Julio César Montané.
El exilio debe ser algo terrible —dijo Norton, comprensiva.
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En realidad —dijo Amalfitano— ahora lo veo como un movimiento natural, algo que, a su manera, contribuye a abolir el destino o lo que comúnmente se considera el destino.
Roberto Bolaño, 2666
En otras ocasiones, al no tener suerte de hallar a quien estaba buscando, me conformaba con ver los murales figurativos de Helga Krebs pintados en las paredes exteriores su casa de interés social, en Hermosillo. Helga era la esposa de Julio Montané, el hombre al que yo estaba buscando: un sabio chileno exiliado en Sonora que inspiró el personaje de Amalfitano, creado por Roberto Bolaño.
Helga ya había muerto cuando encontré a Julio Montané, a quien visité en esa misma casa, en compañía del escritor Carlos Sánchez. Durante la conversación, el sabio chileno platicó sobre los mapas que hizo de Sonora y que Bolaño usó para trazar la geografía narrativa de sus novelas Los Detectives Salvajes y 2666 desde un lejano departamento en Cataluña.
Hace un mes, el 26 de diciembre de 2013, murió Julio Montané. A este arqueólogo, geógrafo e historiador de 86 años todavía le quedaba mucha risa y mucho instinto.
SANTA TERESA ERA UNA ALDEA DE INDIOS
Me acomodo en la sala de Julio Montané, quien ha ido a cambiarse la piyama que llevaba puesta y ha vuelto con un pantalón y una camiseta negra de vestir. En algún momento, Carlos Sánchez se levanta del sillón y camina hacia el porche de la casa.
—¿Qué haces tú?— le pregunta Julio cuando lo ve pasar delante de él.
—Yo soy escritor. Doy talleres de creación literaria en las cárceles de Sonora— contesta Carlos.
—¿Cómo te llamas?
—Carlos Sánchez.
—No tengo ningún libro con ese nombre.
—Qué raro, porque yo te he regalado como tres… Estarán en el boiler.
—¿Qué es eso?
—El boiler es donde calientas agua; tú le metes libros, papeles, algo y calientas agua y te bañas.
—No…
—Bueno, voy a fumar.
—¿Qué porquería fumas?
—Camel. ¿Quiere uno?
—No, creí que era mariguana… porque eso sí no me molesta.
Cuando el escritor sonorense salió, le comenté a Julio Montané que Carlos Sánchez me había dicho que la última vez que lo había visto estaba en el teatro leyendo un libro de Ryszard Kapuściński.
—Sí, leí cualquier cosa de él. La Helga los tenía y le gustaba mucho y a mí también me interesaba…
¿Qué cosas le interesan de poesía?
Mi hijo Bruno tiene por ahí una nueva edición de un libro que hace Raúl Silva.
¿Le gusta el infrarrealismo?
Bueno, jugó un papel importante en esos años. Y se reunían todos los jóvenes en la cafetería La Habana, pero fue Bolaño el que escribió un montón y bastante bien, y el Bruno también acaba de publicar un libro de Mario Santiago.
Han salido varios libros de Mario Santiago a raíz de la novela de Bolaño.
Sí.
¿Le gustaba la poesía de Mario?
No mucho, me interesa más Bolaño.
¿Y como narrador?
También.
¿Tiene los libros de Bolaño?
Sí, algunos. Porque los presto y luego la gente no regresa los libros. Y generalmente los que no te regresan los libros, no los han leído. Si a ti te interesan los libros, tú vas a querer devolverlo y vas a querer que te preste otro, pero si no lo leíste, no quieres leer otro y entonces no lo devuelves. La lucha por la lectura es una lucha que no termina nunca, porque cuando piensas que la terminaste hay que empezarla de nuevo.
¿Nunca le contó Bolaño que había usado sus mapas para Los Detectives Salvajes y para 2666?
Sí, o me lo contó Bruno, pero sí lo sabía. Yo no le di mayor importancia a la cosa. Se los encontró ahí en Barcelona en casa de mi hijo Bruno y vio un pueblo que se llamaba de tal forma, entonces ahí está esta cosa maravillosa que tienen los escritores, que tienen un mapa y encuentran un pueblecito y le dan vida, crean calles. Eso es la literatura.
Pero inventó el pueblo de Santa Teresa, Sonora, que se parece mucho a Ciudad Juárez…
Santa Teresa sí estaba en el mapa de Sonora. Pero no era un pueblo sino una Vista, es decir las misiones atendían varios lugares, varios pueblos indios, entonces el que a él le interesó creo que se llama Santa Teresa, una cosa así.
Tenía la impresión de que se lo había sacado de la manga.
No, no.
Porque las otras descripciones que hace de Caborca, Nogales, Pitiquito y demás, son perfectamente precisas con su atlas pero no sabía esto de Santa Teresa.
No. Hay escritores a los que les gusta reconstruir los pueblos, las cosas como eran y hay algunos que los intervienen.
De Bolaño lo que es sorprendente es que su literatura del Norte de México pareciera que la creó aquí, cuando el no conoció nada de esto, al parecer sólo estuvo un par de días en Gómez Palacio, Durango. Entonces, ahora sé que una de sus referencias del Norte era usted.
Pero no estaba muy preocupado. Bolaño sacaba las historias de los periódicos.
Pero el lenguaje que usa es muy norteño y esas cosas…
Lo de la matanza de mujeres y todo eso, lo sacaba de periódicos. Lo importante es que él tiene su visión de México, de los mexicanos, y eso le permite entonces construir historias, sin haber estado en esa región.
Él también hacía muchos juegos de estrategia…
Mira, un escritor cuando puede toma una información y puede escribir con eso una historia. Lope de Vega es buen ejemplo, por que escribió una obra casi igual a Romeo y Julieta. Pero la escribe de otra forma. Él ponía una botella de vino ahí y se pasaba la noche escribiendo. Escribió una obra sobre el momento en que en hay una guerra de España con Portugal y tiene anécdotas muy divertidas de poemas centroamericanos. Y la información de Lope de Vega viene de los bares, porque en los bares españoles, en ese entonces llegaba toda la gente que había venido a América y contaban sus verdades o mentiras y ahí Lope de Vega escribía.
¿Pero usted cómo supo que Santa Teresa era Santa Teresa?
Era una aldea de indios, pero eso ¿qué importancia tiene?
¿Es un fetichismo, descubrir la estrategia detrás del juego de la literatura de cierto escritor?
Es como preguntarse si Bolaño tenía información que alguien más tenía para decir que Octavio Paz era puto.
Atlas de Julio César Montané que usó Bolaño para escribir sus novelas.
CÓMO SE HACE UN MAPA
Cuando llegó a México exiliado de la dictadura de Augusto Pinochet en Chile, un amigo arqueólogo que trabajaba en el Instituto Nacional de Antropología e Historia le ofreció a Julio Montané una plaza de trabajo en el organismo, pero tenía que elegir entre Sonora y Zacatecas, ya que en esos lugares no había tanta grilla como en el Distrito Federal. Julio eligió Sonora y se vino para acá en 1976. Vivió aquí hasta el día de su muerte. Su Atlas de Sonora no fue publicado sino hasta 1993.
—Claro que la grilla no era menor aquí, pero bueno… ése es un deporte mexicano— dice.
Tengo entendido que lo que tampoco había aquí eran mapas de Sonora…
No, qué sufrir con eso. Yo trataba de conocer Sonora y no hay libros sobre las plantas ni sobre los animales de Sonora. No tienen nada sobre Sonora. Ahora se han estado publicado algunos, pero uno necesita conocer las zonas ambientales y debido a eso dije: “Bueno, si no hay un mapa de Sonora, lo hago yo”. No basta criticar.
¿Pero usted tenía conocimientos geográficos?
No. Aprendí.
¿En qué año empezó a hacer el Atlas de Sonora?
Mira, yo lo empecé cuando estaba Rómulo Félix, el primer encargado del Instituto Sonorense de Cultura. El cargo se lo dieron un sexenio nada más, porque al gobernador que siguió no le interesaba esto de la cultura. Yo convencí a Rómulo Félix de hacer el Atlas de Sonora y me apoyó. El apoyo fundamental que me dio fue que me permitió contratar a un dibujante para que fuera dibujando los mapas según mi instrucción. Era un problema porque un buen dibujante le mete cosa de él y yo necesitaba uno que hiciera lo que yo quería que hiciera, pero bueno, entonces, cuando terminó el periodo este y vino un nuevo gobernador, yo en ese momento ya lo había hecho. El libro de los mapas de Sonora ahí estaba, pero nadie me lo quería publicar. Luego me fui un año sabático a Chile y allá recibo una llamada de un funcionario apellidado Moncada, quien estaba asustado porque se encontró en el Instituto Sonorense los originales del Atlas y a él sí le pareció que había que publicarlo y convenció a Manlio Fabio Beltrones. No le ha de haber costado mucho porque cuando Manlio Fabio era gobernador le hacía caso a Moncada. Le hacía muchos favores. Entonces, Moncada me preguntó si estaría dispuesto a que el Instituto Sonorense de Cultura publicara los mapas. Cuando me dijo eso casi me caigo del asiento donde estaba escuchándolo. Luego volví de Chile, fui a verlo y me dijo que lo iban a publicar en una imprenta de la Ciudad de México.
Es una edición muy lujosa.
Y ahí en ese libro terminé unas cosas y otras no las pude hacer nunca porque quería meterle mapas económicos. Pero no es tan fácil meter mapas económicos en Sonora, de la producción o datos estadísticos por el estilo, pues los gobernadores a final de año agarran ahí los datos sobre la producción agrícola y los palomean. Dicen: “Durante mi periodo no se puede haber producido tan poco maíz, tiene que ser más”. Entonces, como yo sabía eso, ¿para qué darle eso a los sonorenses en unos mapas?
¿Y el libro está en las bibliotecas de aquí? Siempre que lo pido me dicen que está prestado y nunca lo he podido consultar. Lo conseguí en México en una librería de viejo. Costó 700 pesos.
En Estados Unidos lo venden en 400 dólares.
¿Cuántos ejemplares se imprimieron?
Mil. Y acá se vendió bien barato: en 200 o 250 pesos porque Moncada me dijo: “Bueno, ¿y qué precio le ponemos? Yo le dije: “Pues no me voy a ganar plata así que hay que ponerlo a costo: 250 pesos”. Y a eso se vendió.
Oiga, usted hizo libros de historia, ensayo literario, mapas… ¿nunca tuvo la tentación de escribir una novela?
No, me han dicho pero no me gusta. No he escrito cuentos, aunque tenga una obra que está escrita como si fuera una obra de ficción. No sé si haya un ejemplar. Se llama: Siga en la corte, está por ahí. Y esa obra es bien interesante porque trata sobre Sor Juana, el Padre Quino en un momento en la corte mexicana de los virreyes, cuando trataban de tener una corte con los personajes más importantes de la colonia.
¿Cómo se hace un mapa?
Eso sí que ya se tiene que aprender. Tiene ciertas técnicas. Porque para un mapa, tienes que usar meridianos y paralelos. Y esos tienen que tener una denominación que las tienen en grados. Y si son distancias más cortas ya, entonces son grados, minutos y segundos. En base a eso, ubicas un pueblo. Un pueblo tiene, está en latitud norte veintisiete grados, catorce minutos, quince segundos y eso lo ubica preciso en el mapa. Porque tienes un mapa así con las denominaciones. Y además, porque usas más los mapas que dispongo, en este caso, en Sonora usas los mapas del INEGI. Tiene varios mapas de Sonora. Hay unos que son los más detallados, que son de uno a cincuenta mil, que es la escala. Entonces si es uno a cincuenta mil quiere decir que un metro representa cincuenta mil metros.
¿Cómo seleccionó los mapas de este Atlas?
Tuve que hacer varias cosas. Una de ellas fue que tuve que hacer los mapas nuevos porque no cabían copiados, no había de dónde sacarlos. La ubicación geopolítica de Sonora, eso lo haces fácil, lo tomas, lo proyectas y tratas de hacer que el mapa sea agradable, para que la gente se fije. Aquí están las medidas de Sonora, lo que mide la frontera, lo que mide la costa, el límite de Sonora con Sinaloa… Pero esto es más complicado porque es traducir en un mapa la geografía de Sonora, incluida las montañas. Y entonces, como no puedo meter mucho nombre acá y dato, usé otro mapa donde le meto el nombre a la montaña. Fue un problema táctico, porque lo que para mí es obvio y fácil no es necesariamente igual para un lector. Tengo que contemplar eso: la persona que va a ir a ver el mapa y estos mapas originales. Hay un mapa muy interesante porque es de Sonora de hace ochocientos años atrás, ahí lo dice, entonces, aquí tiene varias montañas y los ríos, porque yo discutía con el geólogo este mapa, y por lo demás, él así hacía rayas y le decía cuántas montañas habría. Todas están basadas en esta información y así fui haciendo todo Sonora de doscientos setenta millones de años atrás. Estos son los fósiles que había. También tengo otro mapa de cómo era Sonora hace unos treinta mil años.
¿Cómo era Sonora hace 30 mil años?
Hace treinta mil años andaban los camellos, los bisontes, mastodontes, caballos. Este es mapa geológico de Sonora. Me costó mucho meter en un solo mapa la geología de Sonora, porque es muy complicada. Menciono los minerales no metálicos y los metálicos, los recursos geotérmicos de Sonora y por suerte me encontré una tesis sobre eso de un geólogo y pude hacer el mapa, con las temperaturas de las aguas termales.
¿Cuánto tiempo le llevó hacer el atlas?
Como dos años. Porque tuve los dibujos, pero para poner este dibujo, hay que ubicarlo y tiene que ser el animal, no puede ser otro. Y esto te lleva mucho trabajo. También hay que hacer mapas sobre animales venenosos con la idea de que para los niños o la gente sepa cuáles son animales peligrosos. Están los mapas históricos, con las culturas, las lenguas que ha habido en Sonora. También hay otro mapa con las expediciones de la Compañía de Jesús en Sonora.
Fui al zoológico de Hermosillo y me subí a un carrito con mi hijo. Un safari. Apenas arrancó el vehículo y se acercaron unas llamas y una guía, una chica muy joven y agradable, uniformada como girl scout, estaba explicando a los niños lo que era ese animal. Dijo: “Miren niños, es una llama y sirve para hacer pieles y abrigos y bolsas”. Sonora es así: hay una concepción muy extraña de la vida y de la relación con la naturaleza que a algunos puede parecer hasta retorcida, por eso a mí me parece interesante que alguien como usted, curioso, sabio, esté en un ambiente extremo como éste. ¿Qué es lo que hay de interesante, o exótico, en un entorno como el de Sonora, que —debo aclarar— a mí me fascina?
Mucho, mucho. En mi caso, las llamas son interesantes porque son camellos. Los camellos que hay en el viejo mundo provienen de América, pasaron de América del Norte a Siberia y de ahí se distribuyeron hacía el sur entonces los árabes también se toparon con ellos, se los llevaron. Y hay dos formas: los camellos y los dromedarios el viejo mundo y en el nuevo mundo hay cuatro: la llama, la vicuña, la alpaca y el guanaco. Los demás son jodidos porque estos se defienden escupiendo.
Si tú ves mucho a las llamas al cabo de un rato te escupen. Y tienen gran puntería.
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