lo que he sentido en toda mi vida de libertinaje. Fue como estar completamente sobrio y en éxtasis al mismo tiempo. “Me voy a venir”, le dije a Neil. “¿Sería tan malo?”, me respondió.

No sé si puedo describir la sensación adecuadamente, pero fue como si mi pito se partiera en dos y dejara salir millones de rayos sobre mi cuerpo. Al parecer, las sugerencias de Neil no sólo lo dejaron controlarme de forma inofensiva, también intensificaron mi calentura e hicieron que el placer durara más y fuera más intenso. Eso nunca es algo malo. Fue como un orgasmo, pero estuve lejos de disparar. Fue como Meg Ryan en When Harry Met Sally, en la que siguen y siguen, y todo se pone cada vez mejor, y se siente tan bien y extraño que no sabes si va a terminar, y quieres sentirte así por toda la eternidad. Aunque suene extraño, fue algo casi asexual. Como si los sentimientos estuvieran completamente desconectados de las cosas que hacía con mi cuerpo, una libido que no sabía que existía. No se trataba de venirse, era una acumulación de placer que culminaría en mi locura o con mi cerebro partido en dos.

Finalmente, disparé. Mucho. Más que en mucho tiempo. Hice un desmadre sobre una pequeña mesa negra. Después, seguía sumergido, casi mareado, no, excitado, con placer. “Increíble” se queda corto. He estado en toda clase de situaciones sucias desde aquí y hasta Grecia, y de regreso, y ese fue el mejor orgasmo de mi vida. Quizá fue porque, como dije, fue un experiencia un tanto asexual. Fue algo limpio. En cierta forma fue algo puramente hedónico, controlado por la hipnosis, pero completamente deshinibido. Me tuve que sentar.

Neil me preguntó cómo me sentía y le dije que quería volver a dormir. Me regresó a mi trance, lo cual se sintió mucho mejor que cualquier cigarro poscoito que me haya fumado. Me hizo otras sugerencias, más que nada me dijo que cuando todo terminara estaría completamente despierto. Cuando desperté, no pude más que agradecer a Neil. ¿Pero como podría darle las gracias? Terminé dándole un abrazo lleno de castidad al hombre que me guió a través del momento erótico más increíble de toda mi vida.

Me fui deseando que existiera una forma de hipnotizarme yo solo, porque masturbarme con mi mente consciente llevando la batuta nunca sería tan bueno. Tendría que darle otra oportunidad a la hipnosis. Si quieres saber por qué tanto alboroto, ponte en contacto con Neil. Es la mejor pareja sexual que nunca te tocará el paquete.

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@brianjmoylan