Cuenta la leyenda que las hermanas Scroggins –Valerie, Renee, Deborah y Marie– comenzaron a hacer música casi por casualidad. Su mamá un día llegó a casa, en el South Bronx, provista de instrumentos con el deseo de que se convirtieran en los mejores amigos de sus hijas y las uniera una pasión suficientemente intensa a ellos como para mantenerlas alejadas de la calle y de los líos. Esa estrategia maternal cobró tintes históricos cuando ESG, la banda que formaron las hermanas Scroggins, se convirtió, junto a Liquid Liquid, en una de las representantes neoyorquinas más experimentales –y tal vez más sencillas y honestas– del mutant disco, en el que la regla era crear un híbrido musical al que le entraba más luz por más ventanas que al predominante no wave de la época. Luc Sante, escritor y protagonista de la noche neoyorquina de la época, llegó a definir –lo sabemos gracias a Simon Reynolds– el mentado género con una juguetona pero elocuente fórmula: “cualquier cosa + ritmos tomados de la música disco”. De hecho, el término fue utilizado por vez primera en una publicación que consignaba la existencia y actividades del sello ZE, uno al que pronto tanto crítica como oídos deseosos de escuchar sonidos nuevos le aplaudieron el arrojo y la postura ecléctica.
Entre los integrantes en distintos momentos de ZE se contaban Suicide, Was (Not Was) y Kid Creole. Estaban terminándose los años 70 y los 80 comenzaban a asomar la cabeza mostrando rostro de cruda post-excesos. De hecho, la versión mutant disco de Was (Not Was) estaba impregnada, según Michael Zilkha –uno de los fundadores de ZE–, de la desilusión poslisérgica. En su música se cruzaban además montones de géneros, tanto blancos como negros –jazz, hard rock, funk del más duro–, que era además uno de los principales rasgos del mutant disco.
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Simon Reynolds deja en claro en su libro Postpunk (Caja Negra Editores) que el único otro sello de mutant disco que podía competir con ZE era 99 Records, fundado por Ed Bahlman, que inició, como muchas discográficas independientes, como una tienda de discos, y terminó llevando registro en su catálogo de la escena punk funk de Nueva York: Bush Tetras, Glenn Branca, Vivien Goldman y las hermanas maravilla que mencionamos al principio de estas líneas, ESG, creadoras de un sonido que pronto se convirtió en uno de las principales características de 99 Records.
A principios del 81 se editó su primer EP, con el que la crítica llegó a describirlas, nos cuenta Reynolds, como una mezcla entre PiL y Tamla-Motown.
Era un funk que parecía reducido a su mínima expresión —“esquelético”, incluso le han llamado. En el EP que habían grabado con 99 Records venían tres tracks en vivo y tres más de estudio que luego regrabarían en Factory Records, de Tony Wilson, ya producidos por Martin Hannett, el productor responsable del sonido emblemático de dos álbumes clásicos de Joy Division: Unknown Pleasures y Closer. Esos tracks de estudio de las ESG (por Emerald, Sapphire y Gold, piedras de nacimiento de dos de las chicas y el oro por eso a lo que aspiraban como artistas) se convirtieron de inmediato en clásicos de la banda: “You’re No Good”, “UFO” y “Moody”, que contenían crudas líneas rítmicas con baterías nerviosas y bajos hipnóticos. Incluso, se dice que esa combinación de sensualidad con crudeza contenida en “Moody” sería retomada por la naciente escena del house.
Las ESG pronto diseminaron su sonido –llamado “de otro planeta” por Richard McGuire, el bajista de Liquid Liquid (y creador de esa línea de bajo de “Cavern” tan sampleada en la historia de la música)– y comenzaron a esculpir su propia leyenda incluso antes de poder tomar alcohol en los sitios en los que tocaban, acompañando como teloneras a bandas que incluso desconocían, como A Certain Ratio (en uno de sus conciertos fue donde, de hecho, conocieron a Tony Wilson), PiL o Gang of Four.
Ese estilo desprovisto de florituras era una postura específica de la banda. Estaban en contra de la música negra bailable que había hecho uso abundante de los arreglos orquestales, como algunas cosas de Michael Jackson o de Earth, Wind and Fire. Más bien admiraban a músicos como Barry Manilow, Christopher Cross y James Brown, pero por su acercamiento contundente y minimalista al funk habían terminado abriendo a bandas como PiL y The Clash. Su intención siempre fue reproducir en sus propias canciones esos momentos trabados de funk en los que el ritmo termina por imponerse, por mostrarse estimulante, por expresarse por sí mismo. Gracias a ello, la banda llegó a acuñar un sonido que influyó enormemente en el house –como mencionaba líneas arriba–, el dance-punk y el hip-hop. De hecho, muchos productores, sobre todo de rap, han sampleado los temas de ESG, sobre todo “UFO”, de la que han figurado fragmentos en tracks de J Dilla, Liars, Girl Talk, Nine Inch Nails, The Notorious B.I.G., MF Doom, Public Enemy, Q-Tip o Beastie Boys (WhoSampled consigna, por lo menos, 400 canciones que han tomado trocitos de ese track).
Podría atreverme a decir que esas pequeñas apropiaciones han sido, antes que una simple adquisición de ruidillos para la paleta sonora, más bien guiños a un periodo estimulante de la historia de la música en Nueva York, a ese hervidero de ritmos que es el Bronx (Renee Scroggins lo ha llegado a describir así: “durante el verano, lo único que se oye de la noche a la mañana es gente tocando congas en el parque”) y a esa banda capaz de conquistar a lo largo de tres décadas oídos, hombros y pies de distintas escenas: hip-hop, punk/new wave y dance (han vuelto locas audiencias en sitios legendarios como el Paradise Garage o el Haçienda). Hoy, cuando están a punto de tocar en suelo mexicano, ESG sigue siendo un asunto de familia, al que se han incorporado las hijas de Valerie y de Renee, y siguen dominando a la perfección qué funciona a la hora de hacer cimbrarse una pista de baile.
ESG hoy en día